El camino falso

abril 14, 2009

alfinaldelcamino

Tal vez, la nueva ministra de Cultura, que se está convirtiendo en una presencia obsesiva en este recobrado blog, debía mirar hacía otro sitio en su cruzada contra los males del cine español, y no sólo internet. Como dice la amiga Mininha, los filmes españoles no son los más solicitados en la mula y similares. Más bien debían preocuparle otras cuestiones, como las que suscita el visionado de Al final del camino. Por ejemplo, hay una todopoderosa televisión detrás de la cinta, Antena 3. Se supone que las leyes que obligan a las cadenas a dedicar parte de sus inversiones al cine era para hacer productos de calidad y no este chanchullo, que lleva los malos hábitos de las series televisivas a la gran pantalla. El que las productoras de los seriales se hallen metidos en labores cinéfilas está provocando este efecto donde el audiovisual español parece un totum continuum. Un espectador que asista a este film por la tarde en el cine puede empalmar por la noche con Aida, Doctor Mateo o Cuestión de sexo sin solución de continuidad. Es como ver la misma función, con los mismos latiguillos estilísticos.

 

            El éxito el año pasado de Fuera de carta, producida por Daniel Ecija con los modos de Globomedia, ha marcado una ruta, del que Al final del camino es un nuevo jalón. Su guión, su realización, las problemáticas de los personajes, los estilemas de las actuaciones (encabezadas por la pareja de Aquí no hay quien viva, Malena Alterio y el unidimensional Fernando Tejero) y el timing de los diálogos son los propios de estas presuntamente sofisticadas teleseries. Pero el film, con su historia de parejas en crisis, no oculta que en el fondo es bastante rancio. Además de pertenecer a ese fastidioso género de filmes españoles donde parece que el único problema de esta invertebrada nación son sus relaciones sexuales (a lo mejor ahora con la crisis se aproximan más a los problemas de la gente común), Al final del camino no puede ocultar que bajo su patina urbanita su humor es profundamente antiguo. Chistes eróticos de colegio, gags gays, la insoportable pareja de risa fácil, y una sátira social que de suave es casi inexistente. Como sus modelos televisivos. ¿Cuándo veremos los equivalentes patrios de Los Soprano o The Wire?

 

            Sin embargo, tras el visionado, uno se queda con una pregunta malévola. La banda sonora del film ofrece en sus créditos la recuperación del clásico del pop español Free Yourself, obra del grupo Los Canarios cuyo líder era… Teddy Bautista, el Señor de los Derechos ¿Acaso está usando su influyente papel para que saquen del armario sus viejas canciones y embolsarse los royalties que con tanto ahínco defiende? Aquí les dejo la canción, un actuación en vivo en la que el Señor de los Derechos tiene al final un arrebato a lo Cachao. Eso si, gratis total.

 

 


Querer y no poder

noviembre 29, 2008

queparezca

Gerardo Herrero es un profesional de nuestro cine que le gusta estar detrás de las cámaras en diversos cometidos, siempre directivos. Productor avezado, uno de los pocos que justifica el término “industria” en nuestro país, frecuentador y ganador habitual del Festival de Málaga, desde hace tiempo le ha cogido el gusto a dirigir sus filmes. Sin embargo, todo el talento que tiene como productor le falta como cineasta en activo. Sus películas siempre pecan de una falta de aire lamentable. Es un narrador pesado y al que le cuesta dar agilidad a sus narraciones, que siempre tiran a lo obvio por otra parte.

