Lo mejor de 2008

diciembre 31, 2008

Como vivo en un sitio donde las cosas se vuelven tradicionales tras celebrarse tres veces, pues Alcancero no va a ser menos y en este último día de 2008 publica su habitual listado de lo que a su juicio ha sido lo mejor y lo peor del año, con la salvedad de que no ha podido ver todo lo veible –pienso en la aclamada Il Divo, por ejemplo- y de que este año meto una pequeña variación: links para los comentarios hechos en el blog en su momento. Como siempre desearles un 2009 lleno de grandes filmes, tanto en las salas –o en sus DVDS o Emules- como en sus propias vidas. Abrazos alcanceros. Divido la lista en dos post para que sea más tragable. El orden es alfabético.

4 SEMANAS, 3 MESES, 2 DÍAS
4mesesDe Rumanía llegó esta magnífica película sobre abortistas clandestinas en los tiempos de Ceacescu. Afortunadamente hacía mucho más que darle argumentos a Rouco y sus cuates, ya que era una historia de cobardía vital en tiempos difíciles, con una hiriente sordidez que no dejaba títere con cabeza

AL OTRO LADO
alotroladoFaith Akin refrenó su tendencia al exceso y presentó este drama de ida y vuelta que mezclaba con gran talento tensiones familiares y la cuestión de las relaciones entre los inmigrantes turcos y los alemanes. Aunque lo mejor fue devolvernos la estupenda madurez de Hannah Schygulla.

ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO
antes_que_el_diablo_sepa_que_has_muerto_-_500_-_04En un año donde jóvenes directores recuperaban el cine policial setentero (véase La noche es nuestra en esta misma lista), uno de sus exponentes, el octogenario Sydney Lumet, volvía por sus fueros con esta obra maestra que actualizaba la tragedia griega a través de unos patosos hermanos delincuentes que se volvían contra sus propios padres.

CAMINO
caminoLa mejor película española con diferencia en un año en el que el cine patrio no ha dado muchas alegrías. Sorprendente giro en la carrera de Fesser, con un intenso y complejo drama en el que las críticas al Opus era lo menos importante, y sí una defensa de la vida a través de la muerte que no se la salta el más oscuro de los románticos decimonónicos.

EL CABALLERO OSCURO
elcaballerooscuroDe alguna manera, este nuevo episodio de la recuperación de Batman por Christopher Nolan, representa a los filmes parcialmente fallidos pero que tienen un espíritu propio que lo hace más recordable que otras más redondas. Su neurótica narración capta a la perfección el convulso aire de nuestro tiempo más allá del estremecedor Heath Ledger.

EL INTERCAMBIO
elintercambioComo el comentario de este film recién estrenado está aquí cerquita, no insistiré mucho. Pero remarcaré de nuevo que cuando un maestro como Clint Eastwood no llega a la altura de su propia excelencia, se sitúa de todos modos a años luz por delante del pelotón.

EN EL VALLE DE ELAH
enelvalledeelahLa gran ninguneada en los Oscars de este año. Tal vez su dolorosa metida de dedos en las llagas de la guerra de Irak, con las familias rotas y la violencia institucionalizada que puede estallar en la retaguardia, fue demasiado para la Academia. Tommy Lee Jones mucho mejor que en la más bien sobrevalorada No es país para viejos, por cierto.

GOMORRA
gomorraBuen año para el cine italiano, al menos en su proyección internacional allende los Alpes. Esta adaptación del sorprendente libro del perseguido Roberto Saviano sobre la Camorra demostró que hay otra forma de hablar de la mafia más allá de los estereotipos instalados por el cine estadounidense.

JOE STRUMMER: VIDA Y MUERTE DE UN CANTANTE
joestrummer2Julien Temple, uno de estos directores de videoclips que impuso el estilo publicitario en los años 80 (Absolute Begginers),volvió con este soberbio documental sobre la vida y obra del líder de The Clash, y creando un nuevo estilo en el género de la no-ficción: el videoclip documental.

LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA
la_escafandra_y_la_mariposa_-_500_-_01Una de las películas más sensibles del 2008 a pesar de su escabroso tema. Mezcla de surrealismo, de poesía y de crudo realismo, demostró que se puede hablar de las minusvalías más brutales de forma original sin caer en los melodramas de salón.

LA NOCHE ES NUESTRA
la-noche-es-nuestra-3Ya dije al hablar de la película de Lumet que una generación de cineastas jóvenes está recuperando el cine policial de los 70, como James Gray en este magnífico thriller donde se demuestra que nadie puede escapar a su destino, aunque este sea acabar vestido de policía. Aunque tal vez sea más recordada por la tórrida secuencia inicial con Eva Mendes.

WALL –E
wall-e_3Tras la algo decepcionante Cars la Pixar se puso las pilas y presentó este deslumbrante film de animación que demostró de nuevo que los mejores guionistas de Hollywood están trabajando ahora para la tele o para los dibus. El film con más gratas sorpresas del 2008.


