¡Aupa Kathryn!

marzo 8, 2010

Al final la Academia prefirió los mundos humanos y sórdidos de la guerra de Irak a los soñados de Pandora, uniéndose a las celebraciones del 8 de marzo coronando a la primera mujer directora de la historia en ganar un Oscar. Los votantes echaron el freno y la derrota de Avatar rozó la paliza al perder en categorías como montaje o las dos de sonido que parecía tener claras. Cameron demostró una gran deportividad encajando los premios a la película de su ex. El futuro aún no ha llegado a la Academia, que no se ha dejado amedrentar por el despliegue tecnocrático de Avatar. Puede que el tiempo le de la razón a Cameron y esta derrota se venda dentro de unos años como el acto de ceguera de unos relapsos a la nueva fe del 3D. Pero por ahora el mensaje está claro: gracias por volver a llenar los cines pero preferimos historias más sólidas en vez de un parque temático de dos horas y media.

            La victoria de En tierra hostil tiene un cierto aire a la de Million Dollar Baby hace unos años. Las dos son películas modestas, que tuvieron dificultades en producirse, y se colaron de rondón en la fiesta de los premios. En noviembre nadie hablaba del film de Bigelow, que en poco tiempo se ha hecho su hueco. Es también apoyar a una película que no ha sido un éxito espectacular en taquilla, con lo que los Oscars pueden volver a tener su efecto para remontar la venta de entradas. Pero es toda una declaración de intenciones el premiar un film de guerra que aún así prefiere el elemento humano al espectacular rodado con técnicas documentales. La victoria de En tierra hostil se hubiera redondeado sin duda con el reconocimiento a su protagonista, Jeremy Renner, estupendo como el tenso artificiero de élite que ha hecho del combate su razón de ser. Un retrato coherente con el resto de la escasa e interesante filmografía de Kathryn Bigelow, fascinada con la mentalidad masculina ya sea en el ejército, la policía o los atracadores a lo grande. Por cierto, se dice que Cameron animó a su ex esposa a rodar En tierra hostil ante sus dudas con el proyecto. Seguro que ahora el visionario de Avatar debe plantearse lo de quedar como buenos amigos cuando se acaba el amor.

            Pero Renner no podía ganar una categoría, la de actores, que sí cumplió el guión. Jeff Bridges, un excelente actor siempre, impuso un personaje de los que gusta a la Academia y con precedentes en los Oscars. Un cantante country al borde del abismo. Recuérdense las victorias en los 80 de Sissy Spacek con Quiero ser libre y de Robert Duvall con Tender Mercies. No por casualidad Duvall es el productor de Corazón rebelde. Christoph Waltz salvó los muebles para Tarantino y la estrafalaria madre encarnada por Mo’Nique siguió la racha. Sandra Bullock coronó su curioso doblete como la mejor y peor actriz del año al ganar con 24 horas de diferencia el razzie y el Oscar. Tampoco fue exactamente una sorpresa la victoria de El secreto de sus ojos, pues los datos indican que la favorita en Lengua no Inglesa hace años que no gana. De todos modos, fue un meritorio triunfo, pues el film de Campanella tenía dos rivales de la dureza de La cinta blanca y Un profeta. Además, El secreto de sus ojos tiene parte de producción española, con lo que España tiene un premio colateral para compensar que no ganó el corto de animación andaluz La dama y la muerte.

            El placaje a Avatar y el triunfo de En tierra hostil recupera el crédito artístico de los Oscars, pues los premios eludieron las trampas más obvias en forma de Up in the Air y Precious. Pero no el espectacular, pues de nuevo la gala fue un muermo de tres horas y media que se alivió por las sorpresas finales de Bigelow y su gente. Ni la humillación de Lauren Bacall que no tuvo derecho a escenario consiguió acortar una ceremonia que sigue anclada en presupuestos de hace años. Tal vez si Cameron no está muy disgustado podría poner su talento tecnocrático  al servicio de la gala e innovarla en ediciones futuras.


Lo mejor de 2009

diciembre 31, 2009

Pues sí, amigos que ya no estaréis ahí porque la indolencia bloguística de este Alcancero hace meses que os echó fuera, como un milagro de Navidad este garito informático da un coletazo para hacer algo que se había convertido en un clásico de su devenir y que a su autor le daba pena no hacer en este agonizante (mientras escribo estas líneas) 2009. El habitual resumen con lo mejor y peor del año. Así que empezamos por lo bueno, que hubo mucho y variado. En post aparte va lo malo. Como siempre, mi deseo habitual. Un 2010 lleno de grandes películas tanto en sus vidas como en las salas de cine… o en las pantallas de sus ordenadores. El orden de los filmes es alfabético.

