La mejor película de Wong Kar-Wai es La mano, uno de los cortometrajes que formaba parte del film colectivo Eros. Escoltado por Antonioni y Soderbergh, el truco de su éxito era precisamente que era una película breve. Parece que a este director de Hong Kong, sobrevalorado hasta el delirio en estos años por parte de la crítica, y que demuestra que no sólo los productos comerciales del cine levantan mitos de papel, le va mejor la distancia corta que la larga. El problema de sus excesivamente alargadas Deseando amar y 2046 era que se quedaba sin nada que contar y lo enmascaraba todo tras una marca de fábrica bonita, pero que ocultaba sus problemas para llevar a cabo una narración en condiciones. Algo que comparte con el otro gran sobrevalorado del cine actual, Paul Thomas Anderson, que en su caso prefiere la trascendencia como envoltorio. La marca de fábrica a la que me refiero es su fotografía evanescente, su gusto por la noche, sus neones, su imagen granulada, los ralentís digitales. Trucos que quedan bien pero que llevan a sus películas a la pompita de jabón, que cuando estalla demuestra que no hay mucho en su interior.
My Blueberry Nights, que se estrena en España un año y medio después de ser presentada en Cannes 2007, algo chocante después de los ditirambos obtenidos en nuestro país por 2046, es una película intermedia por muchos motivos. Es la primera vez que rueda en inglés, con actores anglosajones (Jude Law, Rachel Weisz, Natalie Portman, David Strathain, la cantante Norah Jones que está soberbia en su debut cinematográfico) que se supone se habrán dado tortas por adornar su currículum con el entorchado de trabajar con Kar-Wai. Deja Hong Kong y la ambienta en Estados Unidos. Frente a los pisos que caracterizaban sus trabajos anteriores aquí se contagia del modelo americano y hace un film de carretera de búsquedas vitales. Es uno de los problemas de My Blueberry Nights, que tiene demasiado tufillo a cine independiente americano. Hay ecos de Jarmusch y del minimalismo de Paul Auster, con una cafetería nocturna focalizando la acción en vez de un estanco como en Smoke. Pero siguen las marcas de fábrica del estilo Kar-Wai que ya comentamos en el párrafo anterior. De hecho, esta película no deja de manifestar la globalización estética. El cineasta filma Nueva York, Memphis y Las Vegas como si fuese el Hong Kong de sus otros filmes. Está claro que para él la ciudad es un territorio abstracto en si mismo y el turismo no le interesa.
Pero My Blueberry Nights (los arándanos del título original tienen su explicación) es intermedia porque dura poco más de hora y media, frente al corto La mano y las dos horas de 2046. Y es una demostración de lo mal que le sientan a Wong Kar-Wai los alargamientos. El film acaba cuando sus premisas argumentales, bastante atractivas, empiezan a agotarse. De hecho, el final suena a conclusión algo precipitada antes de que todo se salga de madre, aunque es una sabia decisión. Así, el director, ayudado por unos actores bastante motivados (aunque Natalie Portman demuestra su triste tendencia a la sobreactuación de los últimos tiempos), consigue hacer un film bastante agradable, aunque las huellas de la impostación y de “voy a hacer la película que se espera de mi” sobrevuelan el metraje. Aunque uno se pregunta si para el viaje que hace la chica y su conclusión hacían falta esas alforjas argumentales. Esperemos lo próximo de Wong Kar-Wai a ver si nos saca de dudas.
Precisamente los exacerbados elogios de la crítica han sido los que me han mantenido, hasta ahora, porque nunca se sabe, alejada de este individuo, y lo poquito suyo que he visto (fragmentos en programas cinematográficos) me ha espantado lo suficiente como para mantener con él una distancia prudencial. Es muy acertada además la comparación con Paul Thomas Anderson (aunque a mí ‘Magnolia’ me gustó mucho), porque ‘Boogie Nights’ y ‘Pozos de ambición’ (no he visto el resto de su filmografía) son un horror, por mucho que digan los críticos.
Saludos.
No entendí lo de «Pozos de ambición», con ese Day Lewis al borde la apoplejía todo el rato y esa historia llena de lagunas. Aunque PTA tiene la habilidad de rematar con finales brillantes que hace pensar que todo lo que venia antes era mejor de lo que es en realidad. Y a mi «Magnolia» me gustó a ratos, pues a este chico le puede la ambición y no controla los excesos.