Whisky Romeo Zulú es un film argentino que ha sido un éxito en su país. Se centra en el accidente que sufrió un 737 de la compañía LAPA (Líneas Aéreas Privadas Argentinas) el 31 de agosto de 1999. A pesar de las presiones empresariales y militares, pues la Fuerza Aérea tiene competencias sobre la aviación civil en el país del Río de la Plata, un fiscal investigó el hecho. Resulta que para la compañía lo de “privada” era más que una marca comercial, una declaración de intenciones neocon. La empresa ahorraba dinerito en seguridad y tenía los aparatos hechos una ruina, saltándose todos los protocolos para tener los aviones a punto. De alguna manera, la película se une así a ese cine argentino de denuncia de la clase empresarial que ha saqueado el país, y una advertencia para como el neoliberalismo está sin freno en sectores incluso tan sensibles como el transporte aéreo.
Lo curioso es que el film es autobiográfico. Enrique Piñeyro, fue piloto de esa compañía antes de meterse en el cine. Dos meses antes de la catástrofe del 737 la dejó harto de que sus denuncias cayesen en saco roto. Así, el polifacético cineasta cuenta sus aventuras enfrentándose a los de LAPA. El film empieza titubeante, sobre todo por una historieta amorosa que no viene al caso y es totalmente prescindible. Pero a medida que avanza el metraje se afianza y se muestra la requisitoria contra el capitalismo salvaje con todos sus trucos. Romper la cohesión sindical, dividir a los trabajadores, etc. Aunque lo más deprimente tal vez sea ver como un gremio como los pilotos de aviación están dispuestos a coquetear con el suicidio ofertado por una empresa cicatera con tal de salvar sus puestos de trabajo. Sólo espero que no cometan el error de este Alcancero, que vio esta película de catástrofes aéreas en vísperas de un viaje a Finlandia que empieza mañana. Aprovechó para despedirme, no se si podré ver este blog desde algún ordenador en el lejano norte. A mi vuelta les cuento.
A Finlandia. Qué envidia, carajo.
Y en Enero. No si tiene Usted unos huevos de amianto… váyase abrigadito, Monsieur.
Y llame a la vuelta, que queremos ver los muñones de sus deditos amputados.