CELDA 211
La película sorpresa del cine español del año, llenó de falsos profetas. Daniel Monzón pulió las inseguridades de sus filmes anteriores y acertó creando algo que parecía imposible: una película patria de género absolutamente creíble y con garra. Gran parte del mérito fue de un Luis Tosar que se salía de (mala)madre.

DÉJAME ENTRAR
Tras la mariconada de Crepúsculo, con sus chupasangres que podían formar parte de los shows de Monseñor Rouco defendiendo la familia de Nazaret, este film sueco puso a los vampiros en su sitio, volviendo a ser seres peligrosos, malditos y oscuramente románticos. Además, era una desolada visión de esa fase tan sobrevalorada de la vida que es la infancia, llena de inseguridades y violencia.

EL LECTOR
Ejemplo de cine literario con clase que adaptaba la magnífica novela de Bernhard Schlink. Daba un enfoque original al manido tema del Holocausto judío, a la vez que conseguía la emotividad gracias a Kate Winslet y un Ralph Fiennes que se hubiera merecido una nominación al Oscar.

EL SECRETO DE SUS OJOS
Uno de los síntomas de la decadencia de San Sebastián fue que este formidable film se fuese de vacío en su última edición. Campanella demostró su inimitable habilidad para captar lo cotidiano en medio de un thriller con ribetes políticos. Y el gran plano secuencia del partido de fútbol demostró que el cine argentino sabe hacer algo más que platicar.

ENEMIGOS PÚBLICOS

Al fin Michael Mann nos dio el gran film que lleva años amagando sin conseguirlo. Controlando su tendencia al exceso ofreció una película en la tradición de los bandidos románticos pero con un sesgo moderno al enfrentarlos a las poderosas corporaciones tanto policiales como criminales, que no les dejan sitio.

GRAN TORINO
Eastwood llevó al culmen el juego que ha llevado con su imagen cinematográfica en esta película donde dejaba claro que no tenía más ganas de matar a nadie. Era como un reverso de Sin perdón más cansado. A la vez era una historia de maduración mutua rodada con el inigualable clasicismo de su director, que se despedía aquí de la interpretación.

LA CLASE
Ejemplo de la creciente hibridación de lenguajes entre lo documental y la ficción que se produce en el cine actual es esta película que narraba un curso en un conflictivo instituto de París con sus propios protagonistas, que hablaba tanto de los problemas raciales como de la decadencia interesada de la educación pública.

LOS MUNDOS DE CORALINE
Frente a la sobrevalorada Up! de la Pixar y con permiso del Miyazaki de Ponyo en el acantilado, esta adaptación del tortuoso mundo de Neil Gaiman fue el film de animación del año, con una historia gótica y terrorífica que ponía en solfa el concepto de estabilidad familiar con una técnica eficacísima.

MAN ON WIRE
Este documental resultó admirable por su habilidad en hacer de la pirada de un funambulista una épica historia que conseguía ser un thriller emocionante como pocos a la vez que una defensa del arte por arte que no necesita justificación para desarrollarse.

SI LA COSA FUNCIONA
Tras el desastre de su film barcelonés (curiosamente en este 2009 Jim Jarmusch estrenó Los límites del control, rodado en España, que demostró que a los genios les sienta mal trabajar en nuestro país) Woody Allen resurgió con esta precisa comedia que nos devolvió su mejor cara. Aunque no deja de ser preocupante que tuviese que tirar de un guión de los años 70 que dormía en un cajón.

THE VISITOR
Si los Oscars no fuesen tan timoratos este film hubiese merecido muchas más nominaciones que la de su protagonista. Es un excelente film que habla con sensibilidad nada impostada de relaciones raciales, del problema de la inmigración y de la maduración personal, con una inolvidable banda sonora.

WATCHMEN
No tuvo demasiado éxito la esperada versión del célebre cómic de Alan Moore. Y es lástima, pues Zack Snyder supo navegar en su compleja historia y narrar con pulso de maestro las principales líneas que deconstruía a los superhéroes. El rompedor uso de su ecléctica banda sonora y unos magistrales títulos de crédito contribuían al disfrute


Lo peor de 2009

diciembre 31, 2009

AL FINAL DEL CAMINO
Esta comedieta está presente en la lista como ejemplo de la perniciosa tendencia de las televisiones patrias de emplear su obligatorio 5% en el cine español en realizar versiones ampliadas de sus teleseries, con tramas de folleteo y humor blandengue. La gente no va al cine a pagar por lo que ve gratis los domingos por la noche.