Lo peor de 2008

diciembre 31, 2008

10.000
100002El macarra de Roland Emmerich volvió a demostrar su falta de escrúpulos, evidenciada en Independence Day, en mezclar sin paliativos presunto cine prehistórico y derivaciones esotéricas a lo Cuarto milenio con una desvergüenza que no deja de ser admirable por su aplomo.

88 MINUTOS
88minutos3O de cómo Al Pacino sigue empeñado en tirar su prestigio por la borda y negándose a reconocer que ya su tiempo ha pasado y no tiene edad para ciertos papeles. Para asombro general, fue capaz de arrastrar a su compinche Robert De Niro en otro desastre similar, Asesinato justo. Anoche curiosamente volví a verles en El padrino II. Sic Transit Gloria Mundi.

ALIEN VS. PREDATOR 2
alien20vs20predator202_115872Personajes que alcanzaron la excelencia en manos de Ridley Scott, James Cameron y John McTiernan convertidos en productos de tienda de veinte duros. Ni la teniente Ripley hubiese podido haber puesto orden marcial en este desastre con actores sacados de restos de serie un reality. Imposible sentir pena cuando los bichos se los comían.

CIEN CLAVOS
CENTO CHIODI pressbook espEl desastre cultureta del año. Ermanno Olmi, uno de estos cristianos progres que en los 60 alcanzó la fama junto con infiltrados de la talla de Pasolini, se ha convertido al derechismo ratzinguista con esta infumable historia donde un bibliotecario se dedica a asesinar libros y poner en duda la validez del conocimiento intelectual a cambio de volver a la sencillez evangélica. Como se descuide lo hacen santo.

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA
elamortiemposcolera1García Márquez sigue sin tener suerte en sus adaptaciones al cine y Javier Bardem no siempre acierta en sus papeles. La prosa del Nobel colombiano se convierte en un caos spanglish que es un muestrario sobre los tópicos que los anglosajones de Hollywood tienen sobre los latinos. Para redondear el naufragio, cantaba Shakira.

PROYECTO 2
proyecto22No puedo negar cierto cariño a esta película porque generó la polémica más intensa en el año de vida de este blog. Un thriller científico con vocación internacional que recordaba demasiado a los desastres hispanoitalianos de los 70 con inglesas inverosímiles y tramas caóticas.

SANTOS
santos1Película española que curiosamente iba en la línea de otro de los grandes Titanic de este año, The Spirit, demostrando que lo que funciona en cómic puede ser un petardo en cine. De todos modos, los que defienden que en el cine patrio se blanquea dinero tuvieron un gran argumento en este film

SPEED RACER
speedracer1Los hermanos Wachovski no superaron el dejar el mundo de Matrix y se la pegaron con el film más indignantemente estúpido del 2008. Una imbecilidad llena de efectos que no te dejaban seguir la historia y una inmoralidad que decía que poner los coches a tropecientos por hora y cargarse el rival era superguay.

THE SPIRIT
spirit3Como en el caso de El intercambio, el post respectivo es el previo a esta relación, así que no abundaré en detalles. Pero tres días después de verla sigo pensando en la teoría del negro que ha ayudado a Frank Miller en sus éxitos en el cómic. Si les soy sincero cada minuto cobra más fuerza.


¿Qué te han dado, Frank?

diciembre 30, 2008

spirit2

En un momento de este mayúsculo naufragio llamado The Spirit alguien –que más da quien- habla de que uno de los personajes –que importa cual- puede tener complejo de Electra. A lo mejor esta es la clave de por qué Frank Miller ha asesinado cinematográficamente a uno de los clásicos del cómic, creado por el ya desaparecido Will Eisner. Tal vez se haya creído todo lo que dicen de él como el gran genio contemporáneo del arte de las historietas y este film sea como un edípico “matar al padre” y dejarle con las vergüenzas al aire, para poder reinar ahora sin antecedentes incómodos.

 

            En cualquier caso, ahora se entiende que se escudara tras Robert Rodríguez para realizar la adaptación de Sin City, pues Miller en solitario se ha estrellado. Pero lo peor no es que haya hecho un film fallido o equivocado, sino que hay cosas que hacen preguntarse sin el tejano no habrá tenido un negro para ayudarle en su deslumbrante carrera comiquera. Es realmente incomprensible todo. Esos monólogos pedantorros y seudoexistencialistas del protagonista, esos villanos que son más propios de los dibujos animados de la Warner que de conspiradores mundiales, ese Samuel L. Jackson ora samurai japonés ora oficial de las SS, protagonista de alguna de las secuencias más vergonzosas vistas en este finiquitado año. Esta última, con sus decorados de baratillo, hace que las películas de serie Z más infames sean Spielberg. Y por último, pero no menor, diálogos que ni el impar Chiquito de la Calzada borracho hubiese superado.

