Ecologismo radical

diciembre 16, 2008

ultimatum

Ultimátum a la Tierra, versión 1951, es un contradictorio clásico de la Ciencia Ficción “seria”. Frente a las películas de serie “B” llenas de extraterrestres de baratillo y devoradoras masas blandengues, el film de Robert Wise ofrecía un mensaje humanista en medio de un género bastante conservador, pues los “otros” siempre venían del espacio como se suponía cualquier día iban a llegar los rusos en esos tiempos de Guerra Fría, arrasando. El alienígena Klaatu desembarcaba como un nuevo Mesías a dar un mensaje de reconciliación entre unos hombres que lo recibían muy mal. Pero más allá de su argumento y del gran oficio mostrado por Wise al armar la película, la contradicción a la que hacíamos referencia al principio se refería a una interesante contaminación genérica, pues era en realidad una historia de cine negro. Klaatu, bajo su apariencia humana, se convertía en un perseguido que huía en una eterna noche llena de sombras matizadas. Ya dijo José María Latorre que la Ciencia Ficción pura, ahora que hace poco se ha muerto el escritor Forrest J. Ackerman, que dicen inventó el término, no existe.

 

            La fiebre de los remakes ha alcanzado a este clásico del buenrrollismo pero adaptado. Si hemos de creer al productor Edwin Stoff, la idea del nuevo Ultimátum a la Tierra surgió en una reunión en la Fox, propietaria del film original. Cuando Stoff vio un poster del film de Wise en la sala donde tenia lugar el encuentro se le ocurrió instantáneamente. ¿Quién dijo que el negocio del cine estaba muy estudiado?. En su esencia se la historia se mantiene igual. Klaatu llega ante nosotros para contarnos que el planeta se nos muere por culpa nuestra, y al ver el recibimiento que le da el aparato de seguridad nacional de los Estados Unidos, mucho más poderoso ahora que en 1951, decide que somos incorregibles y mejor exterminarnos para salvar la naturaleza. Este ecologismo radical, que deja en mantillas a los discípulos de Al Gore, nos lleva a la humilde reflexión de que al fin y al cabo somos una especie más de la Tierra y que no deberíamos ser tan gallitos. Pero más allá de esta anécdota, poco más ofrece este nuevo Ultimátum a la Tierra, que no le hace la mínima sombra a la primera versión y más bien la enaltece.

 

            El film empieza con las adecuadas dosis de tensión y dramatismo, pero poco a poco se va desfondando y convirtiéndose en un más bien pesado discurso. Los intentos de dar entidad dramática a la historia, con las malas relaciones entre la doctora y su hijastro, son más bien de telefilme. No se entiende muy bien la necesidad del prólogo, que deja más dudas que respuestas. Pero lo peor es lo del robot Gort, un personaje inolvidable de la versión de Wise que aquí se malogra. Uno no entiende muy bien porque lo retiran del metraje a mitad del film y ceden su labor destructora a una plaga de insectos corrosivos, que meten al film en una innecesaria deriva hacía los planteamientos excesivos de las películas de catástrofes actuales. Aunque a lo mejor alguien se dio cuenta a tiempo de que el efecto especial para recrear al nuevo Gort era más bien cutrillo, a pesar de las nuevas tecnologías. Y tampoco funciona como nuevo film negro, pues las persecuciones y demás ya las hemos visto mil veces.

 

            Aunque lo que salva el visionado es la maravillosa Jennifer Connally, que demuestra que su talento de actriz se halla muy por encima de este flojo remake. Su serena belleza se impone al pasmarote de Keanu Reeves, al que no le tiene que costar mucho trabajo ser tan inexpresivo como Klaatu y unos John Cleese y Kathy Bates en el consabido papel “es que lo pagaban bien”.


