Intrigas de alcoba

marzo 2, 2008

Las hermanas Bolena es un film muy feminista. Es desolador como muestra el valor de mercancía de cambio que tenían las mujeres en la época Tudor. Padres y tíos ambiciosos veían a las chicas de su linaje como objeto de sus ambiciones de medrar socialmente. Lo único que tenían que hacer era casarse con quien debían e incluso convertirse en amantes reales, saltándose a la torera toda la moral que decían defender. Tal vez este punto de vista venga de la novela original que inspira el film, escrita por una mujer, Philippa Gregory. Hay que hacer notar que son féminas los personajes que ofrecen más dignidad. Desde María, la hermana olvidada de la decapitada Ana Bolena, hasta la gran víctima de esta función cortesana, la reina Catalina de Aragón, pasando por la madre de las Bolena, que condena todo ese tráfico sexual con sus retoñas para obtener favores económicos.

              Incluso el retrato de Ana Bolena, la esposa más afamada de las seis que tuvo Enrique VIII, es disculpable. Si la joven se convierte en una arpía ambiciosa es porque para prosperar no tiene más remedio que jugar al juego de los hombres, demostrando ser muy buena en ello. Ana también ha pasado lo suyo, le anulan un matrimonio por amor para que puede ejercer su destino de concubina real. Lo malo es que Ana empieza a pensar por su cuenta y riesgo y supera las expectativas puestas en ella, convirtiéndose en esposa del concupisciente rey. Pero esto es negativo, porque que una mujer haga sus propios planes en ese mundo le atrae la ira de los hombres. La visión que se da del rey parece también la pesadilla de una fémina: caprichoso, incapaz de comprometerse con nadie, tierno para seducir y cruel cuando se aburre de la que comparte su lecho. La culminación de este discurso feminista es una ironía. La obsesión de Enrique VIII por tener un heredero varón no se cumplió con Ana Bolena, pero ella si le dio una hija que sería la destinada a reinar y sentar las bases del Imperio Británico: Isabel I. 

            La lástima es que esta reivindicación tenga una formulación cinematográfica tan ramplona. Justin Chadwick, el director, se ha formado en la televisión de calidad inglesa y eso se nota en su dirección. Sabemos que una película no tiene porque ser un manual de historia, pero que reduzca los complejos acontecimientos del reinado de Enrique VIII a una serie de intrigas de alcoba es excesivo. Además, pasa de puntillas por las grandes consecuencias de tanto lío, la ruptura con la Iglesia de Roma como máximo ejemplo. Otro fallo es que Las hermanas Bolena dedica mucho tiempo a los prolegómenos de la trama y cuando llegan los hechos más conocidos pasa por ellos con rapidez, como si los diese por sabidos, lo que puede despistar a los espectadores no puestos en la corte de los Tudor. Y por último, por muy estrellas que sean Natalie Portman y la omnipresente Scarlett Johansson, le dan a sus personajes un aire demasiado contemporáneo. Parecen dos chicas de instituto más que dos ladies británicas. La Portman demuestra que la tendencia al exceso de sus últimas interpretaciones no es desgraciadamente flor de un día. Y Johansson saca de nuevo su aspecto pánfilo del que sólo sabe sacarla Woody Allen. El que gana en este duelo es irónicamente el hombre de la función, Eric Bana. Sabe dar todos los registros de su complejo personaje y demuestra que es uno de los mejores actores del panorama actual. Demasiado poco, no obstante, para sacar a Las hermanas Bolena de la mediocridad como película.


El superheroe saltarín

marzo 1, 2008

La mejor crítica a Jumper la hicieron los adolescentes que estaban sentados ayer en el cine detrás de este Alcancero. Cuando uno de los personajes sacaba más bien por el morro del guionista del film una play station (no me pregunten si wii o de otro modelo, que uno ya está algo mayor para tanta tecnología) empezaron a elogiarla. O cuando salía la chica de la película, una infumable Rachel Bilson, valoraron sus encantos no precisamente de actriz. O sus “que guay” cuando empezaba la orgía de saltos de su protagonista por diversos lugares del mundo.

Y es que Jumper no oculta sus cartas en ningún momento. Sabe que su target, que dirían los publicistas y los estrategas electorales de ZP y Rajoy, son los jóvenes que han respondido bien aupando dos semanas seguidas la película a lo alto de la lista de más taquilleras. Lo malo es que se duerme en los laureles. Lo cifra todo en su espectacularidad y nada en su guión, que tiene bastantes lagunas. La acción se contagia de la hiperactividad del protagonista, un Hayden Christensen post Annakin Skywalker, y va dando literalmente saltos sin preocuparse de ensamblar su trama.           

Trama que por otra parte impide que nos quitemos de la cabeza a los X-Men de la Marvel, pues el protagonista es un chico que descubre tiene una anormalidad genética que le permite teletransportarse. Con el tiempo descubrirá que hay otros mutantes como él junto con una secta integrista cristiana que desde el alba de los tiempos los persiguen como una abominación, como un insulto a Dios. Estos apuntes no se aprovechan y sólo queda como una forma de crear unos supervillanos para los nuevos superhéroes. Que todo indica que tendrán secuela, dada la habilidad del filme para dejar literalmente colgados a varios personajes fundamentales sin que se sepa que ha sido de ellos y la sorpresita final que abre juego para las próximas entregas. Eso sí, ¿de verdad la maravillosa Diane Lane no encuentra mejores papeles para su madura belleza y su sensible talento?.