 

            Nunca sabremos –y tal vez sea mejor así- si en la cabeza de Miller estaba hacer un film “serio” o una parodia que se salió de madre. Pero la película entra en barrena desde la absurda secuencia de la pelea en el muelle y ya no levanta cabeza. Aunque tal vez el problema sea de lenguaje. Miller la rueda con efectos de cómic, recordando mucho a veces a su propia estética de Sin City. Pero lo que vale para el papel entintado no vale para las imágenes cinematográficas, aunque a primera vista parezcan primas hermanas, y lo que podía funcionar en un cómic no lo hace en celuloide. Uno se imagina esta versión del justiciero de Eisner incluso con los bocadillos con diálogo en algunos momentos intentando poner orden. Tal vez se hubiese suturado algo. Pero una cosa si me sorprendió de veras. Como Miller puede ser tan bueno en cómic buscando el lado oscuro de Batman y tan malo intentando hacer lo mismo con el personaje de Spirit en cine.

 

            Supongo que Scarlett Johansson, Eva Mendes y el propio Jackson intentaran borrar de sus currículums este trabajo. Se siente por Gabriel Macht como Spirit, pues este papel puede lastrarle en el futuro. Y en cuanto a la sevillana Paz Vega, que tiene el triste honor de tener los minutos más estrafalarios en una película totalmente estrafalaria, su carrera internacional tiene el mismo cariz que la de otra bella oficial española, Elsa Pataky: muchas serpientes en el avión. Aunque parece cumplir una cierta obsesión mamaria que tiene Miller con sus chicas. No obstante, hay que convenir con el gran Paco Fox. Un tipo que es capaz de perpetrar en cine The Spirit y a la vez hacer la reformulación de Batman en cómic no deja de ser meritorio.


Voces impostadas

diciembre 27, 2008

australia2

Hay un tipo de cine revisionista que pretende resucitar las sensaciones que debieron sentir los espectadores de hace 40 años cuando se enfrentaban a los últimos productos del Hollywood clásico, los grandes títulos en pantalla ancha y technicolor, que luchaban contra la invasión de la pequeña pantalla. Sin embargo, estas películas actuales van en contra de su propio discurso nostálgico, pues lo que evidencian precisamente es que esa ingenuidad de domingo por la tarde en grandes cines hoy desaparecidos en beneficio de las más asépticas multisalas es irrecuperable. Y que el escepticismo contemporáneo es demasiado fuerte para vencerlo.

 

            Spielberg y su generación ya intentaron esto en los 80, recreando el cine clásico a su manera e inventando sin pretenderlo la postmodernidad en el cine, mezclando géneros de una forma irónica. Los que no supieron superar esta fase quedaron en el camino (los Landis, Dante, de vez en cuando De Palma, etc.) y los más listos como el propio Midas evolucionaron a otros mundos. El relevo de esta tendencia lo ha tomado el australiano Baz Luhrmann, con una salvedad: Si Spielberg y compañía se fijaban en el cine que veían en su infancia, que es el de los 40 y 50, el australiano, más joven, centra su atención en las desquiciadas grandes películas de los años 60, que era las que según cuenta veía en el pueblo australiano donde se crió. En Moulin Rouge se fijó en los decadentes musicales de los 60 (no en el original de West Side Story, sino en los de Barbra Streisand), que intentaban compensar que el género moría a base de estrellas y largas duraciones, y en Australia mira hacía los grandes melodramas épicos. Pero por desgracia no hacía los grandes del no menos grande David Lean, sino a los que hacían talentos menores a sueldo de los estudios. Australia ofrece amor, exotismo, y una guerra donde las tensiones se culminan.

 

            El problema es que el propio Luhrmann se ha olvidado de la lección de Moulin Rouge, ya que hace siete años se dio cuenta de que era muy difícil volver a los musicales clásicos y ofreció versiones de standards del pop con una estética de choque. El resultado fue un film visionario que pareció abrir nuevos caminos al musical. No debe ser casualidad que al poco de este film el largo proyecto de adaptar Chicago se materializará por fin. Sin embargo, Luhrmann se toma Australia “en serio”. Su largo metraje arranca con la ironía implícita en Moulin Rouge pero a su mitad esto desaparece y se intenta convertir en un melodrama ortodoxo, a pesar de las señales que indican que esto no es así del todo, como el meter una subtrama indigenista muy New Age o la mezcolanza genérica. El film arranca como un western y acaba como una melodrama bélico. Y no escapa a la moda contemporánea, como presentar una estampida más cercana al mundo de Indiana Jones que de Río Rojo o un bombardeo de Darwin que parece sacado de los descartes de Pearl Harbour, cantosos zeros infográficos incluidos. Pero lo que hunde la película es que el director intenta pegarse a sus modelos y se demuestra lo que ya tuvo que saber en Moulin Rouge. Que el melodrama clásico es imposible para la sensibilidad actual. Y Baz Luhrmann además flojea mucho narrando una historia sobrecargada, alargadísima (su última media hora podía reducirse a la mitad sin problemas) y que, irónicamente, se parece más a los films imitadores de los 80 en su redundancia y no a los sesenteros que invoca. Es lo que pasa cuando un cineasta abandona su propia voz, por muy controvertida que pueda ser, y comienza a hablar con una voz impostada que no le pertenece. Y por cierto, a Nicole Kidman se le empiezan a notar demasiado los abusos del botox.