Vikingos de serie B

diciembre 6, 2008

outlander

Decía Jaume Figueras, uno de los popes de la información y la crítica cinematográfica española, que lo que más le molestaba del cine americano actual era la cantidad de películas de serie B que se hacen con presupuestos y ambiciones de gran producción. Viendo Outlander no hay más remedio que colegir que se trata de una sabia reflexión. Esta historieta que mezcla sin pudor extraterrestres y vikingos hubiese estado graciosa en los años 50, si un Roger Corman de la vida le hubiese metido mano y la hubiese hecho con dos duros, decorados de cartón piedra y un actor convenientemente trajeado dando el pego de monstruo. El resultado seguramente habría sido un pequeño clásico de medianoche defendido por el frikismo militante. En cambio, Outlander es un mazacote condenado al olvido y candidato a que en el futuro se vea como un ejemplo del aspecto más absurdo del Hollywood actual, el que sigue sin renunciar al infantilismo e intenta dar gato por liebre.

 

            Hay que reconocer que al menos tiene la valentía de llevar más lejos la historia que ideó el recién difunto Michael Crichton y llevó John McTiernan al cine en la malhadada El guerrero número 13 (¿Veremos algún día el montaje del director frente a al destrozada versión que circula actualmente?). Como se recordará, un árabe acostumbrado a los refinamientos propios de su cultura acababa en una tribu de brutales vikingos. En Outlander es un extraterrestre el que se estrella a primeros del siglo VIII en los fiordos noruegos. Aunque no va solo, pues lleva un monstruo de polizón que sobrevive al choque y empieza a hacer sus labores. Un bicho diseñado entre los inevitables Alien y Predator, con efectos luminotécnicos de decoración navideña del Corte Inglés incluidos. Dejemos de lado el que el protagonista sea un humano perfecto a pesar de venir de otras galaxias y que tanto él como su invitado se adapten perfectamente a nuestro planeta. Lo que sí es cierto es que Outlander desperdicia su mejor baza, el choque cultural ente el extraterrestre y los vikingos, un tema que no se explota nada. Daría igual que el visitante fuese de otra latitud terrestre y el monstruo un residuo de alguna especie perdida de nuestro planeta.

 

            Y esta falta de sutilidad se contagia al resto del film, rodado y narrado de forma tan tosca como los vikingos que saca. Se usan topicazos sin piedad –entre el monstruo y su enemigo hay algo personal, la historieta de amor, el extraterrestre tiene un pasado doloroso que limpiar en La Tierra-, las escenas de acción están resueltas de forma confusa y las partes del alien suenan demasiado vistas. Para rematar, el protagonista es el antipatiquísimo actor Jim Caviezel, y no por su conocido integrismo religioso que hace a Mel Gibson un teólogo de la liberación (aún así, a Caviezel se le debe haber escapado el único detalle malévolo de Outander, cuando el cristiano intenta derrotar a la bestia con su fe y es destrozado), sino porque como de costumbre su único registro es poner todo el metraje cara de sufrimiento. Al menos está el gran John Hurt para compensar y un Ron Perlman infiel por una vez  a Guillermo del Toro. Pero no son suficientes para salvar a Outlander del desastre.


Secuela contestataria

julio 4, 2008

Como decía Jordi Costa en su crítica de El increíble Hulk de hace unas semanas en El País, debe ser el primer caso en que una segunda parte de un film se hace en contra de la película original. Es sabido que a Stan Lee y sus cuates, cada vez más volcados en el negocio cinematográfico y menos en el de los cómics, no les gusto nada la versión que de La Masa hizo Ang Lee hace unos años, y su respuesta ha sido fulminante. Destituciones masivas y cambio de tendencia. El taiwanés hizo una rara película de superhéroes donde llevaba la trama a su terreno, el de las relaciones familiares y el lirismo de los amores bizarros. Había veces en que parecía una nueva versión de La bella y la bestia. Lo peor es que la taquilla no respondió y Lee (Stan)  ha demostrado ser un duro productor.

