Cocido bajo la cocina de diseño

 

 

        Sin pretenderlo, Fuera de carta  hace en su metraje una magnífica metáfora de su entidad como película. De la misma manera que se pasa en la trama de un restaurante chic moderno (de esos que ponen poca comida en inmensos platos cuadrados) a una tradicional casa de menú a diez euros, el film, a pesar de su apariencia sofisticada, huele a garbanzo si arañamos algo la espuma de mar de sus situaciones.

 

            Y es que Fuera de carta se hace trampa a si misma. Parece una comedia gay elegante, defendiendo el modelo de Zapatero de homosexuales con derecho a boda y a crear sus familias. Pero las apariencias engañan. Por debajo, corre la homofobia hispana de toda la vida. Los chistes de dudoso gusto pergeñan la trama, de un modo que uno ya no sabe a quien ridiculizan en realidad, si a los que los hacen o a sus blancos. Los gays tampoco salen muy bien parados. Puede que tengan hijos y vivan en encantadores pisos, pero no dejan de ser las locazas de toda la vida. Con lo que Fuera de carta perpetúa todos los tópicos homosexuales a pesar de estar intentando, al menos en teoría, alejarse de ellos.

 

            Independientemente de esto, otros problemas, más específicamente cinematográficos, dañan la cinta. Es el debut de otro de los cerebros de  Siete vidas, tras el de Tom Fernández en La torre de Suso el pasado otoño. En concreto, Nacho Gª. Velilla. También la produce Daniel Écija, que hizo lo propio en la exitosa serie de Telecinco. Esto le da al producto un aire de serial catódico que en la pequeña pantalla puede funcionar pero que en la grande resulta molesto. Y, sobre todo, hay algo que es mortal para cualquier película pero en especial para una comedia, y es que las situaciones se ven venir a la legua.

 

            No obstante, Fuera de carta está construida con cierta habilidad y para una tarde de domingo sin pretensiones puede valer para públicos que no quieran calentarse demasiado la cabeza buscando las vueltas a los filmes. Y también hay que mencionar a los actores. A pesar de un insoportable Fernando Tejero, empeñado en demostrar película a película que sólo tiene un único registro interpretativo, se hallan los estupendos Javier Cámara y Lola Dueñas, capaces de levantar ellos solos la película por encima de sus limitaciones.

2 Responses to Cocido bajo la cocina de diseño

  1. enderwiggin dice:

    Me reafirmo. La película es un divertidísimo bodrio cinematográfico. Para una tarde sin pretensiones.

  2. alcancero dice:

    Un bodrio es un bodrio aunque sea divertido, aunque a veces te ríes sin que sean graciosos de malos que son. En cualquier caso, señor Enderwiggin, bienvenido a este blog y espero se deje ver por aquí a menudo. Un abrazo.

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