 

            Esto es grave en los dramas, en los que parecía haberse especializado Herrero, pero en una comedia es directamente letal. Y comedia es su último trabajo como director, Qué parezca un accidente. Un trama negra, con asesinos a sueldo y suegras cabreadas, como una actualización de los viejos chistes de la España eterna sobre las madres políticas que no funciona. Los defectos de Herrero chirrían más que nunca en esta película que no tenía malos mimbres, pero que el director desperdicia. Hay cosas inverosímiles desde el principio, como la “nacionalidad” de los actores. Está ambientada en Canarias –las instituciones oficiales del archipiélago que figuran al principio deben haber puesto dinerito para que sea así, lo que lleva a los habituales planos gratuitos turísticos- con Carmen Maura y José Luis García Pérez con sus respectivos acentos madrileño y sevillano. Esto no tendría importancia de no ser porque la actriz canaria Yaiza Guimare da vida a la hija de la Maura con su impecable deje guanche, mi niño. Nadie explica si doña Carmen y García Pérez son emigrantes –se supone que sí- y si la chica ha nacido allí, pero el efecto es chocante. Más bien es poca preparación de los personajes y demasiado gusto por la pela, como el meter argentinos sin ton ni son para justificar la coproducción con el país del Río de la Plata.

 

            Qué parezca un accidente pierde mucho tiempo en prolegómenos, algo bastante malo cuando la película dura 90 escasos minutos. El reencuentro entre el asesino encarnado por Federico Luppi y su hijo consume demasiado metraje de resultas de lo cual todo se resuelve con precipitación. Además, el pesado estilo de Herrero ralentiza en exceso la acción, con lo que los golpes de humor no son efectivos en una película no muy bien estructurada tampoco, con lo que va perdiendo fuelle poco a poco. Pero como de costumbre, merece la pena verse por el gran Luppi, cuyo formidable talento se encuentra una vez más por encima de una película. El que no se consuela es porque no quiere.


Tecnología con corazón

agosto 18, 2008

Lo sorprendente de WALL-E, el último prodigio Pixar, es ver como se las arreglan para meternos por toda la escuadra una auténtica distopía, camuflada en un nada inocente film de dibujos animados. Si quedaba alguna duda de que estos chicos iban a reventar un género tan codificado en su vertiente mayoritaria aquí esta la prueba definitiva.

 

            WALL-E, con el que la Pixar vuelve a recobrar su crédito tras la previsible y algo untosa Cars, habla de un futuro bastante triste para el ser humano. El planeta se ha convertido en un vertedero y los supervivientes se han ido a vivir a una gigantesca nave espacial. En la Tierra se ha quedado un robot modelo WALL-E, limpiador y reciclador de basura, que lleva una solitaria existencia hasta que aparece un sofisticado robot femenino que le muestra que otro mundo es posible. Pero este planteamiento no da idea de la riqueza argumental de la película. Definitivamente, la gran tradición del cine americano se ha refugiado en el cine de animación y en el que fuera su hermana pequeña, la televisión. Es mucho más gratificante ver un episodio de The Wire, Los Soprano y demás o ver una película Pixar que tragarse el 90% de la producción de ficción real que sale de los grandes estudios de Hollywood. Cuando uno ve la vida de este entrañable robot, su rutina cotidiana, su amor por el musical Hello Dolly, nadie puede sospechar la capacidad de la trama para girar cada diez minutos de forma sorprendente y llevarnos a unos clímax que no se intuyen nada al principio. WALL-E es una mordaz crítica a una sociedad hipertecnificada, que excluye en su estudiada perfección los sentimientos y nos degenera hasta físicamente por confiarlo todo a las máquinas. En un excelente detalle de un film lleno de ellos, se ve la foto de los comandantes en la historia de la nave donde transcurre la segunda parte de la película, y vemos la regresión física de los mismos. Claro que tanto poder es peligroso. Igual como en 2001 las computadoras nos vigilan y controlan demasiado, como una guardia pretoriana que no nos deja salir al patio. Y es muy malévolo que el futuro según parece esta organizado no por países, sino por una gran empresa cuyo jefe se porta como el presidente de los Estados Unidos. No cabe duda que los cerebros del film no tienen muy claro el futuro que nos espera en manos de los neocons.