ANTICRISTO
Lo siento. Soy Vontrierano de pro y consideró a Dogville una obra maestra absoluta, pero como me dijo un amigo si uno necesita terapia va al psicólogo y no hace una película. Von Trier se perdió en una confusa historia donde su habilidad para epatar con fundamento falló estrepitosamente, con un mensaje misógino que como los escolásticos medievales acusaba a la mujer de fuente de todos los males.

COCO, LA REBELDÍA DE CHANEL
Este film francés no necesitaba de la excusa de contar la vida de la célebre diseñadora, de criada a millonaria, ni de Audrey Tattou tampoco, para acabar contando un insulso y aburrido melodrama a tres bandas que podía haber ocurrido entre cualquier criada y cualquier noble.

GAMER
Un desastre sin paliativos que demostró que no se puede tomar un film como un videjuego, pues son lenguajes distintos y además en el cine no tienes posibilidad de manejar tú a los personajes. Y es que el ser moderno tecnológico a veces sale caro.

LA BODA DE RACHEL
Jonathan Demme, que desde que rodó hace veinte años El silencio de los corderos no da una a derechas, se intentó reciclar en director indie con este film de crisis familiares rodado en digital y cámara en mano. El resultado fue un film impostado donde el deseo de estar a la última se imponía sobre la sinceridad de lo narrado.

LA LISTA
Un sector de Hollywood no se da por aludido y sigue pensando en que el público con tal de consumir palomitas es capaz de tragarse todo lo que le echen, como este tramposo thriller que pretende sorprender pero que a los cinco minutos te sabes lo que va a pasar de cabo a rabo. Que no somos tan tontos, señores ejecutivos.

LOS ABRAZOS ROTOS
El fracaso crítico de este Almodóvar no dejó de satisfacer a este Alcancero que lleva diciendo tiempo que el rey manchego está desnudo. Ahora se dan cuenta de las situaciones absurdas, de los diálogos que golpean los oídos y de los personajes de tebeo. Que revisen la obra anterior de Peeeedro, y ya lo verán desde hace años.

MAPA DE LOS SONIDOS DE TOKIO
Isabel Coixet se alejó del todo de la sensibilidad de Mi vida sin mi y perpetró este confuso cóctel que mezclaba el Tokio a lo Babel, un catalán exportador de vinos, una asesina a sueldo de opereta maluna y un personaje que intentaba dar un toque poético a todo el conjunto y sonaba desplazado (me doy cuenta que esta lista de peores tiene tres filmes españoles).

SLUMDOG MILLONAIRE
No extraña la crisis que sufren los Oscars si ganan películas como este melodrama con pobres de diseño, una India para turistas y una filosofía cristianoide de sufre lo que te echen que al final tendrás tu recompensa. Danny Boyle hizo lo que pudo ante tamaño absurdo, al que la crisis económica sin duda empujó al éxito.

Y para acabar les confieso una duda. No sabía en que lista meter Malditos bastardos, film que me seduce y me repele a partes iguales.


El amor nos desgarrará

abril 22, 2009

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Mi fascinación por el grupo Joy Division viene de una sola canción de las pocas que hicieron en su breve carrera. No es que intente entrar en el terreno de los amigos replicantes o del insigne Profesor Franz, pero Love will Tear us Apart es un tema de una enigmática belleza. Es difícil hace a la vez una canción intimista y ruidosa, triste y esperanzada, melancólica y optimista, que se dirige a tu sentido del ritmo y a tu corazón sin que colisionen tan dispares premisas. Tampoco les voy a engañar, no hace tanto tiempo que la conozco. Había oído hablar de la Joy División como de tantos grupos y no se si en mis años mozos escuché algo de ellos. Evidentemente, el cine es un gran maestro y conocí mejor a esta peña gracias al vigoroso 24 Hours Party People, del gran Michael Winterbottom, en 2002. La canción de marras cerraba el film y desde entonces me enganchó. No debo negar que la triste figura del líder de los Division, Ian Curtis, sujeto oscuro y que se suicidó en 1980 con 23 años, también atrajo mi atención. Pero en 24 Hours era un personaje más de esa vibrante crónica del sonido Manchester. Lo que ha ocurrido es que póstumamente el mito de Curtis ha crecido en estas décadas a medida que le han ido surgiendo admiradores en las nuevas hornadas de músicos que veían en su tristeza vital y en su lúgubre sonido un precursor de modernas tendencias. En 2005 Deborah Curtis publicó un exitoso libro sobre su figura, Touching the Distance, y ahora Anton Corjbin lo ha hecho cine con Control.

