Una desaparición prematura

Rafael Azcona se fue en silencio, pero uno no cree que esta despedida a la francesa tuviese que ver con su legendaria discreción. Alguien que fustigó con tanto tino las costumbres hispanas debía tener bastante recelo de hacer pasar a los suyos por esa tortura nacional llamada velatorio. Y de que su nombre fuese usado en vano por famosos y famosetes de todo pelaje ante las cámaras glosando su figura. Tal vez se acordara del grotesco funeral que escribió para Berlanga en ¡Vivan los novios!

 

            Pero es curioso que este magnífico catador de nuestra esencia fuese tan poco español en otras cosas. En un país donde la figura del guionista profesional se halla circunscrita a la televisión, consiguió dedicarse en exclusiva a ello medio siglo, sin tener tentaciones de pasarse a la dirección. Cuando cualquier cantamañanas publicita su obra hasta la exasperación, Azcona permaneció en un obsesivo segundo plano. Sólo al final, quién sabe si azuzado por la enfermedad, rompió su silencio y empezó a pasearse por periódicos, televisiones y tertulias. Allí rompió otro tópico. Un sujeto discreto no tiene porque ser un huraño. Mostró una lucidez, elegancia y conocimiento de la vida encomiables antes de su prematura muerte. Y es que aunque pasaba de los 80, era una de estas figuras cuya desaparición siempre ocurre antes de tiempo.

 

            Azcona era un superviviente de una estirpe irrepetible. Era de los escritores antiguos, de los que dejaba la provincia para vivir la bohemia en Madrid y patearse los cafés. Lo mejor de su obra se halla al principio, cuando sus primeros guiones para Ferreri y Berlanga prolongaban sus corrosivos escritos literarios de los 50. Luego escribió demasiado –incluso para Bud Spencer- y su verdadera voz se perdió en el tráfago de guiones, aunque su oficio permitió a algunos directores hacer sus mejores obras. Ahí está el chiste del falangista con el brazo enyesado en La prima Angélica para demostrarlo. Tal vez Trueba y José Luis Cuerda fueron los que le permitieron reencontrarse consigo mismo al final de su carrera, recuperando sus raíces más hispanas. Precisamente para Cuerda dejó su último guión. Mientras se estrena Los girasoles ciegos, sólo nos queda sentir un escalofrío de desamparo. En noviembre Fernán-Gómez, en marzo Azcona. Nos están dejando huérfanos.

 

Publicado en «Diario de Cádiz» el 27 de marzo

One Response to Una desaparición prematura

  1. Microalgo dice:

    Sigiloso ha sido, desde luego.

    Por cierto, Richard Widmark también se ha merto hace poco, pero tampoco es plan de convertir este espacio en una serie de necrológicas…

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