 

            Además, WALL-E es un nuevo reto técnico, no por la calidad de la animación, que es mucha, sino por darle el protagonismo a dos robots que cuentan con muy pocos recursos expresivos a priori. Y es aquí donde la Pixar se sale, consiguiendo que estas dos maquinas tengan más corazón que los sosos humanos que aparecen. Un tout de force magistral en una película sorprendente, aunque la fusión con la Disney se note en algún momento demasiado sensiblero. Pero es una simple tuerca algo suelta en un mecanismo que funciona a la perfección. Ahora, que aprendan de una vez los de las películas de ficción. Cuando un film de animación desprende más vida que muchos de los actores del Hollywood actual es para preocuparse.


Alma de cortometrajista

abril 23, 2008

 

A pesar de la cacareada crisis del cine español, no dejan de producirse los debuts de nuevos directores con un pasado de cortometrajistas. Es el caso de Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen, que se inician en el gran formato con 8 citas. Lo que no es tan normal es que mantengan el corto en sus largos. Su film es una suma de películas breves, de unos diez minutos cada una. Como un librito de relatos sobre el amor y las relaciones de pareja. O un programa de películas breves sobre el mismo tema.

 

            Si hubiese una industria potente en nuestro cine, no cabe duda que Romano-Sorogoyen tendrían un gran futuro. 8 citas tiene una solventísima factura y un reparto de impresión, que mezcla jóvenes –Raúl Arévalo, Arturo Valls, Verónica Echegui, etc.- y veteranos –Miguel Ángel Solá, Adriana Ozores- y medios –Belén Rueda, José Luís García Pérez y alguno más-, lo que le da un molesto airecillo de serie televisiva. De estas que mezclan varias generaciones para que todas las edades se vean representadas. Hasta el estilo de cada historia cambia, en función de la juventud o no de sus intérpretes. Como decía Nicholas Ray, no hay una fórmula que garantice el éxito y si una que garanticé el fracaso: contentar a todo el mundo.

 

            Y es que 8 citas  es blandita en su formulación, como si precisamente quisiese que los espectadores salgan contentos y no se compliquen mucho la cabeza. Todos los sketches suelen tener un final más o menos feliz, o al menos con la puerta abierta a la esperanza. Las situaciones más comprometidas seguro que no llevan la sangre a ningún río. Además, el film usa el consabido truco de que todos los personajes están relacionados al final, un recurso que ya es cansino. La comicidad es forzada y algunas de las historias están hechas con profesionalidad pero sin pasión. Con lo que 8 citas acaba siendo un film fallido que encima constata una realidad preocupante: lo mal que le sienta a una impostada Belén Rueda el estrellato.


Cocido bajo la cocina de diseño

abril 12, 2008

 

 

        Sin pretenderlo, Fuera de carta  hace en su metraje una magnífica metáfora de su entidad como película. De la misma manera que se pasa en la trama de un restaurante chic moderno (de esos que ponen poca comida en inmensos platos cuadrados) a una tradicional casa de menú a diez euros, el film, a pesar de su apariencia sofisticada, huele a garbanzo si arañamos algo la espuma de mar de sus situaciones.

 

            Y es que Fuera de carta se hace trampa a si misma. Parece una comedia gay elegante, defendiendo el modelo de Zapatero de homosexuales con derecho a boda y a crear sus familias. Pero las apariencias engañan. Por debajo, corre la homofobia hispana de toda la vida. Los chistes de dudoso gusto pergeñan la trama, de un modo que uno ya no sabe a quien ridiculizan en realidad, si a los que los hacen o a sus blancos. Los gays tampoco salen muy bien parados. Puede que tengan hijos y vivan en encantadores pisos, pero no dejan de ser las locazas de toda la vida. Con lo que Fuera de carta perpetúa todos los tópicos homosexuales a pesar de estar intentando, al menos en teoría, alejarse de ellos.