 

            Adecuadamente filmada en blanco y negro, teniendo en cuenta el espíritu de su protagonista, Control es un curioso título que da lo que promete al mismo tiempo que no lo da. Aparentemente es una biografía ortodoxa de Curtis, desde que tenía 17 años y se pasaba la vida escuchando en su cuarto discos de Bowie hasta su suicidio. Asistimos a su carrera musical, desde que formara parte de uno de esos grupos surgidos en Inglaterra a fines de los 70 al rebufo de los Sex Pistols, cuando parecía que cualquier joven desgarrado –o que creía serlo- podría perpetrar cualquier crimen contra la música. Afortunadamente la Joy Division ofreció algo más, dos escasos álbumes que influirían más en el futuro que en su momento. Desde este punto de vista, Control funciona impecablemente como biopic. Pero el film es como la música de Curtis, y ofrece entre sus pliegues mucho más. En su narración hay un extraño punto de desasosiego en todo momento, como si una tragedia oculta amenazase a los presentes en la pantalla. Y su protagonista se aleja de los músicos convencionales, incluso de las personas convencionales. Más que un ser triste, Ian Curtis es un autista emocional, muy bien encarnado por Sam Riley. Alguien que parece siempre encerrado en un extraño dolor que nunca se manifiesta claramente pero del que vemos sus consecuencias. La chulería con que aborda al manager Tony Wilson, su miedo a la epilepsia -que justifica sus célebres espasmos cuando actuaba, a guisa de exorcismo- y sus problemas sentimentales, atrapado entre su prematura esposa –Samantha Morton en el film- e hija (se casó con 19 años) y la periodista belga que conoce cuando empieza a despuntar en la música. En todo momento queda claro que Ian Curtis se halla devorado por contradicciones y tensiones que le llevaron a su triste destino. Así, la película escapa a su previsible destino de biografía convencional y llega a otro terreno más sutil, el de la angustia que no se ve (nadie parece captar este registro de Curtis) y el de la soledad del artista a cuya profundidad nadie llega. Curiosamente, el visionado de Control deja el mismo regusto agridulce que la música que compuso el líder de Joy Division. No es mal homenaje trasladar su estilo del pop al cine, ciertamente.

 


Prensa descafeinada

abril 22, 2009

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Los periodistas, que sé que alguno (más bien alguna) lee este blog, deberían ver la quinta y última temporada de The Wire, una obra maestra de la televisión de la que puede algún día les hable. Una de las tramas tiene que ver con un periódico, cosa lógica teniendo en cuenta que el cerebro de la serie es David Simon, antiguo plumilla de Baltimore, la ciudad donde transcurren las andanzas del policía McNulty y sus amplios compañeros. En esta temporada final se pueden ver signos del huracán que ahora asola a la prensa española. Cuando aparecen por primera vez los redactores del rotativo hablan de que otra cabecera del grupo sita en Filadelfia está sufriendo recortes de personal. Cuando tienen una reunión de primera el director les dice que lo que está pasando en la ciudad de Rocky no tiene porque afectarles. Acto seguido pregunta por determinada información que no tiene a su juicio un buen seguimiento. Alguien levanta la mano. “Es que desde que nos quitaron al becario de la sección de transportes y no fue reemplazado no tenemos gente para cubrir esto”. Por supuesto, a medida que avanza la temporada el tsunami de Filadelfia llega a Baltimore. La redacción es convocada y tiene que tragarse un discurso. “No tenemos ya tanta publicidad, etc., etc., así que tenemos que cerrar las corresponsalías y no tenemos más remedio que despedir gente. Los que nos quedemos – nota: se ve que el que da el discursito no teme por su empleo- tenemos que aprender a hacer más con menos”. Por cierto, que cuando uno de los periodistas ve a la procesión de directivos con cara fúnebre antes de esto dice fatalista “ya nos han vendido otra vez”. Recordar que esto fue emitido en Estados Unidos en 2006.

