Gomorra parte del escalofriante libro de investigación que un joven –27 años- Roberto Saviano escribió sobre las actividades de la Camorra, la organización criminal que domina Nápoles y el sur de Italia. Una panda que ha hecho de la discreción su mayor virtud, pues ha dejado que sus hermanos sicilianos se lleven la fama, pero no necesariamente la lana. La Camorra, a pesar –o igual gracias a ello-de controlar un territorio bastante pequeño es de las mafias más rentables y más sanguinarias, dejando en mantillas a los Corleone y a los Tony Montana. Al final del film se nos dice que en 30 años han cometido 40.000 asesinatos del ala (¿Cuándo podemos empezar a considerar el termino “genocidio”?), además de tener los mercados de droga más rentables del planeta y otros negocios sucios. Un auténtico cáncer social que no olvida, pues desde que editó el libro Saviano vive bajo escolta policial pues los camorristas se la han jurado por desvelar sus miserias.
Hasta la fecha, Mateo Garrone, el director de la versión fílmica, no parece que haya tenido problemas. Tal vez se halla curado en salud, pues la palabra “Camorra” no se menciona en ningún momento, como hizo Coppola en la saga Corleone con el término “Mafia”. Además al pasarlo a formato de narración cinematográfica no se sigue el enfoque documental del libro de Saviano, con lo que algo puede diluirse su impacto. Pero sólo algo. A pesar de que su masacre inicial pueda hacer pensar lo contrario, la Gomorra cinematográfica no sigue los patrones impuestos por el cine americano para hablar de estas pandas. Lo que vemos es un desolador cuadro donde el crimen campa por sus respetos. No es una tragedia operística a lo El padrino ni la crónica de un ascenso y caída a lo Scorsese, aunque algo queda, como en la historia de la madre que pierde a sus hijos que quieren separarse de la banda principal. O en estos dos descerebrados canis auténticos que quieren prosperar en la organización imitando al Pacino de El precio del poder pero son dos tontos de remate, sobrados de chulería y faltos de inteligencia. El que éste sea un tipo muy común en nuestros días, sean de la Camorra o no, es bastante impactante.
Lo que hay de verdad es la crónica, rodada con técnicas documentales, de una organización criminal en su vida cotidiana. No hace falta contar su auge y caída porque ya está allí como el Génesis, desde el principio de los tiempos y lo que le queda. Esto es lo verdaderamente escalofriante del film, el ver que la corrupción y la violencia son el pan nuestro de cada día en la sociedad napolitana. Matar o delinquir allí es como para nosotros coger al autobús para ir a trabajar. No hay moralina barata, sino pura mostración del día a día de esta gente, que han sabido reciclar sus negocios. También se dedican por ejemplo a quitar de en medio residuos tóxicos a fabricantes sin escrúpulos, con lo que han conseguido aumentar en un 20% los casos de cáncer en los lugares donde los colocan. El que Garrone haya cogido actores no profesionales, alguno de los cuales tuvo problemas con la ley tras el rodaje, acentúa la sensación de realidad de este trabajo, que nos acerca al crimen organizado con la desnudez y sin el glamour que a veces lo rodean en el cine. Eso sí, recomiendo que si van a verla doblada no lo hagan. Es la copia que yo vi y el doblaje es espantoso, haciendo mucho daño al visionado. Si tienen que esperar al DVD para verla subtitulada háganlo, merecerá la pena.
Y un detalle personal. Lo que más acojonó a este Alcancero es ver como esta panda de canis napolitanos –aunque están podridos de pasta los camorristas viven como parados de una película irlandesa- se parecían tanto a los de la ciudad donde vive. Rodada en verano, esas playeras, bermudas horteras y camisetas baratas me sonaban demasiado. Es como si ese viñero gordo que se toma en verano su tinto con casera y juega al bingo con su familia en La Caleta fuese capaz de acercársete por la espalda y vaciarte un cargador a quemarropa. Por cierto, el libro de Saviano está editado en bolsillo en España por unos escasos 8 euritos, por si a alguien le interesa.
¿Y a mí, que no me apetece ver esta película?