 

            Independientemente de esto, otros problemas, más específicamente cinematográficos, dañan la cinta. Es el debut de otro de los cerebros de  Siete vidas, tras el de Tom Fernández en La torre de Suso el pasado otoño. En concreto, Nacho Gª. Velilla. También la produce Daniel Écija, que hizo lo propio en la exitosa serie de Telecinco. Esto le da al producto un aire de serial catódico que en la pequeña pantalla puede funcionar pero que en la grande resulta molesto. Y, sobre todo, hay algo que es mortal para cualquier película pero en especial para una comedia, y es que las situaciones se ven venir a la legua.

 

            No obstante, Fuera de carta está construida con cierta habilidad y para una tarde de domingo sin pretensiones puede valer para públicos que no quieran calentarse demasiado la cabeza buscando las vueltas a los filmes. Y también hay que mencionar a los actores. A pesar de un insoportable Fernando Tejero, empeñado en demostrar película a película que sólo tiene un único registro interpretativo, se hallan los estupendos Javier Cámara y Lola Dueñas, capaces de levantar ellos solos la película por encima de sus limitaciones.


Política de aficionados

febrero 26, 2008

La guerra de Charlie Wilson es de estas películas que esconden una gran trampa. Se vende como un nuevo escalón en la cadena de filmes que progresivamente le están dando caña a la administración Bush, pero no es tan crítico el lobo como lo pintan. Parte de la culpa la tiene el guionista, Aarón Sorkin, un sujeto ideológicamente muy ambiguo. Sorkin escribió los libretos de Algunos hombres buenos y El presidente y miss Wade. El primero era una militarada sin concesiones, y el segundo dio pie a la obra maestra del guionista, la excelente serie El ala oeste de la Casa Blanca, creación suya y cuyas primeras temporadas escribió. Es un magnífico dialoguista y su acercamiento al poder no es nada destructivo. Más bien es lo que en América llaman un “demócrata Jeffersioniano”, rasgo que comparte con Michael Moore. Ninguno de los dos cuestiona el sistema, sino su perversión en manos de las élites actuales. Su idea es volver a los viejos tiempos de las asambleas y de la democracia más verdadera y menos tecnocrática. 

La película que nos ocupa es buena prueba de ello. La guerra de Charlie Wilson recupera una historia real, la del congresista por Texas del mismo nombre que se dedicaba a la buena vida sin preocuparse mucho de su labor legislativa hasta que se cruzó la invasión rusa de Afganistán. Impulsado por una ultraderechista millonaria amiga y ocasional amante consiguió que la CIA se tomase el tema en serio y multiplicase ad infinitum sus esfuerzos allí, dando armas y aprovisionamientos a los guerrilleros afganos hasta que consiguieron expulsar a los soviéticos de su país. La consecuencia es conocida. Se ganó la Guerra Fría pero quedaron miles de radicales islámicos armados y entrenados que acabaron convirtiéndose en la pesadilla de la América actual. Pero el guión no incide en esto ni cuestiona el derecho de Estados Unidos a librar sus guerras encubiertas. Más bien es una defensa del individualismo americano frente a la burocracia estatal. Mientras que los poderes oficiales no se tomaban en serio lo de Afganistán, Wilson, su amiga ultra y un pintoresco agente de la CIA que, oh sorpresa, se lleva mal con sus jefes acostumbrados a la política de despachos, lo arreglan todo.  

Visto desde ese punto de vista, es admirable. Pero no deja de ser inquietante que la política de Washington acabe en manos de una panda de aficionados. Que el filme no se cuestione esto ni la extraña alianza que incluye una multimillonaria ultraderechista y ultracatólica junto con un congresista más interesado en ligar que en legislar es sorprendente y daña mucho su presunto pedigrí liberal. Hay que hacer lo que hay que hacer en cada momento y no importa quien lo ejecute, parece ser el mensaje de la película. Hay dos escenas muy significativas. La primera cuando Wilson se conciencia tras una cinematográficamente manipuladora visita a un campo de refugiados afganos. Nadie ha parecido caer en que eso está ocurriendo ahora mismo en Irak. La segunda, cuando tras la derrota soviética, los planes del congresista para reconstruir Afganistán caen en saco roto. El papel de América no debe ser sólo guerrear, sino también ayudar. 

