La reeducación sentimental

abril 21, 2008

Tras tantear la producción internacional en su breve pero intensa filmografía, Isabel Coixet por fin ha rodado una producción completamente norteamericana, pero con el sello indie. Adapta una novela de Joseph Roth, El animal moribundo, pero fuentes fiables cuentan que la ambiciosa directora catalana la lleva a su terreno. El libro original, que este Alcancero no ha leído, parece ser una versión macarra del inmortal Lolita (que ese si lo he disfrutado, no vayan a pensar que soy un iletrado del todo que sólo ve películas), con un profesor maduro que se liga jovencitas alumnas, con encuentros sexuales narrados con fruición. Coixet lleva esta historia al romanticismo que ha marcado sus últimos filmes: el extraordinario Mi vida sin mi y el algo más formulario La vida secreta de las palabras. Como siempre en ella, en Elegy, importa más lo que no se dice que lo explícito, lo soterrado que lo contado.

 

            En el fondo, Elegy es la historia de una reeducación sentimental y sobre lo complicado que es comprometerse en esta sociedad nuestra. El protagonista, un soberbio Ben Kingsley, es un algo más que maduro profesor que no cree en el amor. Su ideal de relación es la que tiene con el personaje interpretado por Patricia Clarkson, un encuentro sexual cada pocas semanas sin complicaciones sentimentales. Ello es así hasta que aparece una alumna bajo los rasgos de Penélope Cruz (como siempre, más pendiente de ser una estrella glamourosa que una actriz y con sus carencias habituales), que atiende al extraño nombre de “Consuela”, así, en femenino. Para él será una revelación y una puerta al amor, aunque intentará escaquearse. Las circunstancias le llevarán a tener que enfrentarse a la posibilidad del compromiso.

 

            Coixet consigue una sensible película, aunque el fantasma del diseño la sobrevuela a veces. Aunque uno cree que las dos historias secundarias del film son mejores que la principal. La relación del profesor con su amigo poeta, un mujeriego inveterado, encarnado por Dennis Hooper, y con la citada Patricia Clarkson, tienen mas enjundia que la que tiene con Consuela. Entre todos dan el retrato de un sujeto hedonista y egoísta, pero el film hábilmente abre la puerta a su justificación. Tuvo un desgraciado matrimonio del que nació un hijo ya treintañero con el que no se lleva nada bien. Tal vez ello explique tanto escepticismo.

 

            Sentimiento que domina demasiado en nuestra fría sociedad actual. De ello y de la forma de vencerlo por vías insospechadas habla con elegancia y delicadeza Elegy. Aunque no desdeñen su variante melodramática. El público mayoritariamente femenino que estaba en la sesión a la que acudió este Alcancero tenía bien apretujados varios pañuelos al acabar la proyección.


Lo menor de si

marzo 30, 2008

Lo mejor de mí es un melodrama español bastante curioso. Primero porque intenta en todo momento alejarse de este género bajo la patina de un film “moderno”, con ese punto de diseño molesto que tienen los filmes catalanes aunque cuenten historias cotidianas. Segundo porque invierte la secuencia, por usar la socorrida frase de las películas de ciencia ficción. A pesar de la entrega de la protagonista por amor, hasta el punto de darse a si misma de una forma literal y no metafórica, no es un drama desaforado. Incluso podríamos decir que es pragmático en su visión de las relaciones humanas. Una historia de amor en los tiempos de internet.

 

La cosa va de una joven periodista que acaba de conseguir una plaza fija en una radio como locutora (es significativo que esto de conseguir un empleo como Dios manda sea mostrado en el cine español como algo extraordinario) y se va a vivir con su novio, un atleta que corre vallas. Su vida parece como de anuncio de la tele, pero pronto la realidad hace su cruel aparición como suele. Su chico cae enfermo con una grave infección del hígado. La entrega de ella no es tan lacrimosa como debiera por varios motivos. Uno, en el proceso descubre algo que le hace ver que su chico no es lo fiable como debiera. Dos, él como que redescubre lo que vale ella al verla intentar levantarle el ánimo en el hospital. Pero ya las cosas no serán como antes.

            Con lo que Lo mejor de mí acaba siendo una historia sobre el desamor y no sobre como llevar la pasión hasta sus últimos extremos, como parece al principio. Ya lo dijimos más arriba, es una historia propia de estos tiempos descreídos. Hay dos detalles que le dan mucha ambigüedad. La chica protagonista se nos presenta al principio como una perfeccionista que quiere que su vida sea ideal. Tal vez por ello no sea capaz de perdonar. Y desde el comienzo del film, sabemos que el atleta no es digno de su amor por lo que descubrimos. Pero ella no atiende a que realmente la ha conocido como persona en el hospital. ¿Quién de los dos tiene razón? Todos y ninguno. La gran ironía de la película es que sus personajes pueden hacer sacrificios físicos pero no personales.

