El verdadero tema de La familia Savages no es la descomposición familiar, sino la decadencia y la vejez. Aparentemente nos encontramos ante una trama de dos hijos cuarentones víctimas de un padre terrible que se halla a las puertas de la muerte. Demente senil, es expulsado de la urbanización donde vive, uno de estos auténticos ghettos de clase media que se han puesto de moda. De este apartadero pasamos a otros, las residencias para ancianos donde las sonrisas y las terapias no ocultan que son almacenes donde poner a unos ciudadanos que estorban en este mundo nuestro tan tecnificado. Podemos tener internet y GPS en el móvil, pero no sabemos que hacer con nuestros ancianos cuando dejan de ser productivos y se comen nuestras rentas para seguir invirtiendo en tecnología.
En esos asistentes sociales que no quieren recoger la mierda de los ancianos, en esas residencias que no admiten a nadie a partir de las cinco, en esas habitaciones donde roban cosas sin que el personal se cosque está el verdadero mensaje de la película, bastante áspero. Los detalles de comedia indie no ocultan la amargura del argumento. Cuando uno de los hermanos se enfrenta a un muerte preguntando “¿Y eso es todo?” la angustia llega a su paroxismo. Junto a este sombrío panorama, las tensiones entre los dos protagonistas casi se diluyen. Hijos de este padre terrible que se les apaga, tienen demasiados reproches que hacerle a él y entre si. Lo que ocurre es que Tamara Jenkins, guionista y directora de este film, no hace nada para que los dos hermanos nos caigan simpáticos. Nos lo presenta como dos egoístas irredentos que seguramente usan su complicada infancia como excusa para su fracaso vital que deriva de sus débiles personalidades. El final es un poco engañoso. Aunque entra un poco de luz, se sobreentiende que ellos van a seguir a la suya. No existe nada de maduración personal ni evolución. Cada uno se queda como estaba.
Este áspero pero interesante film no será muy popular, al faltar asideros emocionales para que los espectadores se agarren. Pero a su modo es una película arriesgada que demuestra que con materiales moralmente innobles se puede hacer buen cine que ahonde con inteligencia en los males de nuestra sociedad.
Uf. Creo que necesito un poco de cine optimista (que vende poco para la crítica,según creo… desmiéntame, por favor).