 

            Hay más perlas como esta, incluso algunas sobre la ética del periodismo, sobre como el reportero de raza está siendo sustituido por juntaletras guays que no se complican la vida, pero esto nos llevaría muy lejos. Bueno, les cuento una última que me encanta, que se produce cuando Gus, ese editor del periódico protector de los suyos y garante del periodismo responsable, personaje que después de mi experiencia y la de mis amigos periodistas creo solo existe en el cine, le dice a una joven redactora “con frecuencia lo menos interesante de una información es lo que está entrecomillado”. Viene a cuento esta larga introducción a que me acordé mucho de esta quinta temporada de The Wire viendo el otro día La sombra del poder. El film es una adaptación de State of Play, una miniserie de culto de la BBC de 2003, que no conozco (a ver si alguna distribuidora se apiada y la saca en DVD aprovechando el tirón) pero que según parece ha sido adelgazada en su traspaso a la gran pantalla. Esto puede explicar que se haya optado por la trama más policíaca que por los temas de fondo que se apuntan y no se explotan bien, como restos del alabado guión de la serie que han quedado flotando en el film pero sin cuajar. Uno de ellos es una reflexión sobre el periodismo, sus límites éticos y donde empieza y acaba su responsabilidad. Russell Crowe, que por mucho que caiga mal con sus numeritos es un actor de calado, es un periodista que investiga un caso que implica a uno de sus mejores amigos, congresista de gran proyección, encarnado por un Ben Affleck que está aprendiendo con los años a hacer algo más que mover la barbilla. En esta historia que le afecta personalmente se saltará las reglas y los protocolos de su profesión, en un marco parecido al contado en The Wire. Su periódico tiene nuevos dueños y a lo mejor es una historia que toca teclas peligrosas, pues el congresista se hallaba investigando a una corporación que recuerda demasiado a la Halliburton de Dick Cheney, al mismo tiempo que todos están histéricos por la bajada de publicidad y de ventas. También se habla de la relación entre prensa y política y de cómo este maridaje es complicado.

 

            Pero como dije antes todos estos temas, que podían haber dado una buena salsa al guiso de La sombra del poder, quedan diluidos. Es más, uno se atrevería a decir que están dispuestos precisamente para eso, para dar al público la sensación de que el film tiene más empaque del que en realidad tiene. Con lo que el film se agrega a esta fastidiosa línea de títulos que se queda a las puertas de una intensidad en la que nadie ha querido entrar. Porque se trata en definitiva de hacer un nuevo thriller de lujo y crímenes que resulta ser medianamente efectivo. Y si la ven, no se hagan muchas preguntas sobre la trama. Igual descubren un par de contrasentidos que lo dañan todo.


El camino falso

abril 14, 2009

alfinaldelcamino

Tal vez, la nueva ministra de Cultura, que se está convirtiendo en una presencia obsesiva en este recobrado blog, debía mirar hacía otro sitio en su cruzada contra los males del cine español, y no sólo internet. Como dice la amiga Mininha, los filmes españoles no son los más solicitados en la mula y similares. Más bien debían preocuparle otras cuestiones, como las que suscita el visionado de Al final del camino. Por ejemplo, hay una todopoderosa televisión detrás de la cinta, Antena 3. Se supone que las leyes que obligan a las cadenas a dedicar parte de sus inversiones al cine era para hacer productos de calidad y no este chanchullo, que lleva los malos hábitos de las series televisivas a la gran pantalla. El que las productoras de los seriales se hallen metidos en labores cinéfilas está provocando este efecto donde el audiovisual español parece un totum continuum. Un espectador que asista a este film por la tarde en el cine puede empalmar por la noche con Aida, Doctor Mateo o Cuestión de sexo sin solución de continuidad. Es como ver la misma función, con los mismos latiguillos estilísticos.

 

            El éxito el año pasado de Fuera de carta, producida por Daniel Ecija con los modos de Globomedia, ha marcado una ruta, del que Al final del camino es un nuevo jalón. Su guión, su realización, las problemáticas de los personajes, los estilemas de las actuaciones (encabezadas por la pareja de Aquí no hay quien viva, Malena Alterio y el unidimensional Fernando Tejero) y el timing de los diálogos son los propios de estas presuntamente sofisticadas teleseries. Pero el film, con su historia de parejas en crisis, no oculta que en el fondo es bastante rancio. Además de pertenecer a ese fastidioso género de filmes españoles donde parece que el único problema de esta invertebrada nación son sus relaciones sexuales (a lo mejor ahora con la crisis se aproximan más a los problemas de la gente común), Al final del camino no puede ocultar que bajo su patina urbanita su humor es profundamente antiguo. Chistes eróticos de colegio, gags gays, la insoportable pareja de risa fácil, y una sátira social que de suave es casi inexistente. Como sus modelos televisivos. ¿Cuándo veremos los equivalentes patrios de Los Soprano o The Wire?

