Hay un serio error táctico en el desarrollo de Sólo quiero caminar. Es cuando aparece en la trama un DVD de Grupo salvaje (Pandilla salvaje en el México donde transcurre gran parte de la acción), el inmarchitable clásico de Sam Peckinpah del cual se nos ofrecen algunas de sus imágenes. Uno se da cuenta entonces de lo que ha intentado hacer Díaz Yanes en su nuevo thriller y no consigue en absoluto: que su panda de atracadoras sean herederas de aquellos “desperados” que sólo tenían como horizonte vital la violencia pero con una ética que les llevaba a sacrificarse por un amigo. Como William Holden y compañía, las protagonistas se van a “luchar” a México contra un mafioso sin escrúpulos en vez de con un general sangriento. Pero no es lo mismo.
Tal vez parte del problema sea el reparto femenino. Uno no acaba de creerse a Elena Anaya, Ariadna Gil y Pilar López de Ayala como mujeres al límite. Sí a Victoria Abril, que a pesar de la antipatía que despierta su persona sabe dotar de realidad a sus personajes como ella sola. Sólo quiero caminar se une así a otras películas españolas que fallan en convertir el glamour en proletariado. Recordamos Libertarias, con esa Ana Belén embutida en el mono azul de miliciana de la Guerra Civil diciendo “pobre como una rata” con el Max Factor cantando ópera. Pero no todo en el film es un problema de credibilidad, sino de diseño de personajes. Ariadna Gil (que curiosamente salía junto con Victoria Abril en Libertarias) se pasa la película con cara de “estoy torturada” como único recurso. López de Ayala aparece y desaparece a voluntad de Díaz Yanes, que parece que no sabe muy bien como encajarla en la trama una vez cumplida su misión inicial en la película. Y, sobre todo, el film está muy mal contado, hecho como a brochazos, perdiendo mucho tiempo en mostrar nimiedades y pasando por encima en cosas más fundamentales. También se hace un lío en el enfoque. Se supone es un film de atracos con carácter social que de repente pasa a ser uno de golpes perfectos a lo Ocean’s Eleven. Demasiada ambición y demasiados huecos en la narración. Añado: ¿Por qué tiene Díaz Yanes que recuperar de forma tan gratuita al personaje de su excelente ópera prima Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto Gloria Duque si no explota tal circunstancia? Encima no cojea, sin que se explique donde ha sido la operación milagrosa.
Y es paradójico que en este film fundamentalmente femenino, que no deja de seguir la estela de Los años desnudos en denunciar la eterna explotación sexual de la mujer, sea un hombre el que se lleva la palma. El mexicano Diego Luna, frío y sentimental asesino embutido en un tarantiniano traje negro, que a lo mejor se beneficia de que el sector femenino del film se halla demasiado disperso. Él es quien con su interpretación salva el visionado.
Aunque me gustaría acabar usando mis privilegios de amo del blog y hacer un llamamiento al ilustre Paco Fox si se pasa por aquí (o tal vez alguno de sus allegados le pueda dar el aviso). Como algecireño de pro que es ¿Cómo valora que la película arranque con un megaatraco en su localidad natal lleno de mafiosos rusos de poca monta?
la película es nefasta en toda su extensión. cuando la nena empezó a motar el fusil con la bicicleta me di cuenta de que había tirado cinco euros al retrete. mala suerte.
A veces se gana y a veces se pierde, mi General. No en el campo de batalla, donde no hay quien pueda batirle a Usted. Pero en el cine… ande, ande. Más se perdió en Cuba.
Es lo que yo digo. Convertir a esta panda en émulos de los Ocean’s Eleven esgrotesco.