El corazón de Hayden Christensen, antiguo Annakin Skywalker que se afianza como intérprete película a película –solo queda que alguien le de un film mejor que los que hace últimamente-, sufre mucho en Despierto. Físicamente, porque tan esencial víscera le va a ser transplantada ante la seria dolencia cardiaca que padece. Sentimentalmente, porque descubre un mundo de traiciones que le llevan al infarto moral. En realidad, Despierto es la historia de maduración más retorcida que se haya hecho nunca.
El protagonista es un pobre niño rico podrido de pasta pero bastante infeliz, dominado por una madre posesiva y que vive bajo la sombra del recuerdo de su padre, muerto de un accidente cuando era un crío. Tiene que ocultar su amor por la secretaria de su progenitora, ante la previsible reacción histérica de ella y su posible desheredamiento. Pero la misma noche en que vence sus recelos y se casa con la chica llega el corazón salvador. Sin embargo, será una experiencia traumática. Mal anestesiado, siente el síndrome llamado “percepción intraoperatoria”. Es decir, está paralizado pero consciente y siente el dolor. Y oye cosas que le hunden su mundo en el quirófano. Este alcancero da fe que el citado síndrome existe. Una tía suya empezó a despertarse antes de tiempo en la mesa de operaciones y sintió el final de la intervención.
La película deriva como su protagonista entre la realidad y el sueño. La primera lleva a la formulación de la trama como un thriller moderno en el peor sentido del término, lleno de trucos y de giros inverosímiles del guión, aunque la angustia del personaje ante su vivisección se transmite muy bien. Pero la zona dormida del film libera unas insólitas fuerzas subsconscientes, con una historia de amor loco entre madre e hijo en la difusa frontera entre la vida y la muerte y de liberación personal del joven ante insólitas revelaciones sobre su pasado. El sacrificio de la madre deja en ridículo el hecho por la Marián Álvarez de Lo mejor de mi, que les comentaba dos posts más abajo. Esto da a Despierto cierta profundidad y lo saca de su desastroso planteamiento argumental.
Eso sí, los neocon que defienden el modelo de la sanidad privada frente a la pública, pueden llevarse una decepción ante el nivel de chapuzas que muestra el film de los hospitales americanos. Nada es perfecto.