Dos filmes españoles, dos

septiembre 29, 2008

 

Me duele decir eso, pero al final el cine español le va a dar la razón a las jaurías culturales peperas con que no levanta cabeza. Llevamos dos años nefastos en cuanto a calidad y taquillaje. El pasado 2007, en esta época otoñal, aparecieron al menos El orfanato y [REC] para salvar el partido en cuanto a cifras, pero este 2008 ni eso. La caña comercial estuvo en enero con Los crímenes de Oxford y la secuela de las aventuras de Mortadelo y Filemón, pero a partir de ahí silencio. Tampoco se vislumbran esas películas más marginales pero que resultan de calidad. Tal vez haya que esperar al inminente estreno de la nueva obra de Jaime Rosales, Tiro en la cabeza, para encontrar la película cultureta del año. Sin embargo, el panorama hasta la fecha es pobre en todos los sentidos. Claro que los peperos harían bien en callar visto lo hecho por su estandarte ultra, doña Espe, en Madrid, donde ha volcado todos los recursos públicos inimaginables de la comunidad y su tele privada –hasta el extremo de dejar sequerones a otros proyectos- para financiar la nueva cacicada fílmica de Garci, Sangre de mayo. Y es que parece que el problema no es subvencionar, sino hacerlo a los que no son de los suyos.

 

El caso es que para no perdernos le voy a hablar ahora de otros dos pinchazos del cine español, e insisto que me duele hablar así. Se trata de El patio de mi cárcel y El rey de la montaña. Dos filmes distintos en cuanto a objetivos y temáticas, pero unidos en lo fallido. El primero de ellos es el debut en el largometraje de la cortometrajista Belén Macías. Y parece que ha sufrido pasar a formato largo, pues se pierde en su ópera prima. El film recupera una historia ocurrida en las prisiones españolas de los años 80, cuando un grupo de reclusas de la cárcel de Yeserías montó un grupo de teatro. Macías usa esta anécdota para hacer un melodrama que no resulta creíble. Los personajes tienen grandes problemas de verosimilitud. Es intragable esa comprensiva funcionaria encarnada por Candela Peña o esa directora almodovariana a la que da vida Blanca Portillo. El que ambas intérpretes estén a su nivel habitual las salva algo, pero sus papeles están tan lastrados de base que no los remontan. Tampoco es creíble Verónica Echegui como una yonqui de buen corazón La mejor, empero, es Ana Wagener encarnando a una entrañable gitana, aunque su físico no acompañe a la etnia calé. Además de esto, el guión avanza a saltos, tomando y abandonando a los personajes a voluntad sin mucho orden ni concierto y buscando la lagrimita fácil. ¿Qué fue de la gigantona que golpea a una de las protagonistas al principio? ¿Y de la novia que desencadena un drama pasional? A todo ello se une una átona y funcional dirección que hunde al film en la mediocridad más ramplante.

 

El rey de la montaña es un thriller de Gonzalo López-Gallego. Un director que hace ocho años, con su debut Nómadas, pareció ser una voz que iba a dar un juego que hasta ahora no se ha manifestado. Su segundo film, Sobre el arco iris, fue una decepción absoluta, y ahora con la película que nos ocupa no sale del bache. Leonardo Sbaraglia y María Valverde son una pareja que se pierden en unas montañas y empiezan a ser implacablemente perseguidos por unos francotiradores. Al final la trama da un giro y descubrimos que estamos ante una crítica ante la sociedad de la violencia y como los videojuegos pueden deformar muchas mentes. Loable, pero el film no deja de ser un corto alargado que para media hora está bien, pero para 90 minutos no llega, con una situación única repetitiva que nadie sabe como explotar.

 

En fin, que dos nuevas decepciones dadas por nuestro cine. Que se pongan las pilas, que si no…


Adios, Blue Eyes

septiembre 28, 2008

Sé que al señor Microalgo le fastidian los obituarios, pero a veces no hay más remedio. Se han apagado los ojos azules más famosos del cine, con permiso de Frankie Sinatra. Pero la ventaja ocular estaba del lado de Paul Newman. En el cantante amigo de la mafia su brillo azulado contrastaba demasiado con la torvedad de un rostro que ocultaba grandes oscuridades. Pero en el actor recién desaparecido el tono celestial encajaba perfectamente con la sabiduría y la ironía que desprendían su persona y sus personajes. 

