Cobardes no es un film sobre Chiquito de la Calzada, sino el segundo del sorprendente dúo formado por José Corbacho y Juan Cruz, que dio la campanada hace dos años con Tapas. El cómico televisivo formado en el grupo teatral La Cubana y su compinche –es estos casos uno se pregunta quien de los dos es el verdadero cerebro- hacen un cine que no es lo que se espera de ellos, sobre todo del primero. Dramático y con un sentido social ausente de sus apariciones catódicas.
Su segundo film es curioso, porque tarda en detonar. Frente a los humildes currantes que protagonizaban Tapas, ahora los personajes son más burgueses. Tal vez eso lleve a una desnaturalización de lo narrado, pues se nota que los directores no andan tan finos con esta clase social, lo que lleva a una primera parte plagada de tópicos. Familias estiradas y diálogos un tanto de baratillo. Sin embargo, mediada la película, empieza a subir el interés cuando entran los verdaderos temas del film. El niño horrorizado por el acoso escolar (Bullying) que sufre a manos de una panda de sus compañeros es la excusa para sacar a la luz los miedos que atenazan a nuestra sociedad. Los padres que prefieren callarse antes de enfrentarse con los problemas de sus hijos. Los matrimonios qué viven con el miedo al fracaso. Los currantes acojonados por perder el puesto de trabajo. Los directores demuestran en este segmento de Cobardes un gusto por el detalle malévolo. En una reunión de padres se prefiere hablar de chorradas antes que de temas importantes. Cuando uno de los niños protagonistas acompaña a su progenitor a su trabajo oye de su jefe un “si no se cumplen los objetivos del trimestre ya sabes lo que pasa”.
El desenlace deja un regusto agridulce. Se escoge la figura del justiciero para arreglar el entuerto y el discurso más agresivo de Cobardes lo lleva un personaje que oculta una sorpresa que es algo discutible. Pero los últimos minutos parecen abonarse a la teoría de que la violencia genera violencia. Una película irregular pero muy interesante que tiene un pero. ¿Era necesario que la gaditana Paz Padilla ocultase su acento andaluz y hablase con uno perfecto de Valladoliz?.
Me encantó Tapas y esta estoy deseando verla.