 

            Quería más acción y menos lirismo. Para ello ficho como nuevo director a Louis Leterrier, uno de estos jóvenes cineastas galos obsesionados con imitar a los modelos americanos, como demostró en Danny the Dog y Transporter 2. El resultado es menos poesía y más acción. Pero lo curioso es que el modelo Lee (Ang) ha sobrevivido a tanto cambio y se trasluce en la relación entre Banner-Hulk con su amada Betty Ross, que ahora se parece a King Kong tomando a su chica y llevándola a una gruta –en pleno Nueva York- bajo la lluvia. A pesar de todo la Marvel se ha dado cuenta que su personaje es más que una masa verde que da tortazos. Pero Leterrier no es el cineasta adecuado para reforzar estos puntos y va rápido para lo que le han contratado, la acción pura y dura. Y aquí la película cojea.

 

            Es curioso que el proyecto Hulk se esté cobrando víctimas a gran velocidad. A los depurados del primer film habrá que añadir al protagonista del segundo Edward Norton, que quería un film a lo Lee (Ang). Pero Lee (Stan) destrozó sus sugerencias y reforzó la parte de los puños, lo que ha llevado al actor a negarse a hacer promoción, con lo que probablemente si hay tercer Hulk tendrá otros rasgos. Aquí La Masa se enfrenta a La Abominación, un militar de fuerzas especiales (pero con el detalle de haber nacido ruso) que quiere probar el poder de ser un superhéroe transformado. Lo que no resulta creíble es que le de vida Tim Roth, actor estupendo para papeles inquietantes pero demasiado escuchimizado y mayor para ser creíble como un combatiente de elite. Hay una idea interesante que se pierde, como es que este militar quiere desdoblarse en alguien más poderoso precisamente porqué se siente viejo, pero no se explota. Y también hay algunas carajadas de estas que le gustan tanto a los guiones modernos de Hollywood y que dañan la credibilidad del conjunto. El increíble Hulk es una película entretenida a ratos pero que se deja llevar por demasiados estilemas del cine actual, como peleas alargadísimas y a veces confusas. Pero hay Marvel para rato, pues así como tras los créditos de Iron Man había una sorpresita en El increíble Hulk hay otra, aunque esta vez no hay que quedarse hasta el final del todo para verla. Algo que indica que tras los proyectados filmes sobre Thor y El Capitán América, el proyecto Vengador se acerca.


Rebelión natural

junio 17, 2008

¿Vive Shyamalan de las rentas de El sexto sentido? Mal que le pese, casi diez años después de su famosa historia de fantasmas hay que colegir que algo sí. Al director hindú cada vez le gustó más la trampa narrativa y no supo encontrar el milagroso equilibrio entre ella y la genuina sorpresa que recorría El sexto sentido. Lo peor es que a su éxito más rotundo siguió un creciente conservadurismo que llegó a lo puramente reaccionario en Señales, con su terrible –y no por los extraterrestres- plano final. Parece que lo que le interesaba era enderezar familias en peligro a los que las catástrofes que acaecían sobre ellos las llevaba a redescubrirse.

 

            No obstante, la hermosa fábula La joven del agua parecía marcar un nuevo camino, ya que volvía el narrador elegante. El problema es que la vendieron como un film de terror puro y duro –ahí estaba su engañoso trailer- cuando no lo era en absoluto, con lo que muchos se desengañaron al verla. Lo malo es que Shyamalan no ha aprovechado el giro y ofrece más de lo mismo en su nuevo film, El incidente. De nuevo una tragedia cae sobre un matrimonio que no lo tiene nada claro, y donde ella es una infiel. Parece que la naturaleza se ha hartado del expolio al que le sometemos los humanos y empieza a extinguirnos, emitiendo una toxina que provoca suicidios. Shyamalan disimula que en el fondo la historia no tiene mucha entidad con su efectivo estilo. Evita los sustos fáciles –de nuevo los trailers son engañosos- y rueda las muertes con elegancia, sin recrearse en exceso, salvo en dos prescindibles momentos. Pero no se puede ocultar que en fondo es un rutinario film de catástrofes con pretensiones. Eso sí, el conservadurismo del director aparece sin recato. El viento que esparce las toxinas puede ser el aliento de  Dios como en el Antiguo Testamento y otra vez una pareja en crisis se arregla gracias a ello. Tal vez por ello son respetados por la desatada naturaleza, no como ese matrimonio que se separa y por ellos muere. Es una sublevación de las plantas muy moralista.