Paul Newman tuvo la habilidad de sacudirse el método Stanislavski que marcó a toda una gran generación de actores estadounidenses, desde los años 40 (Brando) hasta sus epítomes setenteros como De Niro, Hoffman o Pacino. Newman podía haber sido un colega de excesos de Jimmy Dean y compañía, como demostró en El zurdo, su primer papel importante. Pero supo girar hasta un terreno en el que se ha mantenido indiscutido hasta su muerte, manteniendo un status intocable que ha durado medio siglo. Robert Rossen le dio el papel de su vida en El buscavidas y a partir de ahí nació un Newman que supo combinar prodigiosamente su papel de megaestrella con el de un actor riguroso y que seleccionaba sus personajes. Así, podía pasar sin despeinarse de protagonizar Blockbusters como El coloso en llamas a trabajar, como se decía antes de los actores, en films de culto como Dos hombres y un destino o El golpe. Y de paso, acercarse a los directores más inquietos de Hollywood como Robert Altman en Búfalo Bill y los indios. Daba igual. Cualquier película con él dentro, incluso infamias como El día del fin del mundo, uno de sus mayores errores, tenía un soporte que la mejoraba sin paliativos.

 

            Es curioso que mientras los cacareados actores del método, caso de De Niro o Pacino, están teniendo un final de carrera bastante triste, Newman, que supo alejarse del dogmatismo impuesto por Lee Strasberg, acabase con gran dignidad. Al contrario que lo que está pasando con su cuate Robert Redford, siempre asumió su edad y aceptó papeles crepusculares, como su detective privado de Al caer el sol. Pero su despedida del cine –no así de la televisión, donde formó parte del reparto de las serie Empire Falls– fue en do mayor, con su extraordinario jefe mafioso de Camino a la perdición, donde a sus años su cálida mirada azul adquiría una inusitada dureza. “Es seguro que ninguno de nosotros verá el Cielo”, decía en una inolvidable línea de diálogo. El Cielo, no se, pero en el Olimpo de los Dioses del Cine ya hace tiempo que estaba. Seguirá en él con unos cuantos escogidos.


La fantasía española de Woody

septiembre 27, 2008

     Parece ser que Woody Allen le ha tomado el gusto a inspirarse en la literatura decimonónica para sus últimos trabajos. Si en Match Point tomaba el arribismo de Zola y la novela naturalista francesa como objetivo, en la incomprendida El sueño de Cassandra (lástima de final fácil) era la tortura moral de Dostoyevsky. Ahora, en su célebre antes de estrenarse producción barcelonesa, vuelve su mirada a Henry James y a sus americanitas perdidas en la libidinosa Europa. Vicky y Cristina, sus protagonistas, son herederas de Daisy Miller y las bostonianas que pergeñó en su momento el novelista neoyorquino.

 

            Ahí tenemos a Scarlett Johansson, Javier Bardem y Penélope Cruz, con la pobre Rebecca Hall de convidada de piedra, dando cuerpo a la fantasía española de Woody. Porque ese es el calificativo que merece este film, el peor en la carrera del genio neoyorquino. Tal vez abandonar el mundo anglosajón le siente mal o se sienta en deuda con nuestro país merced al Príncipe de Asturias. Pero la impresión que se tiene al ver Vicky Cristina Barcelona es que se lo ha tomado como unas vacaciones, tanto físicas como creativas. Si no, no se entiende este guión tan lleno de arbitrariedades y donde el topicazo más hiriente cae de vez en cuando. Es posible que a Woody le parezca de lo más normal que un sujeto pintor tenga el título de piloto y un amigo que le deje una avioneta. A lo mejor es para él un símbolo de la libertad española, pero es un disparate. Tanto más cuando esta secuencia es un pretexto para que los personajes se vayan a Oviedo para enseñarla para el morro. Claro que podía ser peor. En un momento de la trama dos de los personajes se van a Sevilla. Afortunadamente, se nos ahorra ese episodio.

 

            Y así va todo. El novio americano de Vicky es metido con calzador en la trama cuando decide irse a Barcelona porque es guay casarse allí con ella (¡). Para gozo de los nacionalistas de la debilitada ERC, la misma Vicky se halla haciendo un master en identidad catalana en sus Estados Unidos natales (!!). Hay en los jardines de Barcelona tocaores convenientemente morenos y barbudos interpretando el romance anónimo (!!!). Hasta las prostitutas del Raval son encantadoras en esta impostura de película. Pero lo que a Alcancero más rabia le dio fue el tratamiento del ex matrimonio encarnado por Bardem, cuyo talento se contagia del despiste general del film, y la insoportable Pé, que al menos tiene el detalle de retrasar su insoportable presencia a la segunda parte de Vicky Cristina Barcelona. Sus peleas no dejan de ser el tópico de la pareja ardiente y gritona latina made in Hollywood. Y es que insistimos que Allen lejos de su anglosajonia parece perderse.

