Esperanzas goyescas

febrero 4, 2008

Al salir hace poco más de un mes las candidaturas de los Goya, les hablé en otro post de cómo estos premios no parecían encontrar su sitio. Polémicas con las candidaturas, decisiones absurdas para acortar la gala, extrañas presencias en los aspirantes, sobre todo en las categorías de revelación. Pero miren por donde, los Goya anoche demostraron tener futuro. Se consiguió hacer por fin una ceremonia ágil donde quedó claro que el problema para aligerarla no era el exceso de candidaturas, sino los guiones y los presentadores. A Corbacho se le ha dado prácticamente la dictadura en el escenario y el resultado ha sido muy provechoso. Nos figuramos que el ex miembro de la Cubana, también director –su segundo film se estrena en los próximos meses-ha conseguido plaza fija en la conducción de la gala durante bastante tiempo. Su humor parodiando los filmes finalistas y sus bromas, como tras cuando disparar al público travestido del Bardem de No es país para viejos dijo “le he dado a Carlos Boyero y a cuatro académicos, me sabe mal por los académicos”, es muy apropiado. Entre todos se consiguió que la gala durase menos de dos horas y media, un record positivo. Al final se demostró que se pueden entregar las categorías de cortos y alguna más. Sería cuestión de recuperar el próximo año la Mejor Película Europea.

Como de costumbre, y paradójicamente, la mayor amenaza para el ritmo vino de los actores. Capaces de memorizarse párrafos enteros para sus trabajos pero muy torpes a la hora de agradecer premios. Maribel Verdú se conmovió tras derrotar a la gran favorita y lo de Alfredo Landa no tuvo nombre, pues él si que tuvo tiempo de preparar un discurso como Zeus manda y no esa confusa mezcla de agradecimiento y elogio de su trabajo. Menos mal que Alberto Sanjuán le cerró el camino al doblete y nos evitamos una segunda parte. Por cierto, que otra amenaza a la gala es la media hora de retardo en la emisión televisiva. En los digitales de internet daban los premios al instante. Claro que ellos no pueden enseñar los trajes y escotes.

Otro motivo de esperanza es el desarrollo de los premios, donde los votantes por una vez huyeron de lo obvio. Visto el triste panorama del cine español en 2007 –por algo dijo la presidenta de la Academia en su discurso institucional que “la taquilla no lo es todo”- había dos opciones algo extremas: o apoyar al blockbuster del año que junto con [REC] saneó las cuentas in extremis o apoyar al cine de autor puro y duro de La soledad, un film en las antípodas de un El orfanato capaz de estrenarse hasta en Helsinki (vi el cártel finés allí con mis propios ojos, Orvokotti). Se decidieron por esto último, en una sana y honrosa decisión, pues la rigurosa película de Jaime Rosales es de lo mejor del 2007. El tiempo dirá si esto es el inicio de una tendencia o una anomalía de un anómalo año, y cuando regresen Amenábar, Almodóvar y compañía volveremos a lo de siempre. El caso es que tanto los Goya como los Oscars han puesto a El orfanato en su sitio, el de un hábil producto comercial.

También fue una noche de derrotar a favoritos. La excelente Verdú por la sobreactuada Rueda, el veterano Cervino, Sanjuán por Landa, Manuela Velasco por Gala Évora (aunque si les digo la verdad aquí me da igual porque me da lo mismo), José Luis Torrijo por Gonzalo de Castro, etc. En suma, que visto lo de anoche, sólo queda afinar las candidaturas y darle su sitio a todos para que de verdad los Goya puedan ser al fin tras más de dos décadas la gran fiesta del cine español.


Goyas desconcertados

diciembre 19, 2007

Los Goya enfocan su XXII edición pero no encuentran la paz. Tras más de dos décadas deberían tener un modelo consolidado y un consenso general de la profesión, pero no. Todos los años estallan polémicas en su entorno, algunas más graves, otras más de patio de vecinos. Ya quedan lejos los tiempos donde el “no a la guerra” sirvió para tapar las carencias de unos premios que no terminan de encontrar su sitio. Aunque los cómicos y los técnicos estén más asentados ideológicamente, hace pocas ediciones hubo que cambiar las normas de la votación ante las protestas de cómo algunas candidaturas acababan siendo monopolizadas por los mismos nombres. Luego, la obsesión por dar ritmo a una gala eterna que bajaba cada vez más de audiencia empezó a hacer perder el norte a los académicos. El fracasado numerito de bajarles los micrófonos a los premiados para que no se alargaran (que les gusto mucho a los responsables de 59 segundos, que se lo apropiaron), el proyectar la gala por televisión con media hora de retraso para cortar los tiempos muertos, la polémica sobre la idoneidad de los presentadores (aunque el año pasado fue un hallazgo José Corbacho), que si un  año se abusó de estrellas televisivas en detrimento de las cinematográficas, etc. Aunque uno cree que parte de los problemas de la gala derivan de que los profesionales españoles no son tan disciplinados como sus homólogos americanos en los Oscars. Les gusta demasiado salirse del guión y meter morcillas más de la cuenta. En California si a alguien se le ocurre aprovechar la plataforma para reivindicar los derechos del Tibet, castigado sin salir, por muy Richard Gere que se sea.