 

            Hay una parte interesante en la película, cuando deambulan sin rumbo intentando huir de la rebelión natural y se topan con una serie de peligrosos freakies de la América profunda. Una metáfora del caos social que puede vivir parte de la sociedad estadounidense actual cuando el miedo se apodera de ella. Pero es muy poco teniendo reciente la estupenda La niebla de Stephen King que incidía en ello de forma muy efectiva. El incidente se va perdiendo en lo que en realidad es una película bastante topica, incluyendo el profesor de naturales que es capaz de ir deduciendo sobre el terreno lo que está ocurriendo por ciencia infusa. Y el final es digno de los filmes baratos de ciencia ficción. Una película que ofrece mucho menos de lo que aparenta su trascendente estilo.


Terror en el hipermercado

junio 3, 2008

En una célebre escena de Los pájaros, una despeinada Tippi Hedren se refugiaba en un restaurante tras un ataque de las levantiscas aves. Allí tenía lugar un inquietante diálogo entre varias personas desconcertadas ante lo que esta pasando en su antaño apacible pueblo. Entre ellas una señora ultraderechista que pone los vellos de punta con su interpretación de la sublevación de los pájaros. Es la escena clave de la película, la que demuestra la intención del maestro Hitchcock en esta desoladora obra maestra. La separación humana y como las catástrofes lejos de unir disocian y sacan las diferencias.

             La niebla de Stephen King, llamada así tanto por el reclamo del escritor de Maine como, suponemos, evitar comparaciones con La niebla de John Carpenter, es como una versión corregida y aumentada de esta secuencia hitchcockiana. Como el genio londinense, Frank Darabont usa el terror como metáfora social. Y como tal la película no tiene desperdicio. Una extraña niebla que esconde inenarrados monstruos se apodera de un pequeño pueblo, dejando a un grupo de gente atrapada en un supermercado. Pronto queda claro que el principal problema no es lo que acecha entre las bajas nubes, sino como diría Sartre, que el infierno son los otros para con los demás. El grupo tiene que sobrevivirse a si mismo antes que los engendros que les rodean en la oscuridad.

 

            Es la tercera vez que Darabont adapta a King (la cuarta en realidad si añadimos un cortometraje hecho en sus años juveniles) y parece que su mirada se ha agriado. Cadena perpetua era una hermosa fábula sobre la libertad y La milla verde, a pesar de la dureza de la pena de muerte, dejaba entrar lo maravilloso. Luego, ya sin las muletas de King, hizo The Majestic, un inmerecido fracaso que demostraba lo difícil que es en este principio de tercer milenio que la gente se trague historias a lo Frank Capra. Tal vez por ello ha oscurecido su mundo. A esto se une que La niebla es un relato largo –o novela corta, que nunca me aclaro con esto- de 1980, la mejor época de King antes de convertirse en una churrería del terror, cuando era capaz de hacer obras que eran amargos reflexiones sobre la sociedad americana, como El resplandor. Darabont es fiel a ello. Su amarga fábula social tiene los elementos justos del cine de terror viscoso y algo gore para justificar el género, incluyendo una innecesaria alusión a la saga de Alien. Pero lo que importa es ver a este grupo de egoístas pensando sólo en salvarse a si mismos. La mujer a la que nadie va a ayudar cuando decide buscar a sus hijos. Los chulitos que cuando estalla el horror son incapaces de hacer nada. Y sobre todo, esa fanática religiosa que aprovecha la crisis para hacer adeptos. Veo innecesario recalcar lo que significa hoy en día hablar en un film estadounidense de gente asustada ante amenazas innominadas que cae en manos de una dictadura religiosa.

