La sombra del cazador es un curioso pero insatisfactorio film que no lleva hasta el final su estimulante propuesta. Da la impresión de que es la típica película donde alguien se asustó y acabó metiendo un desenlace con calzador. La línea de unión entre este y el resto del film es de las que cantan ópera, máxime viniendo de una secuencia que hubiese sido un final perfecto para la lógica de la historia.
Esta deriva de un hecho real ocurrido al veterano corresponsal de guerra Scott Anderson, que en el verano de 2000 emprendió con otros compañeros periodistas la disparatada búsqueda de Radovan Karadzic, el reclamado criminal de guerra del conflicto yugoslavo. Hasta la fecha sigue desaparecido, aunque teóricamente mucha gente le está persiguiendo. Anderson contó su aventura en un artículo periodístico que ha dado pie a la película. Esta mantiene varios puntos de interés. Recordar a un país herido en esta nuestra Europa, cuya postguerra está demasiado olvidada en nuestros días. Sólo nos acordamos cuando hieren a nuestros soldados destacados allí en misión intermediaria, llamada de paz. Denunciar que la labor de los países occidentales no fue tan altruista como dice ser, y que tienen sus oscuros intereses que colisionan con las declaraciones de justicia. Pero sobre todo, mostrar lo que ocurre en una postguerra. Las tropas de la OTAN no son recibidas como salvadores, sino que hay resentimientos. Imponer una victoria no equivale a imponer tus ideales. Las causas que llevaron a la ex Yugoslavia a la guerra siguen latentes.
Lo mejor es el tono usado para contarlo. El trío de periodistas se mueve en una tierra de nadie donde nada es lo que parece. Cualquier árbol puede ocultar una sorpresa. Las derivas internacionales de su búsqueda –aunque aquí no van tras Karadzic, sino a un tal El zorro, puro trasunto del ex presidente serbio bosnio- les meten en un surreal mundo de intrigas y traiciones, con personajes entre desechos de Graham Greene y lugareños que parecen sacados del castillo de Drácula. Es un film que como dice uno de los personajes se mueve en la zona gris. Al menos, hasta su deficiente conclusión. También merece citarse la visión de los corresponsales de guerra. Queda claro que es un oficio en extinción ante el amuermamiento empresarial de los grandes medios. La rebelión de Richard Gere, que con la edad está aprendiendo a interpretar –aunque la función es de Terrence Howard-, más que profesional, es vital, la de un superviviente de otros tiempos. Aunque el hecho de que tenga una cuenta pendiente con El zorro saca algo la película de las causas abstractas y la mete en la de las venganzas personales.
Queda una escéptica visión de todo, lejos de grandezas morales y periodísticas. Suficiente para salvar el visionado de La sombra del cazador. El hecho de que alguien impusiese ese final es demostrativo que a algún ejecutivo el mensaje le ha puesto nervioso.
Aún no le he visto, pero esta promete más que la anterior. Y el Gere, como Usted dice, parece que gana empaque con los años.
Recupero esta vieja entrada para comunicarles que después de tanto tiempo Karadzic ha caído.
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/07/21/internacional/1216675138.html