Adios, Blue Eyes

Sé que al señor Microalgo le fastidian los obituarios, pero a veces no hay más remedio. Se han apagado los ojos azules más famosos del cine, con permiso de Frankie Sinatra. Pero la ventaja ocular estaba del lado de Paul Newman. En el cantante amigo de la mafia su brillo azulado contrastaba demasiado con la torvedad de un rostro que ocultaba grandes oscuridades. Pero en el actor recién desaparecido el tono celestial encajaba perfectamente con la sabiduría y la ironía que desprendían su persona y sus personajes. 

Paul Newman tuvo la habilidad de sacudirse el método Stanislavski que marcó a toda una gran generación de actores estadounidenses, desde los años 40 (Brando) hasta sus epítomes setenteros como De Niro, Hoffman o Pacino. Newman podía haber sido un colega de excesos de Jimmy Dean y compañía, como demostró en El zurdo, su primer papel importante. Pero supo girar hasta un terreno en el que se ha mantenido indiscutido hasta su muerte, manteniendo un status intocable que ha durado medio siglo. Robert Rossen le dio el papel de su vida en El buscavidas y a partir de ahí nació un Newman que supo combinar prodigiosamente su papel de megaestrella con el de un actor riguroso y que seleccionaba sus personajes. Así, podía pasar sin despeinarse de protagonizar Blockbusters como El coloso en llamas a trabajar, como se decía antes de los actores, en films de culto como Dos hombres y un destino o El golpe. Y de paso, acercarse a los directores más inquietos de Hollywood como Robert Altman en Búfalo Bill y los indios. Daba igual. Cualquier película con él dentro, incluso infamias como El día del fin del mundo, uno de sus mayores errores, tenía un soporte que la mejoraba sin paliativos.

 

            Es curioso que mientras los cacareados actores del método, caso de De Niro o Pacino, están teniendo un final de carrera bastante triste, Newman, que supo alejarse del dogmatismo impuesto por Lee Strasberg, acabase con gran dignidad. Al contrario que lo que está pasando con su cuate Robert Redford, siempre asumió su edad y aceptó papeles crepusculares, como su detective privado de Al caer el sol. Pero su despedida del cine –no así de la televisión, donde formó parte del reparto de las serie Empire Falls– fue en do mayor, con su extraordinario jefe mafioso de Camino a la perdición, donde a sus años su cálida mirada azul adquiría una inusitada dureza. “Es seguro que ninguno de nosotros verá el Cielo”, decía en una inolvidable línea de diálogo. El Cielo, no se, pero en el Olimpo de los Dioses del Cine ya hace tiempo que estaba. Seguirá en él con unos cuantos escogidos.

5 Responses to Adios, Blue Eyes

  1. Microalgo dice:

    Hombre, Maese Alcancero. No es que me molesten, sólo sugería que el blog no se conviertiera en un exclusivo obituario contínuo. He estado tan dspistado este fin de semana que no me había enterado de esto hasta ahora mismo.

    Para mí, ha sido uno de los más grandes, sin duda. Y probablemente, como Usted dice, el más digno.

    Mi madre se despampanaba con ese renqueante Newman de «la gata sobre el tejado de Zinc», embutido en su camiseta interior de tirantes. Luego, fastidiada, reconocía que la Taylor, en aquella época, no tenía rival…

  2. alcancero dice:

    ¿Camiseta interior? ¿No se estará confundiendo con el Marlon Brando de «Un tranvía llamado deseo»?.

  3. Microalgo dice:

    No. Que yo recuerde. ¿No se tira toda la película medio en pijama, este hombre?

  4. alcancero dice:

    en pijama, cojitranco y con un vaso de buen bourbon sureño. Pero creo que en camiseta no. Pero en «El golpe» si tenía algunos planos en camiseta.

  5. Microalgo dice:

    Ah. Alcancero dixit. Recuerdo falso, pues. De todas maneras, en esa película yo me fijaba más en la Taylor, que en esa época etaba como para tirarse por la ventana.

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