Tras la sorpresa de Casino Royale James Bond sigue reciclándose en su nueva aventura, demostrando que lo ocurrido en el film anterior no fue flor de un día. Son curiosas estas reinvenciones que están teniendo tantos héroes de la pantalla, desde Batman al propio 007, pasando por Superman, aunque éste último no salió bien parado en las manos de Bryan Singer. Quantum of Solace demuestra que hay un proyecto sólido sobre el viejo-nuevo agente con licencia para matar. Y no sólo porqué la película sea una secuela temática de Casino Royale, empezando poco después de que Bond pierda a su chica en los canales de Venecia y la venganza guíe sus pasos, sino porque el personaje va evolucionando.
Mejor sería decir “refinándose”, pero no en un sentido social, aunque Daniel Craig lleve mejor aquí el smoking que en su percutante debut. Bond, tosco en Casino Royale, aprende aquí a ser malévolo. Es tan violento y primario como en su primera –aunque oficialmente era la vigésimo primera- aventura, pero usando la neolingua neocon, ha aprendido a gestionar sus crueles recursos. Sabe dominarlos pero no porque la civilización entre en sus músculos, sino porque los guarda para su gran momento, cuando se enfrente a los responsables de la muerte de Vesper Lynd. Además, aprende a engañar a M y darle coba, pues capta la relación casi maternal que tiene con él y la manipula. Es aquí donde un excelente Craig se une al 007 por antonomasia, Sean Connery, en vestir de Armani a un auténtico depredador.
Esto lleva a Bond a ser más agresivo que en ocasiones interiores. Implacable en su venganza como el Lee Marvin de A quemarropa nada le detiene. La acción se dispara en esta segunda película Craig, y es curioso ver como sigue los nuevos parámetros de la serie: ofrecer más de lo mismo pero de manera distinta. Hay persecuciones por carretera, entre lanchas y tiroteos, pero con soluciones espectaculares y novedosas que hace que a nuestros cansados ojos parezcan nuevas. Pero sigue primando la psicología y la complejidad de unos personajes donde lo positivo parece que no tiene opciones. Y hay momentos de gran brillantez, como la forma que tienen de reunirse en público pero en privado usando una representación de Tosca.
También se han reciclado los villanos, de una forma muy estimulante. Cuando todo Hollywood anda pendiente de los terroristas árabes como la megaamenaza del tercer milenio, aquí se nos presenta a Quantum, una extraña organización supranacional. Se vende al mejor postor para todo tipo de “trabajos” y usa como pantalla una ONG que en realidad trafica con aquello que defiende, como el agua. El ascendente actor francés Mathieu Almaric pone la cara a este grupo con su solvencia habitual. En suma, que parece que James Bond, tras acabar siendo durante muchos años un espectáculo familiar de domingo tarde bajo los rasgos de Pierce Brosnan, ha encontrado una nueva y adulta voz. Que sea por muchos años.
Ops. ¿Alguien tiene Casino Royal en DVD? Me la perdí, y me da la impresión de que habría que verla antes que ésta…