Ciudad de demonios

diciembre 25, 2008

the-changeling-movie-02

Los Angeles no goza de buena prensa, ni, sobre todo, de buena literatura. No por falta de calidad, sino de simpatía de sus cronistas. La caótica ciudad californiana es célebre no por sus bellezas, sino por un departamento de Policía cuyos índices de brutalidad y corrupción son legendarios y por una criminalidad que incluye bastantes asesinos en serie, que se ve florecen como setas tras la lluvia en ese medio ambiente social. Los juglares de Los Angeles no son Woody Allen ni Paul Auster, sino Raymond Chandler y James Ellroy. No hay canciones sobre la ciudad fundada por misioneros españoles que digan que es una Wonderful Town ni que se quiere formar parte de ella. Las series televisivas no la escogen para sofisticadas tramas, sino para que los policías y los delincuentes de The Shield anden a la gresca a tiro limpio.

 

            A estas distopías urbanas sobre Los Angeles se une la última película del gran Clint Eastwood, El intecambio, que descubre un caso real acaecido a finales de los años 20 con gran atractivo para las calenturientas mentes de los cineastas, pues une drama familiar, lucha cívica, corrupción policial y como guinda un estremecedor asesino en serie. Es curioso que incluso Ellroy, el gran husmeador de las vergüenzas angelinas, no haya dado con este filón. Se ve que los vigilantes del LAPD triunfaron en hacer olvidar una historia que les dejaba especialmente malparados. De hecho, el guionista de la cinta, J. Michael Straczynski, se topó con ella cuando un amigo suyo que trabajaba en los archivos municipales descubrió el expediente del caso antes de ser echado al fuego en una limpieza y se lo pasó. Hablaba de Christine Collins, una madre soltera cuyo hijo desapareció mientras trabajaba. Al cabo de los meses, el LAPD, en una gran operación propagandística, descubrió al chico en Illinois y se lo devolvió. Sólo que había un problema: no era su hijo. La policía no reconoció el error y prefirió acusar a la madre de estar loca iniciando un proceso de acoso sin igual. Sólo contó con la ayuda de un reverendo episcopaliano que había iniciado una cruzada contra la corrupción municipal incluyendo un programa de radio. La cosa se complicó cuando quedó claro que el chico pudo ser una de las víctimas de un descuartizador de menores que actuaba por aquella época. El resultado fue un escándalo que costó varias carreras policiales y forzó la renuncia de un alcalde.

 

El intercambio se parece más a Banderas de nuestros padres que a Mystic River o Million Dollar Baby. En ambas se nota demasiado que a Eastwood hay partes de la narración que le interesan y otras que no. En el film que nos ocupa, se ve que al sombrío cineasta la historia de la cruzada cívica que inicia Christine Collins se la refanflinfla, y la cuenta con profesionalidad pero sin emoción, así como deja que se escape el personaje del reverendo interpretado por John Malkovich. En el fondo, no deja de ser un sujeto ambiguo cuya lucha está aderezada con unas buenas dosis de egolatría, pero Eastwood lo deja caer de su película sin buscarle las vueltas. Así como el retrato de los malos, en especial el capitán Jones, es demasiado esquemático.

 

Pero Clint Eastwood es un maestro, y en sus manos una película con algunas dificultades es mucho mejor que una película redonda de una medianía. El director revalida con creces al algo manoseado título de “el último clásico vivo”. Su cámara cuenta lo que tiene que contar, sin alharacas pero sin pausa, estando en el lugar preciso, sin hacerse notar pero con contundencia. De nuevo, el montaje es magnífico, cada plano dura lo justo y necesario. sin que le sobre ni que falte nada. Así un film de dos horas y cuarenta minutos se pasa volando.

 

Y cuando Eastwood entra en lo que le interesa de El intercambio hay momentos de gran y sutil cine. La concatenación de hechos que lleva a Christine a llegar tarde a casa el fatídico día de la desaparición de su hijo tiene el fatalismo que muestran sus últimas películas. Al acercarse a la sórdida trama del descuartizador aparece la oscuridad de Mystic River, con la magistral secuencia del chico canadiense desvelando el tema al policía, capaz de mostrar el horror con una letal elegancia muy impropia de estos tiempos de gore. Y Angelina Jolie es capaz de dejar de lado el glamour de sus interpretaciones más palomiteras (Wanted) y demostrar que es creíble como una pobre mujer que ve como todo un sistema burocrático se cierra en torno a ella, y que en algunos momentos lleva a El intercambio al cine de terror. En fin, que me reitero. Incluso cuando los maestros de Hollywood no alcanzan la excelencia de sus propias obras maestras, se quedan a años luz por delante de la media del cine americano actual.


