Las guerras del siglo XXI

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      Red de mentiras deja claro como serán las guerras del siglo XXI. O al menos así lo ven los analistas del Pentágono. Para ellos se acabaron las grandes batallas tipo Normandía o Stalingrado, con miles de hombres dándose caña a través de las alambradas. Los futuros –actuales- enemigos son terroristas, que no presentan un frente unido y se infiltran como las corrientes de Sun Tzu en nuestras líneas. Así que los nuevos combates los dirimirán los agentes secretos en las guerras encubiertas. Tal vez el despegar de China como mega potencia obligué a volver a las divisiones acorazadas masivas para hacer frente a su populosa población, pero a fecha de hoy es lo que hay en los gabinetes de estrategia.

             El film nos cuenta una de estas batallas, ambientada en el mundo de los guerreros de la CIA. Al guionista William Monahan (oscarizado por Infiltrados) y al director Ridley Scott no parece afectarle el descrédito que los inefables hermanos Coen han lanzado sobre la agencia (“Explíquemelo cuando tenga sentido” es una de las frases cinematográficas del año) en la reciente Quemar después de leer. Claro que este film no está solo. La incapacidad de la CIA para descubrir las grandes conspiraciones actuales es ya más que preocupante, y algunos autores la atacan con saña. Es el caso del ex agente Robert Baer con su polémico libro Soldado de la CIA, que inspiró la película Syriana. Baer criticaba que se estuviesen sacrificando los agentes de campo en manos de una sofisticada tecnología que no mejora el factor humano. O el demoledor Historia secreta de la CIA, de Joseph Trento, que desenmascara los primeros tiempos de la organización como un club de graduados de las universidades de élite americanas que siempre iba por detrás de los mucho más proletarios servicios de inteligencia soviéticos. No corren buenos tiempos para la legendaria agencia.

 

Pero volvamos al cine, que al fin y al cabo es el contenido de este blog. Red de mentiras es la segunda película estrenada en menos de un año por Scott y  su cuarta colaboración con Russell Crowe. La quinta, Nottingham, donde recupera la leyenda de Robin Hood ya está en marcha. La anterior, American Gangster, la pudimos ver las pasadas navidades. Y por desgracia todo lo que se veía de malo en la película sobre las andanzas de Frank Lucas se confirma. Pasados los 70 años, Ridley Scott, el lejano director de Alien  y Blade Runner, parece haber tirado la toalla en las cuestiones temáticas y se vuelca en las formales. Como las guerras que narra él también se ha vuelto un cineasta tecnocrático, más atento a la belleza de los planos y el impactante montaje que a desarrollar las potencialidades de la trama. Hay en Red de mentiras temas interesantes a los que hincar el diente, como el choque entre el agente de campo, encarnado por Leonardo Di Caprio y su jefe, un duro e implacable burócrata al que da vida un excelente Russell Crowe, quien es como un ejecutivo de la CIA. Lleva siempre el pinganillo del manos libres conectado por si tiene que llamarle su subordinado sobre el terreno. Los cargos de la agencia y los brokers de Wall Street tienen los mismos métodos. Hay detalles malévolos, como la contraposición entre la vida del agente siempre al peligro en Oriente Medio y el tren de vida, familia incluida, de su jefe. También de cómo la CIA mangonea las agencias afines de los países aliados. Y de cómo las operaciones encubiertas tienen sus costes morales y como la razón de estado ahoga los sentimientos.

 

Pero Scott no quiere complicarse la vida y prefiere el espectáculo, desperdiciando las opciones que tenía de darle más enjundia a su material. Que la película es técnicamente irreprochable y te da un par de horas de entretenimiento es innegable. Que podía haber sido algo más ambiciosa y se pasa de puntillas por lo que podía ser la caña del film también lo es. Además, hay dos detalles que dañan Red de mentiras. Uno, el tonillo de tantos filmes del Nuevo Orden, en que no se cuestiona el qué hay que hacer para salvar al mundo occidental, sino el cómo se hace, al estilo de La guerra de Charlie Wilson. Y otro, lo increíble que resulta que un agente tan aplicado y al que hemos visto matar a sangre fría como el encarnado por Di Caprio sea tan torpe en medir las consecuencias que tiene el operativo que monta con el desdichado arquitecto sirio y sufra una crisis de conciencia.

 

Pero a pesar de ello la CIA que no tema, que sigue manteniendo su legendario nombre. No en vano lo primero que ha hecho el presidente electo Barack Obama es reunirse con ella para que le cuente como va el mundo.

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