 

            Además, Allen da un paso atrás pues vuelve a sus historias, que parecían superadas, de parejas que se cruzan y descruzan entre ellas, modelo que hace tiempo agotó y del que se salvo gracias al giro dado por la gran Match Point. Y se contagia del mal de gran parte del cine catalán de caer en huecos personajes de diseño, todos ellos artistas y que viven en grandes casas de campo, como si el tema inmobiliario que ahora está estallando no les afectara. Eso sí, Woody le regala por el morro a Scarlett Johansson unos primeros planos absolutamente dignos de los que Stenberg montaba a su musa Marlene Dietrich. Woody, viejo verderón, tú si que sabes.


Un poco de autobombo

septiembre 7, 2008

 

    

 

   Estimados amigos: permítanme hoy un acto ombliguista. Como ya les dije en el post anterior el Festival donde trabajo, Alcances de Cádiz, empieza este jueves 11 y al día siguiente, viernes 12, me convierto en actor de mi propia película., pues presentó el libro cuyas cubiertas presiden estas líneas y del que soy autor. Crónicas alcanceras es un trabajo sobre la historia de Alcances, que en este 2008 cumple cuarenta años de vellón. El libro no ha pretendido ser una historia exhaustiva del evento, sino un intento de captar sus hechos más destacados y, sobre todo, su espíritu que le ha dado una personalidad propia e irrepetible.

 

El acto será el viernes 12 a las siete de la tarde, en el Centro Cultural Reina Sofía de Cádiz, antiguo Gobierno Militar. Están todos ustedes invitados, gracias.

 

Y despido el blog oficialmente hasta finales de septiembre, en que recuperaré algo de mi vida cinéfila, espero. Sean felices y vayan al cine, aunque no sea en Alcances.


Max Mix de final de verano

septiembre 7, 2008

           

     Sé que tengo algo abandonado el blog, pero no es por vacaciones, sino por todo lo contrario. El Festival de Alcances, que empieza este jueves 11, y de dónde toma nombre este blog, me ha absorbido todo el tiempo. No obstante, en los últimos días he utilizado los fines de semana para montarme sesiones dobles de películas que me interesaban y no quiero dejar de reseñarlas aunque sea en bloque y de forma sucinta. Allá van.

 

HELLBOY 2: EL EJÉRCITO DORADO

 

            Guillermo del Toro se ha relajado algo tras la complejidad y magnificiencia de El laberinto del fauno y nos ofrece un entretenidísimo tebeo de aventuras. Pero como de costumbre, hay mucho más bajo su superficie de lo que aparenta. El mexicano errante sigue jugando como nadie con los mundos paralelos de fantasía que habitan bajo nuestros plácidos pies. Insuperable lo del mercado de los Trolls bajo un puente neoyorquino, o –atenta, Trinidad– lo de la puerta a otros mundos en Irlanda. Y, sobre todo, sigue su lirismo que surge de lo bizarro con su punto de romanticismo mortuorio, que por otra parte, sigue siendo el romanticismo más auténtico. Eso sí, en el arranque de la trama y en algunas partes de su desarrollo del Toro parece que se está entrenando para entrar en el universo tolkeniano con su anunciada adaptación de El Hobbit

 

LOS GIRASOLES CIEGOS

 

            Alcancero no ha leído la novela de Alberto Méndez que basa este film de José Luis Cuerda que resultó ser el último guión del gran Rafael Azcona. Los que si conocen el libro se quejan que de las cuatro historias sólo figuran dos. Y hay que darles la razón en que una de ellas esta bastante separada de la otra en el film y suena demasiado a añadido. Hubiese sido mejor centrarse en la narración principal, la de la mujer que se finge viuda pero en realidad tiene a su esposo escondido en casa para evitar su fusilamiento por los vencedores franquistas y es acosada por un salaz diácono. Los girasoles ciegos no alcanza la grandeza de otro acercamiento de Cuerda a los derrotados de la Guerra Civil, La lengua de las mariposas, pero no es un título del todo desechable. Lo mejor es ver cómo el pervertido diácono refleja en su ser la confusa ideología de los franquistas, parte puteros parte santos, parte soldados, parte místicos, ayudados por la magnífica interpretación de Raúl Arévalo. Pero al final hasta el film comprende y perdona a su despreciable personaje, pues al fin y al cabo es un humano como todos, lo que hace huir a Los girasoles ciegos del maniqueísmo. En el que por cierto están cayendo muchos de los que lo están crucificando desde los periódicos y radios de siempre.