 

            Sin embargo, tras el visionado, uno se queda con una pregunta malévola. La banda sonora del film ofrece en sus créditos la recuperación del clásico del pop español Free Yourself, obra del grupo Los Canarios cuyo líder era… Teddy Bautista, el Señor de los Derechos ¿Acaso está usando su influyente papel para que saquen del armario sus viejas canciones y embolsarse los royalties que con tanto ahínco defiende? Aquí les dejo la canción, un actuación en vivo en la que el Señor de los Derechos tiene al final un arrebato a lo Cachao. Eso si, gratis total.

 

 


Crónica de dos meses

abril 13, 2009

            En un autocomentario hecho en el post anterior explico el motivo –o motivos- de mi ausencia del blog. Para recuperar el tiempo perdido, escribo esta rápida panorámica de lo que he visionado estas semanas, con la ventaja de que me puedo ahorrar lo escasamente interesante y centrarme en lo que merece la pena. La Historia siempre ha sido selectiva.

 

            Empezaré por los Oscars, que por mucho Hugh Jackman bailongo y cantongo es un ceremonia que va de capa caída. Los premios previos por donde desfilan siempre las mismas películas les han quitado encanto, y la ceremonia es un muermo que se parece a Operación Triunfo con el absurdo momento de cinco actores o actrices cantando los talentos de los/as candidatos/as. Eso podía tener su gracia en el caso de Penélope Cruz, pero hacérselo a una veterana con muchos tiros dados como mi cordialmente odiada Meryl Streep era infumable. Además la final de este año era deplorable. Sólo la crisis económica puede explicar que un timo como Slumdog Millonaire triunfase, con su dureza de diseño, su India para guiris (como la cancioncilla que ganó) y su mensaje cristianoide de que si sufres como un bendito tendrás tu recompensa. Pero es que sus compañeras de terna no eran mejores, a excepción de la emotiva El lector, que trasladaba a la pantalla todo el lirismo de la magnífica novela de Bernhard Schlink, con una soberbia Kate Winslet y un Ralph Fiennes que se merecía una nominación. Ya hablé de Mi nombre es Harvey Milk y El curioso caso de Benjamin Button. Frost contra Nixon es la clásica película que se va desfondando a medida que avanza su metraje. Es magnífico ver a Nixon tras su vergonzosa dimisión gestionando su desastre en vez de meterse en un bunker, pero luego el personaje acaba cayéndote bien y todo, centrado en una entrevista que tampoco fue para tanto. Eso sí, Frank Langella compone un untuoso y truculento Nixon que parece el ogro de los cuentos. Una interpretación que queda para las antologías. Ya puestos, los Oscar hubiesen ganado credibilidad de haber apostado por El luchador y The Visitor más allá de la solitaria nominación a sus actores principales. La primera, a pesar de patinar en los aspectos más melodramáticos, es una sorprendente visión de los luchadores, pintados como una panda de sadomasoquistas a los que les encanta sufrir. Y The Visitor es sencillamente una joya, un sensible film que sin estridencias es capaz de narrar con sobriedad una historia que mezcla superación personal e inmigración de forma original. Un gran film.

 