            El problema es que este atractivo planteamiento no cuaja por la forma en que esta rodado. Ya dijimos que tiene unos puntos de película “moderna” en su manera de tratar una historia realista muy molestos. El desarrollo tiene algunas caídas de ritmo, con atascos en los diálogos. Y los actores, a pesar del premio a Marian Álvarez en Locarno, no están a la altura. Todo ello daña a una obra que parafraseando su título, podía haber dado algo más de lo mejor de si.


Un melodrama poco sedoso

marzo 23, 2008

Seda es un fenómeno editorial que refleja bien alguna de las características de nuestro tiempo cultural. Aunque se vende como novela, es un cuento que se lee en un rato. Los compulsivos escritores del siglo XIX se escandalizarán en sus tumbas de ver como esos tomos ingentes que ellos producían como churros se han convertido en pequeños ejemplares ideales para ser devorados en  AVE y puentes aéreos. Seda juega con el exotismo del misterioso Japón y con una historia que ofrece menos de lo que aparenta su aparataje literario. Pero está muy bien escrita y Baricco maneja con habilidad sus cartas, con esa estructura repetitiva que muchos de sus lectores reconocerán como propia de sus vidas.

            El libro se publicó en 1996, con lo que su adaptación cinematográfica ha tardado. En principio, el director, François Girard, parecía una magnífica elección. Cineasta poco prolífico, su excelente El violín rojo demostró que era capaz de manejar intimismo de categoría con estrellas y grandes presupuestos. Pero por desgracia el francés no se halla a la altura en Seda. El film no alcanza el lirismo necesario, sino que se queda en un melodrama con pretensiones de esos televisivos con que las cadenas nos torturan los fines de semana por la tarde. Girard se queda en la epidermis de la historia pero no sabe sacar todo su jugo. Su acercamiento cae en lo convencional, pero con un punto trascendente que juega en su contra. Demasiada fotografía bonita y demasiada música empalagosa. El fantasma del aburrimiento empieza a tomar cuerpo en el visionado del metraje. Además, la adaptación elimina por fuerza uno de los logros del libro. La repetición en los pasos del viaje del protagonista cada vez que se dirige a Japón que le daba a la historia su atractiva estructura pendular, la de un hombre que se mueve entre dos mundos completamente opuestos con el que acaba habiendo un insospechado diálogo.

            En cuanto a los actores, Alfred Molina demuestra su poderío, Michael Pitt, el hermano nada menor de Brad, sigue avisando de que puede ser uno de las estrellas del futuro y la insoportable Keira Knightley se empeña en su único recurso: poner permanente cara de asco. Hay que estar de acuerdo con Carlos Boyero. El estrellato de esta chica es uno de los grandes misterios del cine contemporáneo.


Cursilería decimonónica

febrero 4, 2008

Si en la película anterior de la que les escribía, En la ciudad de Sylvia, se hablaba de forma abstracta del amor, en esta que lleva esa manoseada palabra en el título, El amor en los tiempos del cólera, se usa y abusa de sus aspectos más cursis. Este Alcancero, que ve mucho cine y no lee todo lo que debiera, al menos literatura, no conoce bíblicamente el libro de García Márquez que lo inspira. Gente muy fiable me dice que es una obra hermosa, pero la adaptación de Mike Newell parece que no se ha enterado de nada. Es difícil en estos pragmáticos tiempos hacer pasar una historia amorosa al estilo decimonónico. Seguramente, la prosa del Nobel colombiano lo consigue, pero la película no. Resultan bastante increíbles estos ataques de cursilería, que tampoco tienen mucha inspiración en su ejecución.

            Hay otros aspectos muy discutibles. Es una típica película meeting polt donde se mezclan sin orden ni concierto actores españoles, colombianos, italianos y estadounidenses. Javier Bardem está estupendo pero tiene el mismo problema que George Clooney en la sobrevalorada Michael Clayton: es una presencia cinematográfica demasiado rotunda para ser creíble como un personaje en el fondo bastante pánfilo. Menos mal que los hermanos Coen parecen haber sabido esto dándole el papel de asesino en la inminente No es país para viejos. Los demás no están a su altura. Giovanna Mezzogiorno como el objeto de los deseos de Bardem durante medio siglo no parece envejecer al mismo ritmo que sus compañeros. El mediocrísimo Benjamín Bratt como su esposo esta sencillamente fatal. Lo peor, empero, es que en manos de un anglosajón como Newell, el lejano director de Cuatro bodas y un funeral, El amor en los tiempos del cólera se convierte en una tópica película de hispanos chillones e hiperactivos. El que Shakira punteé la acción con sus hipidos, como si no hubiese otra música sudamericana, es muy significativo.

 

            En fin, que García Márquez sigue sin tener suerte en sus versiones para el cine. El amor en los tiempos del cólera se une a las fallidas Erendira, El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada. A lo mejor sencillamente es que hay escritores a lo que es mejor dejar en paz cinematográficamente hablando porque su mundo no es trasladable y sólo funciona en el mágico terreno de las palabras.