Si en la película anterior de la que les escribía, En la ciudad de Sylvia, se hablaba de forma abstracta del amor, en esta que lleva esa manoseada palabra en el título, El amor en los tiempos del cólera, se usa y abusa de sus aspectos más cursis. Este Alcancero, que ve mucho cine y no lee todo lo que debiera, al menos literatura, no conoce bíblicamente el libro de García Márquez que lo inspira. Gente muy fiable me dice que es una obra hermosa, pero la adaptación de Mike Newell parece que no se ha enterado de nada. Es difícil en estos pragmáticos tiempos hacer pasar una historia amorosa al estilo decimonónico. Seguramente, la prosa del Nobel colombiano lo consigue, pero la película no. Resultan bastante increíbles estos ataques de cursilería, que tampoco tienen mucha inspiración en su ejecución.
Hay otros aspectos muy discutibles. Es una típica película meeting polt donde se mezclan sin orden ni concierto actores españoles, colombianos, italianos y estadounidenses. Javier Bardem está estupendo pero tiene el mismo problema que George Clooney en la sobrevalorada Michael Clayton: es una presencia cinematográfica demasiado rotunda para ser creíble como un personaje en el fondo bastante pánfilo. Menos mal que los hermanos Coen parecen haber sabido esto dándole el papel de asesino en la inminente No es país para viejos. Los demás no están a su altura. Giovanna Mezzogiorno como el objeto de los deseos de Bardem durante medio siglo no parece envejecer al mismo ritmo que sus compañeros. El mediocrísimo Benjamín Bratt como su esposo esta sencillamente fatal. Lo peor, empero, es que en manos de un anglosajón como Newell, el lejano director de Cuatro bodas y un funeral, El amor en los tiempos del cólera se convierte en una tópica película de hispanos chillones e hiperactivos. El que Shakira punteé la acción con sus hipidos, como si no hubiese otra música sudamericana, es muy significativo.
En fin, que García Márquez sigue sin tener suerte en sus versiones para el cine. El amor en los tiempos del cólera se une a las fallidas Erendira, El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada. A lo mejor sencillamente es que hay escritores a lo que es mejor dejar en paz cinematográficamente hablando porque su mundo no es trasladable y sólo funciona en el mágico terreno de las palabras.