 

            Por si quedaba alguna duda de que Darabont no va a hacer concesiones se nos reserva un final insólito en una película comercial americana de hoy en día. Si en Los pájaros los protagonistas se perdían en la nada rodeados de aves aquí hay un desenlace de una contundencia tal que nos deja claro que lo que hemos visto era definitivamente un cuento cruel sobre una crisis social.

 


En busca del tiempo perdido

mayo 24, 2008

Confieso mis reticencias ante la resurrección del arqueólogo más famoso de la Historia del Cine. Su vuelta me recordaba a estos grupos ochenteros que metiendo barriga y tapándose las calvas sacan un nuevo disco y dan una nueva gira, intentando embelesar a un público igual de adiposo que ellos. O más, puesto que los espectadores no tienen dinero para liftings. Estas operaciones son tristes, puesto que lo que se intenta en realidad no es recuperar una música, sino el espíritu de los 20 años de edad perdidos en ese mar de decepciones llamado vida.

 

            Debo seguir confesando, amparado en la nostalgia que despierta el regreso del látigo del Doctor Jones. Yo no vi En busca del arca perdida en su estreno de 1981, sino en su reestreno de 1983, antes que el vídeo/DVD y la voracidad televisiva acabara con esa maravillosa práctica de las reposiciones en salas. Para aquel adolescente ya cuasijoven que se estaba empezando a aficionar al cine más allá de lo razonable fue un shock. Nunca se lo había pasado tan bien en una sala y nunca, hasta la fecha, volvería a sentir esa emoción tan pura ante una película. De hecho, en las dos semanas que duró en cartel la reposición la vio tres veces más. Con estos antecedentes de hace un cuarto de siglo, creo comprensible mis reticencias. Volver a ver a un avejentado Indiana Jones sería la constatación no de que seguimos siendo jóvenes, sino de que ya somos viejos.

 

            Y dejo ya de confesar, pues supongo que si ustedes están leyendo esto no es para ver como el abajo firmante usa sus privilegios de blogmaster, sino para ver si veinte años de espera han merecido la pena. Y la respuesta es que no. Esta cuarta entrega llega tarde. Tal vez cuando se empezó a hablar de ella en 1994 hubiese tenido sentido, pero no ahora. Spielberg dijo claramente en Cannes el otro día que él ya está haciendo otro tipo de cine. También ha envejecido como cineasta, pero para bien. En busca del arca perdida es un film que se hace con 34 años, no con 62. Cuando el maestro de Cincinatti viene de una obra maestra tan oscura como Munich se comprende que no tenga ganas de meterse en una montaña rusa otra vez.

 

            Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es un film cansado. No por Harrison Ford, que sigue siendo bajo sus canas gallardo y calavera (sin pretenderlo me ha salido un chiste fácil), sino por que no tiene ya el jocoso espíritu que hicieron de los otros filmes un espectáculo inolvidable. Se nota el triunfo del oficio de Spielberg, que es mucho, sobre su inspiración. No hay tantas escenas de acción y las que hay están rodadas con un espíritu mecánico, sin la capacidad de hacer exclamar en los clímax a toda una platea como en las otras entregas de la saga. Pero no se diferencia en nada de los modernos filmes de acción disparatada a los que irónicamente el Doctor Jones abrió camino en los 80. Y no deja de ser sorprendente que esta cuarta entrega, que se aleja voluntariamente del mundo de los seriales que era marca de fábrica, tenga algunas escenas bastante poco cuidadas. Incluso un golpe que por primera vez, a pesar de la voluntaria suspensión de la incredulidad que hacemos ante las andanzas de Indy, nos hace soltar un “¡Venga ya!”. Hasta el humor se abre paso con dificultad.

