Tecnología con corazón

agosto 18, 2008

Lo sorprendente de WALL-E, el último prodigio Pixar, es ver como se las arreglan para meternos por toda la escuadra una auténtica distopía, camuflada en un nada inocente film de dibujos animados. Si quedaba alguna duda de que estos chicos iban a reventar un género tan codificado en su vertiente mayoritaria aquí esta la prueba definitiva.

 

            WALL-E, con el que la Pixar vuelve a recobrar su crédito tras la previsible y algo untosa Cars, habla de un futuro bastante triste para el ser humano. El planeta se ha convertido en un vertedero y los supervivientes se han ido a vivir a una gigantesca nave espacial. En la Tierra se ha quedado un robot modelo WALL-E, limpiador y reciclador de basura, que lleva una solitaria existencia hasta que aparece un sofisticado robot femenino que le muestra que otro mundo es posible. Pero este planteamiento no da idea de la riqueza argumental de la película. Definitivamente, la gran tradición del cine americano se ha refugiado en el cine de animación y en el que fuera su hermana pequeña, la televisión. Es mucho más gratificante ver un episodio de The Wire, Los Soprano y demás o ver una película Pixar que tragarse el 90% de la producción de ficción real que sale de los grandes estudios de Hollywood. Cuando uno ve la vida de este entrañable robot, su rutina cotidiana, su amor por el musical Hello Dolly, nadie puede sospechar la capacidad de la trama para girar cada diez minutos de forma sorprendente y llevarnos a unos clímax que no se intuyen nada al principio. WALL-E es una mordaz crítica a una sociedad hipertecnificada, que excluye en su estudiada perfección los sentimientos y nos degenera hasta físicamente por confiarlo todo a las máquinas. En un excelente detalle de un film lleno de ellos, se ve la foto de los comandantes en la historia de la nave donde transcurre la segunda parte de la película, y vemos la regresión física de los mismos. Claro que tanto poder es peligroso. Igual como en 2001 las computadoras nos vigilan y controlan demasiado, como una guardia pretoriana que no nos deja salir al patio. Y es muy malévolo que el futuro según parece esta organizado no por países, sino por una gran empresa cuyo jefe se porta como el presidente de los Estados Unidos. No cabe duda que los cerebros del film no tienen muy claro el futuro que nos espera en manos de los neocons.

 

            Además, WALL-E es un nuevo reto técnico, no por la calidad de la animación, que es mucha, sino por darle el protagonismo a dos robots que cuentan con muy pocos recursos expresivos a priori. Y es aquí donde la Pixar se sale, consiguiendo que estas dos maquinas tengan más corazón que los sosos humanos que aparecen. Un tout de force magistral en una película sorprendente, aunque la fusión con la Disney se note en algún momento demasiado sensiblero. Pero es una simple tuerca algo suelta en un mecanismo que funciona a la perfección. Ahora, que aprendan de una vez los de las películas de ficción. Cuando un film de animación desprende más vida que muchos de los actores del Hollywood actual es para preocuparse.