Lo del cine americano empieza a ser preocupante. No sólo porque los mejores guionistas se están refugiando en las series y en la animación, sino porque algunas de sus patas están fallando estrepitosamente. Es lo que ocurre con Quemar después de leer, el segundo film que nos llega este 2008 de los hermanos Coen tras la algo sobrevalorada No es país para viejos. En este oscarizado título el mérito lo tenía la novela de Cormac McCarthy, que fue fotocopiada por la pareja en su adaptación. ¿Dónde estaba la verdadera voz de los Coen, que eran capaces de realizar guiones prodigiosos sin mirar a ningún novelista?
A lo que iba, que me disperso. Quemar después de leer podría ser el mejor título de los hermanos desde hace años, de no ser por un brusco final que te deja un poco mal. Es como si se hubiera acabado el presupuesto y tuviesen que cerrar la narración por las bravas. Al revés que muchos filmes actuales a los que les sobra metraje, diez minutitos escasos más no hubiesen venido mal para rematar adecuadamente esta sórdida historia. Esta es una de las patas fallidas de la que hablábamos al principio. Si hasta los Coen (y Woody Allen, visto que no supo acabar bien Cassandra´s Dream y no supo ni empezar su desastrosa Vicky Cristina Barcelona) fallan en los guiones, apaga y vámonos (o cómprense en DVD las colecciones completas de Los Soprano y El ala oeste de la Casa Blanca para volver a disfrutar de la escritura cinematográfica). La otra pata es la comercialización de los productos, algo que siempre una gran baza de los estudios de Hollywood, pero que aquí patina. ¿Cómo puede venderse Quemar después de leer como comedia? Ni negra ni nada. Es un agresivo drama sobre la miseria de la condición humana tan oscuro como No es país para viejos. Incluso más, pues al fin y al cabo Javier Bardem y compañía estaban alejados de nosotros pero los personajes de la última obra de los Coen son incómodamente cercanos. Es una cruel visión de las obsesiones americanas que por mor de la globalización ya son universales, como las crisis financieras.
Gente obsesionada con el culto al cuerpo, descerebrados que se dejan llevar por las circunstancias, falócratas, ligones, ególatras frustrados en sus aspiraciones, y todos ellos intentando hacer una vida por encima de sus posibilidades humanas. No hay piedad ni esperanza para esta panda no de cretinos, como se está vendiendo, sino de seres patéticos en su propia miseria. No es de extrañar que no se levante ni una carcajada ante esta comedia humana nada graciosa. Como en otras obras de los Coen hay aficionados jugando a criminales de alto standing destinados al fracaso. Y azares que llevan a sombrías consecuencias. Y encima de todos ellos la CIA, que no se entera de nada de lo que está pasando ante sus narices. Sátira política y social, pues su presencia lleva al film a tratar el gran tema americano actual (o al menos lo era hasta que Lehman Brothers dijo basta): la paranoia de un país donde todos se sienten vigilados.
Lástima del precipitado final que estropea la que podía haber sido una de las películas del año. Y junto a los guaperas intentando demostrar que son actores (mejor Clooney que Pitt) destacan la maravillosa Frances McDormand, en un papel que se merece una nominación al Oscar y John Malkovich, que tras años haciendo secundarios en películas que no estaban a su altura se desquita con Quemar después de leer.
Pues aún así, ha conseguido que me entren enorme ganas de verla. Tengo ansia de pantalla grande y de rituales de persona.
[…] cuando tenga sentido” es una de las frases cinematográficas del año) en la reciente Quemar después de leer. Claro que este film no está solo. La incapacidad de la CIA para descubrir las grandes […]