 

            Y el caso es que la película fracasa como una de Indiana Jones, pero el espectador atento encontrará algunas claves interesantes. Como la de que  Spielberg, por ejemplo, se encuentra más cómodo a estas alturas con las escenas de diálogo que en las de acción. Es sintomático que la mejor secuencia del film sea la primera, que enlaza con En busca del arca perdida de forma ingeniosísima. Un choque de Indy con la villana de la ficción, una estupenda Cate Blanchett, más psicológico que de tiros. A partir de ahí, un catálogo de escenas que parece sacado del fondo del armario de los recursos de la saga. Todo lo que se espera de ella pero capidisminuido. Incluso hay un duelo a estoque que parece sacado de otra exitosa serie, Piratas del Caribe. Dejaremos el tono patriotero del film y su deriva argumental hacía el mundo de Iker Jiménez como en la nefasta 10.000 para otra ocasión.

 

            Y si hay una prueba es que esto ya no es lo que era la da la aparición del personaje de Marion Ravenwood, la chica de En busca del arca perdida. En sus escenas de auténtica comedia con Harrison Ford se recupera el espíritu perdido, pero esto hace que el contexto de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal sea más triste. El film es pues la constatación de que Steven Spielberg ha cerrado definitivamente en su carrera el período de barraca de feria. Es un cineasta tan irregular como fascinante, pero uno intuye que en el futuro habrá más Munich que arqueólogos en su obra. Y un último apunte que puede ser significativo del descuido con el que se ha afrontado esta entrega. La acción transcurre en 1957 pero se habla de Stalin como si estuviera vivo, cuando llevaba cuatro años en una de esas tumbas a la que tanto gusta visitar el Doctor Jones.


El superhéroe de hierro

mayo 10, 2008

Iron Man es una curiosa película. Parte del superhéroe que tiene una vida menos heroica de todos. Tony Stark, niñato, multimillonario y genio de la industria armamentística. Stan Lee se inspiró para crearlo en el oscuro magnate Howard Hughes. La película malévolamente, representa al padre del protagonista que sale en fotos clavadito a Hughes. El Hombre de Hierro, por usar la terminología española que está siendo batida por los filmes sobre la Marvel, nació en plena eclosión de las protestas juveniles de los 60 y las desafiaba presentando a un personaje que era lo que ellos odiaban. La jugada salió bien, pues fue una de las criaturas surgidas de la calenturienta mente de Stan Lee que ha tenido más éxito.

 

            La película resultante, una de las dos del mundo Marvel que se estrenan este año –la otra es una nueva versión de Hulk después de que a los capitostes no les gustase nada la personalísima de Ang Lee-, presenta un curioso juego. El Tony Stark original caía en manos de comunistas vietnamitas, y el del film en manos de guerrilleros que luchan en Afganistán. En este mundo menos seguro que el de la guerra fría, donde al fin y al cabo había un villano claro, Stark llega a una serie de conclusiones y descubrimientos, que no dejan de ser un toque de atención a las grietas del nuevo orden mundial. La falta de escrúpulos de la industria armamentística queda patente así como su deseo de generar beneficios a costa de lo que sea. Increíble hallar un discurso progresistoide en una película de estas características. De hecho, parece defenderse que sólo el superhéroe individualista puede hacer algo positivo en un marco tan corrupto.

 

            Además de su mensaje, Iron Man guarda gratas bazas. Está muy bien interpretado, por Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Terrence Howard, y, sobre todo, Jeff Bridges. Puede que el conflictivo Downey, más conocido por sus escándalos que por su carrera, generé ciertas reservas, pero dado el tono del film es una elección muy apropiada. El guión se centra en el nacimiento del personaje, y eso hace que no haya muchas escenas de acción, aunque las que hay son muy contundentes. Priman las relaciones del golfo de Stark, con su caótica vida, su fiel secretaria Pepper, su amigo el coronel Rhodes y el cerebro de su empresa, el ejecutivo Stane. Además, surca la trama un divertido tono de comedia, que hace de Tony Stark el menos glamouroso de los superhéroes. En definitiva, Iron Man es un divertido espectáculo con cierta enjundia.

 

            Y un aviso a los que vayan a verla. Merece la pena tragarse los diez minutos finales de los títulos de crédito con su música matraca porque tras ellos hay una escena sorpresa que puede dar una pista de por donde van a ir las adaptaciones de la Marvel en el futuro.