            Entre los aciertos de estos dos meses se halla por supuesto el gran Clint, que volvió a dar en su abultada diana con Gran Torino. En este curioso juego que el cineasta lleva consigo mismo y su imagen fílmica, su última obra es un grito donde deja bien clarito que ya está harto de ser oficialmente un killer. Pensada malévolamente como una nueva versión de Sin perdón, las expectativas del espectador quedan frustradas. Pero es también un hermoso film sobre la veracidad de los sentimientos más allá de los estereotipos sociales que representan los hijos del protagonista. Watchmen, que no ha tenido el éxito que se merecía, demuestra que una historia compleja no tiene que ser necesariamente mal adaptada (otro ejemplo sería L.A. Confidential). La sombría visión del superhéroe de Alan Moore fue respetada por Zack Snyder en un deslumbrante trabajo cuya heteredoxia queda clara en su ecléctica banda sonora, que va desde Bob Dylan en los magistrales títulos de crédito hasta Philip Glass. A muchos les decepcionó, y eso puede explicar su relativo fracaso comercial, que hubiese más reflexión y diálogo que acción. También tenemos en este bloque el debut del guionista mexicano Guillermo Arriaga como director tras su sonada ruptura con Alejandro González Iñárritu, que se encuentra rodando su primera película sin él en Barcelona con Javier Bardem. Arriaga, que demuestra algún problema de ritmo como cineasta, presenta en Lejos de la tierra quemada una de sus habituales historias desestructuradas como sus personajes, amargas y de gran intensidad, si bien como ocurría al final de Babel muestra una insospechada apertura a la esperanza. Y un film muy simpático resultó ser Duplicity, una recreación de los clásicos tipo Charada mezclando altas intrigas y romance de altos vuelos entre los carismáticos Clive Owen y Julia Roberts. No obstante, tras su aparente frivolidad, había unos ecos sombríos sobre la falta de confianza y la mentira en nuestro mundo contemporáneo.

 

            En el capítulo de fallidas, hay que abrir con Los abrazos rotos. Este Alcancero nunca quiso ir de listillo, pero se sonríe viendo como críticos que jaleaban los anteriores patinazos del manchego universal sacan los errores que uno lleva tiempo pregonando. ¿Ahora se dan cuenta de la arbitrariedad de sus guiones, de los diálogos que patean los oídos, de lo gratuito de muchas escenas (esa Kira Miró que sale, echa un polvo y se va)? La pena es que la historia tenía muchos posibles y en algún momento tiene enjundia, pero la media hora final es de risa. Más fría aún si cabe que la primera entrega resultó Che: guerilla. RAF, fracción del Ejército Rojo (despistante título español de The Baader Meinhof Complex, que no se sabía si hablaba de los pilotos británicos o de la batalla de Stalingrado) puso la nota europea. En ese proceso que le ha dado a los cineastas germanos por recuperar su historia reciente le ha tocado el turno al célebre grupo terrorista de los años 70, pero se hace la picha un lío. Explica demasiado algunas cosas y otras las da como sabidas, creando una gran confusión en el espectador. Y tampoco toma una postura clara ante sus protagonistas, entre el rechazo y la comprensión. A los interesados, es mejor recomendarle sobre el tema Stammheim: el proceso, film alemán de 1986 que de una forma casi brechtiana narraba el largo juicio al que fue sometida la banda. A ciegas es la versión que Fernando Meirelles ha hecho del Ensayo sobre la ceguera del Nobel Saramago. Una película que parece un film de catástrofes hecho para gafapastas, con su filosofía final New Age sobre la purificación del ser humano. Eso sí, como de costumbre brillaba con luz propia Julianne Moore. París, París es demasiado víctima de los excesos melodramáticos que eran propios del anterior film de Christophe Barratier, la sobrevalorada Los chicos del coro. Pero a los que les guste el musical lo pasarán bien con este elogio elegíaco a la vieja Chanson francesa.

 

            Y como es costumbre, el cine más descaradamente comercial americano es el que es cada vez menos interesante. La lista es de estos thrillers aparentemente llenos de sorpresas que no sorprenden, pues cualquier espectador medianamente avisado descubre lo que va a pasar a los diez minutos de proyección. Señales del futuro es un descacharrante film de Alex Proyas que evidencia que los méritos de Dark City tuvieron que ser del diseñador de producción. Tras un interesante principio lleno de genuino fantástico la película deriva hacia la Ciencia Ficción salvífica más irritante, con descreídos que de repente caen del caballo y creen en el más allá.

 

            Esto es todo lo que han dado de sí estos dos meses cinematográficos, que se han rematado con el sorprendente nombramiento de la presidenta de la Academia de Cine como ministra de Cultura. Uno recuerda la vieja y manida frase de Clemenceau: la guerra es demasiado importante para dejársela a los generales.


Precriticando al gobierno

abril 12, 2009

Cuando este abandonado blog se abrió hace 16 meses, uno nunca pensó que serviría para poner verde el trabajo de una futura ministra de Cultura.

A lo mejor la señora González-Sinde, a la que han puesto como sheriff de internet, decide no sólo perseguir las descargas de archivos, sino también a todos los que han criticado su gestión, no la política, que eso aún es un misterio, sino la meramente creativa. Por si acaso, me despido, no vaya a ser que me corten la conexión por no saber ver los indudables valores de Una palabra tuya. Por cierto, además de la ley del cine, estaría saber que va a hacer la señora González-Sinde con las Bellas Artes, el Teatro y la Música, las Bibliotecas y Archivos, etc., que no sólo de PSP vive el Mnisterio de Cultura.


