Las hermanas Bolena es un film muy feminista. Es desolador como muestra el valor de mercancía de cambio que tenían las mujeres en la época Tudor. Padres y tíos ambiciosos veían a las chicas de su linaje como objeto de sus ambiciones de medrar socialmente. Lo único que tenían que hacer era casarse con quien debían e incluso convertirse en amantes reales, saltándose a la torera toda la moral que decían defender. Tal vez este punto de vista venga de la novela original que inspira el film, escrita por una mujer, Philippa Gregory. Hay que hacer notar que son féminas los personajes que ofrecen más dignidad. Desde María, la hermana olvidada de la decapitada Ana Bolena, hasta la gran víctima de esta función cortesana, la reina Catalina de Aragón, pasando por la madre de las Bolena, que condena todo ese tráfico sexual con sus retoñas para obtener favores económicos.
Incluso el retrato de Ana Bolena, la esposa más afamada de las seis que tuvo Enrique VIII, es disculpable. Si la joven se convierte en una arpía ambiciosa es porque para prosperar no tiene más remedio que jugar al juego de los hombres, demostrando ser muy buena en ello. Ana también ha pasado lo suyo, le anulan un matrimonio por amor para que puede ejercer su destino de concubina real. Lo malo es que Ana empieza a pensar por su cuenta y riesgo y supera las expectativas puestas en ella, convirtiéndose en esposa del concupisciente rey. Pero esto es negativo, porque que una mujer haga sus propios planes en ese mundo le atrae la ira de los hombres. La visión que se da del rey parece también la pesadilla de una fémina: caprichoso, incapaz de comprometerse con nadie, tierno para seducir y cruel cuando se aburre de la que comparte su lecho. La culminación de este discurso feminista es una ironía. La obsesión de Enrique VIII por tener un heredero varón no se cumplió con Ana Bolena, pero ella si le dio una hija que sería la destinada a reinar y sentar las bases del Imperio Británico: Isabel I.
La lástima es que esta reivindicación tenga una formulación cinematográfica tan ramplona. Justin Chadwick, el director, se ha formado en la televisión de calidad inglesa y eso se nota en su dirección. Sabemos que una película no tiene porque ser un manual de historia, pero que reduzca los complejos acontecimientos del reinado de Enrique VIII a una serie de intrigas de alcoba es excesivo. Además, pasa de puntillas por las grandes consecuencias de tanto lío, la ruptura con la Iglesia de Roma como máximo ejemplo. Otro fallo es que Las hermanas Bolena dedica mucho tiempo a los prolegómenos de la trama y cuando llegan los hechos más conocidos pasa por ellos con rapidez, como si los diese por sabidos, lo que puede despistar a los espectadores no puestos en la corte de los Tudor. Y por último, por muy estrellas que sean Natalie Portman y la omnipresente Scarlett Johansson, le dan a sus personajes un aire demasiado contemporáneo. Parecen dos chicas de instituto más que dos ladies británicas. La Portman demuestra que la tendencia al exceso de sus últimas interpretaciones no es desgraciadamente flor de un día. Y Johansson saca de nuevo su aspecto pánfilo del que sólo sabe sacarla Woody Allen. El que gana en este duelo es irónicamente el hombre de la función, Eric Bana. Sabe dar todos los registros de su complejo personaje y demuestra que es uno de los mejores actores del panorama actual. Demasiado poco, no obstante, para sacar a Las hermanas Bolena de la mediocridad como película.
A mí el Bana me pareció un actor estupendo (hasta en) Troya, y en Munich creo que lo borda.
¿Qué tal el resto de la película? ¿Merece la pena por la fotografía, vestuario and so on?
Esta bien ambientada, pero no deja de tener ese fastidioso aire de telefilme de la BBC en todo momento. Y de acuerdo que Bana es uno de los mejores actores de la actualidad. En «Munich» debería haber sido cuanto menos nominado al Oscar ese año.