Ecologismo radical

diciembre 16, 2008

ultimatum

Ultimátum a la Tierra, versión 1951, es un contradictorio clásico de la Ciencia Ficción “seria”. Frente a las películas de serie “B” llenas de extraterrestres de baratillo y devoradoras masas blandengues, el film de Robert Wise ofrecía un mensaje humanista en medio de un género bastante conservador, pues los “otros” siempre venían del espacio como se suponía cualquier día iban a llegar los rusos en esos tiempos de Guerra Fría, arrasando. El alienígena Klaatu desembarcaba como un nuevo Mesías a dar un mensaje de reconciliación entre unos hombres que lo recibían muy mal. Pero más allá de su argumento y del gran oficio mostrado por Wise al armar la película, la contradicción a la que hacíamos referencia al principio se refería a una interesante contaminación genérica, pues era en realidad una historia de cine negro. Klaatu, bajo su apariencia humana, se convertía en un perseguido que huía en una eterna noche llena de sombras matizadas. Ya dijo José María Latorre que la Ciencia Ficción pura, ahora que hace poco se ha muerto el escritor Forrest J. Ackerman, que dicen inventó el término, no existe.

 

            La fiebre de los remakes ha alcanzado a este clásico del buenrrollismo pero adaptado. Si hemos de creer al productor Edwin Stoff, la idea del nuevo Ultimátum a la Tierra surgió en una reunión en la Fox, propietaria del film original. Cuando Stoff vio un poster del film de Wise en la sala donde tenia lugar el encuentro se le ocurrió instantáneamente. ¿Quién dijo que el negocio del cine estaba muy estudiado?. En su esencia se la historia se mantiene igual. Klaatu llega ante nosotros para contarnos que el planeta se nos muere por culpa nuestra, y al ver el recibimiento que le da el aparato de seguridad nacional de los Estados Unidos, mucho más poderoso ahora que en 1951, decide que somos incorregibles y mejor exterminarnos para salvar la naturaleza. Este ecologismo radical, que deja en mantillas a los discípulos de Al Gore, nos lleva a la humilde reflexión de que al fin y al cabo somos una especie más de la Tierra y que no deberíamos ser tan gallitos. Pero más allá de esta anécdota, poco más ofrece este nuevo Ultimátum a la Tierra, que no le hace la mínima sombra a la primera versión y más bien la enaltece.

 

            El film empieza con las adecuadas dosis de tensión y dramatismo, pero poco a poco se va desfondando y convirtiéndose en un más bien pesado discurso. Los intentos de dar entidad dramática a la historia, con las malas relaciones entre la doctora y su hijastro, son más bien de telefilme. No se entiende muy bien la necesidad del prólogo, que deja más dudas que respuestas. Pero lo peor es lo del robot Gort, un personaje inolvidable de la versión de Wise que aquí se malogra. Uno no entiende muy bien porque lo retiran del metraje a mitad del film y ceden su labor destructora a una plaga de insectos corrosivos, que meten al film en una innecesaria deriva hacía los planteamientos excesivos de las películas de catástrofes actuales. Aunque a lo mejor alguien se dio cuenta a tiempo de que el efecto especial para recrear al nuevo Gort era más bien cutrillo, a pesar de las nuevas tecnologías. Y tampoco funciona como nuevo film negro, pues las persecuciones y demás ya las hemos visto mil veces.

 

            Aunque lo que salva el visionado es la maravillosa Jennifer Connally, que demuestra que su talento de actriz se halla muy por encima de este flojo remake. Su serena belleza se impone al pasmarote de Keanu Reeves, al que no le tiene que costar mucho trabajo ser tan inexpresivo como Klaatu y unos John Cleese y Kathy Bates en el consabido papel “es que lo pagaban bien”.


Pompitas de jabón

diciembre 13, 2008

my-blueberry-nights-jude-law-y-norah-jones

La mejor película de Wong Kar-Wai es La mano, uno de los cortometrajes que formaba parte del film colectivo Eros. Escoltado por Antonioni y Soderbergh, el truco de su éxito era precisamente que era una película breve. Parece que a este director de Hong Kong, sobrevalorado hasta el delirio en estos años por parte de la crítica, y que demuestra que no sólo los productos comerciales del cine levantan mitos de papel, le va mejor la distancia corta que la larga. El problema de sus excesivamente alargadas Deseando amar y 2046 era que se quedaba sin nada que contar y lo enmascaraba todo tras una marca de fábrica bonita, pero que ocultaba sus problemas para llevar a cabo una narración en condiciones. Algo que comparte con el otro gran sobrevalorado del cine actual, Paul Thomas Anderson, que en su caso prefiere la trascendencia como envoltorio. La marca de fábrica a la que me refiero es su fotografía evanescente, su gusto por la noche, sus neones, su imagen granulada, los ralentís digitales. Trucos que quedan bien pero que llevan a sus películas a la pompita de jabón, que cuando estalla demuestra que no hay mucho en su interior.

