Que lástima que para toda una generación más joven que la de este Alcancero Charlton Heston sea únicamente el malo de Bowling for Columbine. No es objeto de estas líneas rebajar el triste final público de la estrella recién desaparecida. Sus últimos años personales, acudiendo a cada sitio donde ocurría una matanza Made in América para agitar un rifle y asegurar que sólo se lo quitarían muerto, van parejos a la decadencia de su carrera cinematográfica. Quién le iba a decir en sus tiempos gloriosos de Ben-Hur que acabaría siendo icono del cine de catástrofes setentero y protagonizando un culebrón televisivo tan sórdido como Los Colby. Es curioso que su muerte haya tenido lugar en vísperas del estreno de la cuarta entrega de Indiana Jones. Spielberg y Lucas le calcaron sin ningún pudor la impedimenta que lucía en un clásico menor del género de aventuras, El secreto de los Incas, para encasquetársela a Harrison Ford.
Frente a este Charlton Heston al que su proverbial conservadurismo le llevó al lado oscuro de la fuerza hay otro paradójicamente más ambiguo a pesar de su rocosa presencia de héroe. Hablamos del actor que en la cumbre de su carrera apoyó sin reservas a Orson Welles como director de Sed de mal y dejó que el genio amante de los toros le robase el protagonismo en el film. También el que rodó con cineastas tan conflictivos como Peckinpah, en esa mutilada obra maestra mutilada que es Mayor Dundee: el rey del cine histórico, dando vida a Miguel Ángel, a nuestro Cid, a Charles Gordon o a un noble feudal en su torreón normando en El señor de la guerra: el que durante una época se centró en el cine de ciencia ficción con mensaje, desgañitándose ante los restos de la Estatua de la Libertad en El planeta de los simios, notando que pasaba algo raro con la superpoblación en Cuando el destino nos alcance o cazando obsesivamente zombies en Omega Man, revisitada hace poco por Will Smith en Soy leyenda.
Y la ironía es que este actor amado por los extremistas del Tío Sam ofrecía una imagen bastante vulnerable, muy alejada de la linealidad propia de los defensores del libre mercado de armas. Personajes ambiguos, no tan seguros de hacer lo correcto y que como le pasaba a Rodrigo Díaz de Vivar o al mayor Dundee tenían que cumplir su deber por encima de sus renuncias personales. Desengañémonos: el héroe americano no es Charlton Heston, sino los asexuados chicos inocentes que encarnaban James Stewart y Gary Cooper en los años 30. Ahora habrá que ver que Heston prefiere la Historia, si el de Michael Moore o el de una carrera fílmica más compleja de lo que parece.
Uuuh, las necrológicaaas…
La verdad es que éste se la merecía. Pese a sus alzhémicos «from my dead cold hands», ha sido un actor histórico, y no lo digo por haber hecho muchas películas de este género.
No he visto esa de «Omega Man». No sabía que la otra fuera un remake. De lo que se entera uno.
Un abrazo, Maese Alcancero. A ver si coincidimos aunque sea en Campus Cinema…