Proyecto sin rumbo

abril 28, 2008

Proyecto dos sigue una deshonrosa tradición de nuestro cine, bastante olvidada: la de aquellos filmes que en los 70 intentaban imitar con más vergüenza que miedo los clásicos del terror de la época, chez Hammer a la cabeza. Esta desastrosa película, 30 años después, intenta hacer lo propio con los thrillers a la moda. Personajes cotidianos atrapados en situaciones que los superan, ciencia ficción de baratillo, sorpresas de guión fáciles y acción. Pero como digo, el resultado es nefasto.

 

La pregunta es si las cinco personas que han metido mano en el guión lo estropearon o es que fueron necesarias para intentar poner orden en algo que desde el principio iba torcido y que nadie supo arreglar. La trama esta llena de inverosimilitudes difíciles de creer. Uno no se traga a la racial Lucía Jiménez de agente del MI 5 ni a esos extraños asesinos de Europa del Este que hablan entre ellos español con acento rrruso, en vez de hacerlo en su idioma. Pero esto es lo de menos en esta trama absurda, con grandes elementos de cine basura. Uno de tantos ejemplos: se supone que en los años 60 había un sujeto científico que era igual que Adriá Collado, actor que parece estar especializándose en este tipo de filmes. Cuando aparece ya anciano no tiene ni rastro de ese parecido. La vejez cambia pero no tanto. Otro ejemplo. Al final el ayudante de Collado en el laboratorio donde trabaja le escribe una carta preguntándole donde se halla. Si la recibe no debe andar tan desorientado, digo yo.

 

            En fin, que sólo cabe señalar algo en lo que Proyecto dos se diferencia de sus antecesoras de los 70, y es en la calidad de su factura técnica. Uno cree que montadores, técnicos de sonido, etcétera, han tenido que sudar lo suyo para intentar dar coherencia fílmica a un guión naufragado desde el principio. Que buenos vasallos si hubiese buenos señores. Tal vez alguno de ellos, si se asoma por aquí, podría explicar quien demonios es quien dispara a los agentes del servicio secreto de su majestad en la terraza del hotel madrileño donde se finiquita la acción.


Sobrevivir antes del Apocalipsis

abril 27, 2008

Puede que a muchos les sorprenda que 3 días ganase el Festival de Málaga, pero era el sitio exacto donde hacerlo. Un evento como el de la ciudad de la Costa del Sol, donde se prima la industria y su gran hito es tener al Duque de Sin tetas no hay paraíso paseándose por la calle Larios todo el tiempo era el ideal para que ganase este producto. Cuenta con el patrocinio de Antonio Banderas, que sigue intentando escapar de su fracasada carrera en Hollywood –Mi novio es un ladrón llega como escolta de Iron Man el próximo miércoles- montando producciones de sabor andaluz. 3 días cumple los requisitos: además del señor Griffith se halla a la producción Maestranza Films. La dirige un debutante cordobés procedente del mundo del cortometraje, F. Javier Gutiérrez. La música es de Antonio Meliveo, otro malagueño. Los actores son mayoritariamente de la tierra, con Mariana Cordero, Vicente Romero o el algecireño Víctor Clavijo como más destacados. En este ambiente patrio, uno se pregunta si el darle el papel del villano de la función a un catalán, el gran Eduard Fernández, es más que una casualidad.

 

            Todo esta mezcla de andalucismo y solvencia industrial da como resultado un film curioso y fallido, pero con una extraña capacidad de seducción. El empezar como una película de Michael Bay, con ese satélite estallando en pedazos con una banda de sonido convenientemente elevada, es sintomático de la esquizofrenia que sacude a  3 días. Por un lado espectacularidad que sigue las normas de los thrillers americanos actuales. Por otro, un drama familiar en medio del Apocalipsis. Entre estos dos extremos se mueve Gutiérrez. Uno intuye que el director está más a gusto con la segunda vertiente que con la primera. A veces se nota demasiado que 3 días está pensada para entrar en el mercado americano, con la ayuda de la agenda de Banderas. Es la historia de una familia en apuros cuando faltan 3 días para que un meteorito se estrelle contra la Tierra y nos extinga como en su momento ocurrió con los dinosaurios. En este ambiente,  se enfrentan a su peor pesadilla: la fuga de un asesino sistemático que ya les hizo daño y aprovecha el caos mundial para rematar la faena.