 

            Sin embargo, la obsesión por la ceremonia ha llevado a los académicos a superarse buscando medidas disparatadas para acortarla, como suprimir la entrega de los galardones a los cortometrajes. Además de ser un desprecio hacia un formato que da unas alegrías a público y festivales que muchas veces no dan los largometrajes, era decantar demasiado el asunto hacia los veteranos. Las protestas del gremio llevaron a la Academia a echarse atrás en su decisión, pero en venganza ha limitado las duración de los cortos que pueden optar al premio a aquellos que no pasen de 20 minutos. ¡Como si se fuesen a proyectar en la gala!. Teniendo en cuenta que las normas del ministerio especifican que los cortos llegan hasta los 30 minutos, no se entiende esta corrección por parte de la Academia. Esta arbitraria decisión ha hecho de que joyas como Traumalogía de Daniel Sánchez-Arévalo se hayan quedado fuera. Al final se ha ahorrado en el chocolate del loro para acortar la ceremonia y se queda fuera la categoría de Mejor Película Europea, en otro desplante absurdo en un país donde hay coproducciones frecuentes con el viejo continente.

 

            Este Alcancero propondría para ahorrar tiempo en las próximas galas eliminar las categorías de Revelación. Que pongan a jóvenes y veteranos a competir en igualdad de condiciones, ampliando a cinco los finalistas. Además, como todos los años, se constatan extrañas presencias entre los presuntos actores noveles. No es seria la presencia de Bárbara Goenaga, que ya tiene alguna película anterior, incluyendo el protagonismo de El regalo de Silvia hace cinco años (otra cosa es que los académicos hayan visto este film). Ni la de Gonzalo de Castro, que cuenta con una brillante trayectoria en teatro y televisión. Pero la extrañeza ante estas presencias se amplia a otras categorías. Como suele ocurrir, tanto en cortos como en documentales no se contempla lo mejor del año. En lo tocante en la no-ficción, se sigue la tónica de colocar películas que hablen sobre cine (El productor) o con nombres conocidos (Fados, Invisibles), con la no estrenada Lucio de convidada de piedra. Ni rastro de Las alas de la vida, ni de Resistencia, ni de El paraíso de Hafner, entre otros documentales destacados.

 

            Aunque en esta ceremonia de la confusión, lo más curioso es ver como el Goya de Honor, Alfredo Landa, figura en competición con Luz de domingo, con bastantes opciones de ganar vista la debilidad de sus compañeros de candidatura. Landa, que por cierto se ha unido a las broncas pregoyescas con sus declaraciones de rechazo a Garci, puede dar dos discursos de agradecimiento en la misma noche. No hubiese costado nada haber aplazado el homenaje al 2009, con el gran actor definitivamente retirado.

            En lo tocante a las candidaturas, ni los más optimistas defensores del cine español pueden salvar la cosecha de este año. Lógica la presencia del sobrevalorado blockbuster de este año, El orfanato, que ha salvado a nivel de taquilla los malos resultados de nuestro cine. Le ha quitado el puesto a otro film terrorífico que en el tiempo de descuento del 2007 ayudó a sanear los números, [REC]. La débil Las 13 rosas de Martínez-Lázaro cumple con la cuota de los veteranos (dejando fuera al Vicente Aranda de Canciones de amor en Lolita’s Cub y al Garci de Luz de domingo, que han sido placados sin contemplaciones) y el duelo que se estableció desde San Sebastián entre las feministas Siete mesas de billar francés y Mataharis se ha saldado a favor de la primera, una excelente película por otra parte. Aunque Iciar Bolláin figura como candidata a la dirección, aprovechando el hueco dejado por Juan Antonio Bayona que va como Revelación. Así las cosas, la debilidad de la mayoría de los filmes de 2007 y la ausencia de los grandes nombres ha posibilitado que la mejor película española del año, La soledad, se haya colado en las grandes nominaciones. Es un film minoritario y que sólo se ha exhibido en grandes capitales, que en circunstancias normales no habría ni olido la ceremonia a pesar de sus virtudes. No ganará nada, pero que una película así se haya colado en la gala de la industria del cine español es edificante por lo menos. Se supone que ganará El orfanato, pero a este Alcancero le da el pálpito de que no va a ser una barrida como la de Amenábar con Mar adentro (que extraña manía la de pensar en Amenábar al hablar del film de Bayona. ¿O no tan extraña?). Y Belén Rueda no debe dormir muy tranquila teniendo como compañeras de candidatura al magnífico dúo de Siete mesas de billar francés, Maribel Verdú y sobre todo Blanca Portillo. En fin, el 3 de febrero la respuesta. Les adjuntó un link abajo con el listado de todas las candidaturas.

 Candidaturas XXII edición de los Goya