 

            My Blueberry Nights, que se estrena en España un año y medio después de ser presentada en Cannes 2007, algo chocante después de los ditirambos obtenidos en nuestro país por 2046, es una película intermedia por muchos motivos. Es la primera vez que rueda en inglés, con actores anglosajones (Jude Law, Rachel Weisz, Natalie Portman, David Strathain, la cantante Norah Jones que está soberbia en su debut cinematográfico) que se supone se habrán dado tortas por adornar su currículum con el entorchado de trabajar con Kar-Wai. Deja Hong Kong y la ambienta en Estados Unidos. Frente a los pisos que caracterizaban sus trabajos anteriores aquí se contagia del modelo americano y hace un film de carretera de búsquedas vitales. Es uno de los problemas de My Blueberry Nights, que tiene demasiado tufillo a cine independiente americano. Hay ecos de Jarmusch y del minimalismo de Paul Auster, con una cafetería nocturna focalizando la acción en vez de un estanco como en Smoke. Pero siguen las marcas de fábrica del estilo Kar-Wai que ya comentamos en el párrafo anterior. De hecho, esta película no deja de manifestar la globalización estética. El cineasta filma Nueva York, Memphis y Las Vegas como si fuese el Hong Kong de sus otros filmes. Está claro que para él la ciudad es un territorio abstracto en si mismo y el turismo no le interesa.

 

            Pero My Blueberry Nights (los arándanos del título original tienen su explicación) es intermedia porque dura poco más de hora y media, frente al corto La mano y las dos horas de 2046. Y es una demostración de lo mal que le sientan a Wong Kar-Wai los alargamientos. El film acaba cuando sus premisas argumentales, bastante atractivas, empiezan a agotarse. De hecho, el final suena a conclusión algo precipitada antes de que todo se salga de madre, aunque es una sabia decisión. Así, el director, ayudado por unos actores bastante motivados (aunque Natalie Portman demuestra su triste tendencia a la sobreactuación de los últimos tiempos), consigue hacer un film bastante agradable, aunque las huellas de la impostación y de “voy a hacer la película que se espera de mi” sobrevuelan el metraje. Aunque uno se pregunta si para el viaje que hace la chica y su conclusión hacían falta esas alforjas argumentales. Esperemos lo próximo de Wong Kar-Wai a ver si nos saca de dudas.


Vampiros en la era de la castidad

diciembre 12, 2008

crepusculo

Los vampiros literarios y cinematográficos son verdaderamente no muertos, pues gozan de saludable vida. De los clásicos del terror, pocos personajes han dado tanto juego y han permitido tantas variantes. Góticos y contemporáneos, los nosferatu chupasangres han servido para metáforas e historias de todo tipo. Y para marcar el signo de los tiempos.

 

            En efecto, de Bela Lugosi se pasó a los sexuados vampiros de la Hammer, con los grandes Christopher Lee (más conocido por las nuevas generaciones como el Conde Dooku y el renegado y canoso mago Saruman) y Terence Fisher poniendo de vuelta y media la pacata moral victoriana, sospechosamente parecida a la de la clase media que eclosionaba en los años 50. De ahí a los desmitificadores vampiros de Polanski y el postomoderno de Coppola, que corrió paralelo a los que escribía Anne Rice por esa época de los 90. Claro que esta relación es más que somera, pues los usos y costumbres vampíricos han sido explotados desde todos los ángulos. Tal vez en que en todas las tradiciones folklóricas haya criaturas bebedoras de sangre haya ayudado a fijarlos en el imaginario colectivo.

 

            Y puede que los últimos nosferatus mediáticos, la familia Cullen ideada por Stephanie Meyer en una exitosa saga de cuatro novelas, también reflejen los tiempos en que sus aventuras son escritas. En sus manos (manos de mormona parece que militante, no como los rockeros que nos propone nuestro buen amigo El mentor o ilustrador popular) los vampiros reflejan que los estragos del sida y las campañas de defensa de la abstinencia sexual han hecho mella. Recordarán las películas de la Hammer, con Drácula y sus epígonos sublevando a las mujeres decimonónicas. En su presencia, recatadas madres de familia cuya única perversión sería seguramente jugar los domingos al Bridge en casa del vicario, se retorcían de placer, sudoraban y jadeaban. Los propios colmillos de Christopher Lee crecían cuando iba a darle el muerdo a las señoras, en una metáfora eréctil bastante clara. Pues bien, se nota en Crepúsculo la moral de la escritora. Los Cullen son un núcleo familiar modélico, pues el ser vampiro no choca con representar una postal de Navidad por lo que se ve. Así que fuera el malditismo nosferatu. La metáfora de la sed de sangre que siente el chico protagonista por la humana de la que se enamora, y sus prevenciones para no culminarla, son bastante obvias de la castidad. Además, ni siquiera tienen colmillos. El Drácula de la Hammer seguramente hablaría de gatillazo. Los vampiros malos de la historia se parecen demasiado a una panda de macarras de fin de semana, de esos a los que unos pijos como los Cullen (¿Por qué demonios si huyen del sol tienen esa mansión que es un completo ventanal?) y Bella, la chica humana que se les apalanca, mirarán sin duda por encima del hombro. En el fondo, Crepúsculo hace lo que parecía imposible. Llevar al terreno de los evangelistas a uno de los mitos más transgresores jamás creados.