 

STAR WARS: THE CLONE WARS

 

            Tal vez algunos se pregunten que hace Alcancero gastando su escaso tiempo de este final de verano yendo a ver un film de dibujitos que explota el filón de guerragaláctico más allá de lo razonable, pero que quieren, uno es fan y nobleza obliga. Además, uno cree que el destino natural de la serie de Lucas es la animación, después de los excesos digitales de la segunda (primera) trilogía, que convirtió a la saga en un continuo efecto especial. El film cuenta un episodio ambientado en una de los hechos más citados y menos mostrados del proyecto de Lucas, las Guerras Clon. Su voluntad de separarse de la línea principal de la saga queda clara al no haber referencias a lo que va a pasar con Annakin ni las demás zarandajas. Es un título más bien bélico (con mensajes subliminares tipo “la misión es lo primero”), y bastante más infantilizado que sus hermanos mayores. No obstante, la competencia de la animación y su estructura idéntica a los filmes de la trilogía hacen pasar un  reto entretenido, aunque la película se olvide a los cinco minutos de salir de la sala. En fin, a los fans nos ponen un par de Caballeros Jedi y un par de espadas láser y ya estamos contentos.

 

CHE, EL ARGENTINO

 

            El film que Steven Soderbergh ha rodado con Benicio del Toro (auténtico impulsor del proyecto) sobre Ernesto Che Guevara dura cuatro horas, pero aquí se va a ver en dos partes. Lo curioso es que la segunda no tiene fecha aún de aterrizaje en los cines, como si la distribuidora no tuviese mucha fe en el éxito de este eficaz pero frío film. Soderbergh se ha distanciado tanto de su protagonista que no se moja en nada, ni a favor ni en contra, con lo que el Che queda bastante en al aire. A lo mejor no queriendo ofender a nadie puede no contentar a nadie. Aún así, Soderbergh demuestra que es un magnífico narrador y construye muy bien las peripecias del Che desde que en 1955 conoce en México a los hermanos Castro y decide unirse a ellos hasta la entrada de la revolución triunfante en La Habana, centrando casi todo el metraje en sus tres años de guerrilla en Sierra Maestra. Esto se ve punteado con la reconstrucción de su famoso discurso en la ONU de 1964. El film va de menos a más, con la recreación final de la batalla de Santa Clara, y, milagro, una de sus ventajas es que al haberse rodado en castellano en el 90% de su duración se está pasando en original, con lo que podemos oír la verdadera voz de Benicio del Toro en su magnífica recreación del Che, que le valió el premio en Cannes. No así Demián Bichir, que encarna a un Fidel Castro que parece una caricatura de sus últimos discursos.

 

EL TREN DE LAS 3:10

 

            Aunque al Western se la da por muerto, de vez en cuando colea, como ocurre con esta sorprendente versión de un clásico de 1957.El tren de las 3:10 para Yuma, cuya música es un tema clásico del género de los vaqueros.  El remake, como de costumbre, es una ampliación. El primer tren era casi un film de cámara con el forajido y su guardián encerrados en una habitación de hotel, pero ahora eso ocurre al final. El actual presenta más personajes y más peripecias, realizadas con mucho más que solvencia por el hasta ahora grisáceo James Mangold. Pero lo mejor es su ambigüedad moral muy contemporánea.. El villano y el héroe (estupendos Russell Crowe y Christian Bale, que dan toda su salsa en sus duelos interpretativos a la película) puede que no sean tan villano ni tan héroe después de todo. Pero lo más chocante es su arriesgado final, que puede explicar porque este El tren de las 3:10 fue un fracaso estrepitoso en Estados Unidos que ha retrasado justo un año su estreno en España.

 

            Y una aclaración al amigo Microalgo. Sé que esperaba una crítica de Mamma Mía!, pero no he ido a verla por varios motivos, a pesar de todos los comentarios que hablan de su diversión. No trago a los ABBA, y ver a mi odiada Meryl Streep (escoltada por dos pavisosos del nivel de Colin Firth y Pierce Brosnan) protagonizando un musical me provoca los mismos escalofríos que Gabino Diego haciendo en teatro El rey Lear.