No obstante la película es interesante para públicos que no quieran calentarse mucho la cabeza con cuestiones políticas. Sorkin demuestra su habilidad para los diálogos, Mike Nichols, sí, el de El graduado, dirige con ritmo y los actores, en especial un divertidísimo Philip Seymour Hofffman, están muy bien. Pero uno sale con una excesiva sensación de que le han querido dar gato por liebre. Lo que queda claro es que en Estados Unidos hay una “tercera vía” que no reniega del papel imperial del país, sino que quiere que se ejerza con más dignidad y generosidad. ¿Votarán estos a Hillary, Obama o a McCain?.


Agentes intergeneracionales

enero 30, 2008

Mortadelo y Filemón: misión salvar la Tierra es la lógica secuela de uno de los grandes éxitos del cine español que supo pulsar una tecla intergeneracional, la de cientos de españoles que se han criado con las criaturas paridas por el genio de Ibáñez. La primera entrega la dirigió el director español más adecuado para llevar a las imágenes el delirante mundo del autor de cómics, Javier Fesser, dotado de un poderoso estilo visual que devoró un poco la película. Demasiado personal para ser fiel adaptador de las imágenes de Ibáñez.

 

Curiosamente, el más neutro Miguel Bardem, sustituto de Fesser en esta secuela, si se pega más a los dibujos originales. Su estilo de dirección es menos poderoso, pero eso mismo consigue que se puedan ver los detalles en los planos como se veían en las viñetas de las entrañables ediciones de Bruguera. Eso hace que sea el diseño de producción el que prime sobre el estilo visual de Bardem, más académico quizás, pero más honesto. El resultado es una película que homenajea a los personajes de la TIA, incluyendo a Rompetechos, otro de los frikies paridos por Ibáñez, que aquí cobra más protagonismo. Los agentes se actualizan con preocupaciones ecológicas y con reivindicaciones salariales. Aunque la elección de Edu Soto como Mortadelo es un error, pues compone un personaje demasiado infantil. El que se lleva la palma como actor empero es el cañailla Alex O’Dogherty, como un agente rival con bastante gracia gaditana, detalle este último que domina mucho la película. Un informativo habla de que debido al cambio climático los pingüinos están emigrando al carnaval de Cádiz (sic) y en una de sus transformaciones Mortadelo imita a un cani viñero. Gades está de moda o la gente del cine veranea demasiado en Zahara.

 

En fin, que Mortadelo y Filemón: misión salvar la Tierra es una película que a pesar de sus hándicaps satisfará a los seguidores de los personajes de Ibáñez que pueden vivir un rato nostálgico de lectura de tebeos a la salida de clase. Su éxito el primer fin de semana de exhibición así lo atestigua.


Iniciación en ferrocarril

enero 14, 2008

En Viaje a Darjeeling, Wes Anderson sigue con su deconstrucción de la familia americana, que es la piedra angular de su cine. En estos tiempos donde los obispos ultracatólicos vuelven al púlpito del Viernes Santo a atronar contra la destrucción del matrimonio con hijos tradicional, las películas de este atípico tejano, que demuestra que en su tierra hay algo más que revólveres y petróleo, son un bálsamo. Sin embago, este Alcancero no está de acuerdo con los que dicen que en Viaje a Darjeeling es superior a otros trabajos anteriores más marcianos de Anderson, en especial esa obra maestra del absurdo con sentimientos que es Life Aquatic. Uno prefiere la salvaje escena de esta última película donde Bill Murray extermina a los que han asaltado su barco a ritmo de Iggy Pop que toda la delicadeza de Viaje a Darjeeling. Cuestión de gustos.