 

Dicho esto, parecerá que la película es deleznable. Pues no del todo, pues la directora es la curiosa Catherine Hardwicke, una señora que a sus cincuenta años se puso a dirigir tras una larga carrera como diseñadora de producción. Ella es la responsable de títulos adolescentes tan atípicos como Thirteen o Los amos de Dogtown y algo de eso queda en Crepúsculo. Se nota que lo que le interesaba de esta historia es la relación morbosa entre una introvertida chica y el joven vampiro, que en sus manos, a pesar de algún exceso kitsch (la escenita del ventilador o los fulgores que salen de la piel del protagonista cuando le da el sol) funciona. Una cierta serenidad en la mirada, impropia de un film adolescente, una cuidada banda sonora y el equiparar a la joven Bella en su aislamiento vital con el que sufre el joven vampiro dada su condición le dan a la película una cierta enjundia, así como algunos detalles malévolos, como presentar a todos los adolescentes que salen en el film como unos paliduchos tan inquietantes como los Cullen. Tanto le ha gustado a Hardwicke este aspecto de Crepúsculo que se olvida de la parte de acción, como la decepcionante conclusión en el enfrentamiento con el vampiro macarra que amenaza la estabilidad de los protagonistas. Lo que si es cierto es que hay Cullens y Bellas para rato, pues el éxito de esta primera entrega cinematográfica garantiza la adaptación del resto de las novelas.


La seducción del fascismo

diciembre 6, 2008

laola

A una nueva generación de cineastas alemanes les ha dado por reflexionar sobre su pasado reciente. Nacidos en los 60 y los 70, les queda tan lejos la guerra como la postguerra, pero han crecido con sus secuelas. Toda la vida han tenido que soportar la culpabilidad colectiva de su nación por el nazismo y ahora que son adultos parece que quieren revisar el tema. Oliver Hirschbiegel reflexionó en El experimento sobre las raíces del autoritarismo y luego abiertamente sobre la derrota alemana en su controvertida El hundimiento. Uli Edel, más veterano que esta promoción, estrenará pronto en España El complejo Baader-Meinhof, sobre el célebre grupo terrorista, hijos del forzado desarrollismo de los 60 que se pasaron como sus mayores de los años 30 a la lucha armada. A estos se une ahora Dennis Gansel con La ola.

 

            Gansel ha hecho el camino inverso de Hirschbiegel, pues ha pasado de hablar en 2004 del nazismo en si mismo con Napola, ambientada en una de las escuelas de élite del partido nazi donde sus cachorros aprendían a ser líderes, a presentar el fascismo en abstracto. Hay otro punto en común con el director de El experimento, pues tanto este film como La ola se basan en dos experiencias sociológicas que curiosamente tuvieron lugar en Estados Unidos. Hirschbiegel se inspiró en un grupo de estudiosos que reconstruyó una cárcel a ver como se comportaba la gente, y tuvieron que suspender el asunto cuando los que hacían los carceleros se propasaron. De igual modo, La ola sigue los pasos de un bienintencionado profesor de instituto californiano que en 1967, en plena oleada hippie, montó una sociedad fascista en su clase con objeto de que sus alumnos supiesen de verdad lo que era aquello. Como en el caso de la supuesta prisión, el docente tuvo que cortar el asunto cuando los alfa empezaron a abusar de los beta. Ni la LOGSE en sus mayores delirios llegó tan lejos.

 

            Este último experimento, que echa por tierra las teorías liberales (las antiguas, no las neocon) y religiosas sobre la bondad innata del ser humano, es usado por Gansel para su película, sólo que trasponiéndolo de Estados Unidos a la actual Alemania, donde el miedo a un rebrote nazi esta oficializado en diversas medidas legales. Un profesor poco valorado entre sus compañeros por su afición al rock duro y sus vestimentas macarras se encarga de rebote de dar un breve seminario sobre autoritarismo. Él quería dar en realidad el de anarquismo, pero un ortodoxo compañero de claustro se lo ha birlado. Cuando uno de sus alumnos le asegura el primer día que el fascismo nunca se repetirá en Alemania, al profe se le ocurre crear en esa semana un nuevo movimiento para dar una clase práctica. En pocos días la cosa se va de madre, pues los chicos se lo toman tan en serio que parece verdaderamente que es posible que un nuevo Führer se apodere de las almas germánicas.