 

            Esto hace que 3 días caiga en el fantasma de la indefinición. El arranque, cuando empieza el pánico, es estupendo, con la recreación de un pueblo andaluz aplastado por el calor veraniego. En esto último se nota que el director cordobés sabe de que habla. Luego, la aparición del asesino deriva a la película a una arquetípica película de psicópatas donde el que se convierte en líder de la familia por las circunstancias se halla a sí mismo. La ironía es un tanto incomprensible. Esta gente lucha por vivir cuando en horas todos estarán muertos. Pero las persecuciones y las violencias no aportan nada al género.

 

            Sin embargo, Gutiérrez se muestra como un director bastante bien dotado para su oficio. A pesar del discutible y un tanto absurdo giro argumental, consigue rodarlo todo con una tensión y un sentido de la planificación modélicos. Además, se le ve predispuesto a filmar historias con fondo dramático siempre que le dejen y no entren por medio otros factores más comerciales. Con lo que habrá que seguir la pista a este cordobés tan bien apadrinado en su debut.


El primer héroe multinacional

marzo 26, 2008

Desde ya 10.000 es una firme candidata a figurar en la lista de las peores películas que este Alcancero hace todas las Navidades. Roland Emmerich, director de brocha gorda donde los haya, fiel esbirro germano del cine americano más estruendoso, ese que se lo gasta todo en el departamento de efectos especiales y nada en los guionistas, ha caído definitivamente en el abismo. Esta seudoepopeya que recuerda a demasiadas cosas y no ofrece nada personal tiene la pesadez alemana en el peor sentido del término. Acumulación de disparates por centímetro cuadrado de pantalla sin nada de flexibilidad en su planteamiento.

            Al menos, el espectador de 10.000 debe agradecer a Emmerich que haga malas películas divertidas. La desfachatez de la historieta hace gracia si te coge de buenas. La cosa empieza con seudoantropología donde los prehistóricos se parecen sospechosamente a los sioux de las praderas. El que unos jinetes arrasen el poblado como el 7º de Michigan refuerza esa nada inocente sensación. Luego sigue con un remake encubierto de El guía del desfiladero –nos referimos a la desastrosa versión americana del año pasado-, con un malo con la voz deformada inclusive. A continuación, un segmento sacado de las persecuciones selváticas de Parque Jurásico, con unas extrañas aves gigantes en vez de velocirraptores. Seguimos con unas notitas desérticas y con antepasados de los masais a lo Las minas del rey Salomón  para acabar en una fantasía digna de los dislates de Cuarto milenio y similares. Todo narrado con un desprecio de la verosimilitud y sin cuidarse de ensamblar de forma medianamente plausible tanta acción verdaderamente asombroso.

            Pero hay algunos detallitos que indican que la película no es tan inocente como parece. 10.000 habla del primer héroe, pero se pierde la gran ironía que inicia la acción, cuando se convierte en un mito por matar en solitario a un mamut aunque en realidad lo ha hecho por una serie de casualidades. Pero por desgracia, es un primitivo honrado y asume que ha sido de rebote. La película le permite empero convertirse en una leyenda de verdad. Claro que para ello este blanquito deberá liderar la primera coalición multinacional y multiétnica y enfrentarse a un villano con indefinidos rasgos entre lo oriental y lo árabe. Con lo que parece ser que el primer héroe de nuestra raza es un antepasado de los Bush y sus coaliciones contra el terrorismo. Ni el mal cine se libra de que intenten metértela doblada ideológicamente.