            Y no es que este Alcancero carezca de sensibilidad, sino que le parece que Anderson, con su última película, inicia un proceso de acercamiento al público mayoritario que de algún modo traiciona su ser más radical. A pesar de los habituales toques del tejano, no deja de ser un convencional viaje de iniciación de tres hermanos a lo largo de la India, lo que permite una cierta parodia de los pijos que se van a este país a buscar la paz espiritual. El mito sigue funcionando, como lo demuestra la cantidad de famosos y famosetes que en cuanto tienen unos días libres se van allí porque es guay. Gran parte de la cinta transcurre en el tren que da título original al film (The Darjeeling Limited) en lo que es un clásico paralelismo viaje físico-interno. Un tanto chocante, pues las experiencias que viven son más internas que externas, con lo que las aventuras no les afectan tanto. Sin embargo, no sería de justicia negarle a Anderson la habilidad de contar su en el fondo previsible historia de forma suave y poética, usando a un buen grupo de actores. Pero hay un detalle que avisa de los malos modos que puede adquirir el cineasta en el futuro. Me refiero al prescindible cortometraje que abre la función que se supone es una aventura galante de uno de los hermanos protagonistas antes de su viaje hindú. Una muestra de que el camino que Wes Anderson puede adoptar en el futuro si se convierte en un esteticista sin base. Tal vez en vez de dar puerta al inasible genio de Bill Murray como hace al principio de Viaje a Darjeeling, debería recuperarlo para volver a viejos y más disparatados tiempos.


Policías campestres

diciembre 8, 2007

El director Edgar Wright y el guionista y actor Simon Pegg se dieron a conocer en 1999 con la corrosiva comedia televisiva Spaced. Aunque desconocidos aquí, son un éxito en Gran Bretaña. Siguiendo los pasos de los Monthy Python, están comenzando a labrarse una carrera cinematográfica con la parodia como eje. Hace tres años presentaron Zombies Party, burla de las películas de muertos vivientes pero que demostró que más allá del humor se movía una visión del mundo interesante. Ahora repiten con Arma fatal.

            El título castellano (el original es Hot Fuzz) incide en la idea de que vamos a ver una sátira de las buddie movies con parejas de policías incompatibles entre si de gatillo fácil. Aquí se juntan un legalista y eficaz sargento con un pueblerino agente, que se pasa la vida admirando las ficciones policiales del cine que engulle en su casa. El primero ha acabado en un pequeño pueblo ya que sus superiores londinenses están hartos de su competencia que les deja en ridículo. El segundo es el hijo del sempiterno jefe de policía del pueblo. Pronto el paraíso que es la pequeña localidad muestra oscuros secretos.

            Algunos considerarían a Arma fatal un ejemplo de cine postmoderno. No es un homenaje ni una parodia, sino todo lo contrario. Como le pasa a Tarantino, infinidad de películas son la referencia de la trama y se sirve de ellas para llegar a un extraño territorio que suena a ya visto y a nuevo a la vez. La película gira sin despeinarse desde la sátira amable de la vida campestre inglesa, sus colectas parroquiales y sus pintas en el pub, al thriller de conspiraciones, desembocando en una ensalada de tiros muy moderna y mejor filmada que otros títulos muy reputados en este campo, por cierto. Lo malo es que la sigue en todo, incluyendo la nefasta manía de no acabar a tiempo las escenas de acción y recargándolas más de lo preciso. Pero a cambio, Arma fatal ofrece una trama muy ingeniosa que no descarrila en sus cambios de rumbo, un grupo de personajes trazados con una solidez que hace tiempo no se veía y un descacharrante humor. Eso sí, si a alguien le interesa que corra a verla. En la sala a la que acudió este Alcancero el pasado jueves, día festivo, sólo habíamos tres espectadores, mientras al lado se llenaban las sesiones con filmes infantiles.