 

            La película es curiosa. Gansel tiene la habilidad de hacer una arquetípica película de adolescentes bajo sus pretensiones sociológicas, lo que puede explicar que en Alemania La Ola haya sido un éxito sin precedentes. Su formulación cinematográfica es más bien ramplona. Pero no deja de ser un magnífico y estremecedor análisis de cómo opera el fascismo y cómo engancha a la gente, aprovechando las fisuras de una sociedad tan imperfecta como la nuestra: necesidad de formar parte de un grupo, frustración social, el liderazgo fuerte que da a cada uno un lugar, la necesidad de unas creencias, etc. Hay una tensión entre un guión lleno de sutilidades y una dirección que no los explota. Algo bastante absurdo, pues ambos corren a cargo de Dennis Gansel, que no ha sabido dialogar consigo mismo. Esto es más patente en el caso de Rainer, el profesor que lo lía todo. Uno intuye que en el fondo él es otro frustrado en un sistema que no termina de aceptarlo y que le va la marcha de nuevo Führer más que lo que le gustaría, pero el tema queda muy diluido, frustrando las explicaciones personales del fascismo y prefiriendo las sociales. No obstante, La ola se deja ver con algo más que rutina y resulta un film interesante. Seguro que su edición en DVD se convierte en un clásico en las futuras clases de Educación para la Ciudadanía, si la particular ola católica la deja vivir.


Vikingos de serie B

diciembre 6, 2008

outlander

Decía Jaume Figueras, uno de los popes de la información y la crítica cinematográfica española, que lo que más le molestaba del cine americano actual era la cantidad de películas de serie B que se hacen con presupuestos y ambiciones de gran producción. Viendo Outlander no hay más remedio que colegir que se trata de una sabia reflexión. Esta historieta que mezcla sin pudor extraterrestres y vikingos hubiese estado graciosa en los años 50, si un Roger Corman de la vida le hubiese metido mano y la hubiese hecho con dos duros, decorados de cartón piedra y un actor convenientemente trajeado dando el pego de monstruo. El resultado seguramente habría sido un pequeño clásico de medianoche defendido por el frikismo militante. En cambio, Outlander es un mazacote condenado al olvido y candidato a que en el futuro se vea como un ejemplo del aspecto más absurdo del Hollywood actual, el que sigue sin renunciar al infantilismo e intenta dar gato por liebre.

 

            Hay que reconocer que al menos tiene la valentía de llevar más lejos la historia que ideó el recién difunto Michael Crichton y llevó John McTiernan al cine en la malhadada El guerrero número 13 (¿Veremos algún día el montaje del director frente a al destrozada versión que circula actualmente?). Como se recordará, un árabe acostumbrado a los refinamientos propios de su cultura acababa en una tribu de brutales vikingos. En Outlander es un extraterrestre el que se estrella a primeros del siglo VIII en los fiordos noruegos. Aunque no va solo, pues lleva un monstruo de polizón que sobrevive al choque y empieza a hacer sus labores. Un bicho diseñado entre los inevitables Alien y Predator, con efectos luminotécnicos de decoración navideña del Corte Inglés incluidos. Dejemos de lado el que el protagonista sea un humano perfecto a pesar de venir de otras galaxias y que tanto él como su invitado se adapten perfectamente a nuestro planeta. Lo que sí es cierto es que Outlander desperdicia su mejor baza, el choque cultural ente el extraterrestre y los vikingos, un tema que no se explota nada. Daría igual que el visitante fuese de otra latitud terrestre y el monstruo un residuo de alguna especie perdida de nuestro planeta.

 

            Y esta falta de sutilidad se contagia al resto del film, rodado y narrado de forma tan tosca como los vikingos que saca. Se usan topicazos sin piedad –entre el monstruo y su enemigo hay algo personal, la historieta de amor, el extraterrestre tiene un pasado doloroso que limpiar en La Tierra-, las escenas de acción están resueltas de forma confusa y las partes del alien suenan demasiado vistas. Para rematar, el protagonista es el antipatiquísimo actor Jim Caviezel, y no por su conocido integrismo religioso que hace a Mel Gibson un teólogo de la liberación (aún así, a Caviezel se le debe haber escapado el único detalle malévolo de Outander, cuando el cristiano intenta derrotar a la bestia con su fe y es destrozado), sino porque como de costumbre su único registro es poner todo el metraje cara de sufrimiento. Al menos está el gran John Hurt para compensar y un Ron Perlman infiel por una vez  a Guillermo del Toro. Pero no son suficientes para salvar a Outlander del desastre.