Historias extraordinarias

febrero 10, 2009

benjaminEste año las candidaturas a los Oscar en el apartado de director son de lo más curiosas. Junto a un funcionario de los estudios de toda la vida como Ron Howard, y la habitual nota británica que pone Stephen Daldry, figuran tres cineastas que se pasan la vida entrando y saliendo del sistema de Hollywood según les conviene. El más radical es Gus Van Sant, que puede pasar de hacer un film tan extremo como Elephant al pasteleo de Mi nombre es Harvey Milk. Danny Boyle nunca verá recompensada su excelente Millones, olvidado film que demuestra que el macarra director que siempre pone las bandas de sonido con más decibelios de la cuenta (como los gritos de los infectados en 28 días después y las emanaciones solares en Sunshine) es más de lo que muchos creen. Y David Fincher, el juguetón director que parecía no tomar demasiado en serio su gran talento hasta Zodiac, una de las películas americanas de la década, extraordinaria crónica criminal que hablaba mejor que muchos filmes del espíritu de la paranoia estadounidense actual. Sin embargo, parece que tras este hito Fincher ha decidido “gusvansantnizarse” y acercarse a las mieles de Hollywood, desactivando todo su potencial.

El resultado ha sido El curioso caso de Benjamin Button, una de estas películas que tienen un “gran concepto” que vender a los productores que van a pagarla y a los espectadores que van a verla. En este caso, un hombre que nace al revés y que va rejuveneciendo mientras los demás se encaminan al geriátrico. Uno cree que el verdadero cerebro de esta operación es el guionista Eric Roth más que el propio Fincher, pues su historia, que adapta más que libremente un cuento de Scott Fitzgerald, se parece demasiado a otro exitoso libreto suyo, Forrest Gump. Aquí también tenemos a un personaje extraordinario que cruza por el mundo mientras lucha por un gran amor. Como Tom Hanks, es un sujeto esencialmente bueno, y que parece no enterarse de nada de lo que le pasa. A esta sensación ayuda un Brad Pitt más bien hierático todo el metraje. El curioso caso de Benjamin Button está llena de problemas. Para empezar, si uno se toma la molestia de reconstruir esta narración pensado que el protagonista es igual que los demás seres humanos en su devenir temporal se dará cuenta de que funciona perfectamente. Al fin y al cabo, al derecho y al revés siempre nos pasa lo mismo. Con lo que el “gran concepto” se queda mismamente en eso, sin mucha operatividad narrativa. El buscarle como excusa el cuentecito del relojero del principio, por otra parte la mejor historia del film, es marear la perdiz.

Y como Forrest Gump, Benjamin vive aventuras que bien mirado son bastante gratuitas y que sirven para buscar una épica inexistente. El que el verdadero film empiece cuando queda media hora escasa en un metraje de 165 minutos es grave. La historia se enerva cuando Benjamin y Daisy al fin consuman su amor marcado por la anormalidad de él, pero hasta entonces era un puro aburrimiento. Fincher se pone solemne pero no puede tapar un guión lleno de detalles que en realidad no aportan nada pero dan el pego como el clásico film de “gran historia”, como si la acumulación de gratuidades significara algo y la brillantez de la fotografía bastara para dar empaque. Uno entiende que Fincher quiera reconciliarse con la industria tras los problemas que tuvo con ella en Zodiac, pero esta pachanga narrativa es muy decepcionante tras la incisiva brillantez de su anterior film. Empero, lo más extraño es que en sus 13 candidaturas a los Oscar no figure la especialista en nominaciones Cate Blanchett, cuando ella y su doliente personaje es lo mejor de la larguísima función.


Dudoso material

febrero 10, 2009

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Lo más curioso de La duda es que nadie haga referencia al gran acontecimiento eclesial que tenía lugar en el año donde tiene lugar la acción, como era el Concilio Vaticano II. Resulta un tanto chocante que John Patrick Shanley, el guionista y director del film, en el que adapta su propio Pulitzer de teatro, lo ignore, pues su choque entre una monja decimonónica y un dicharachero sacerdote parece apropiado para ese momento histórico. En 1964, en unos Estados Unidos marcados por el reciente magnicidio de JFK, la hermana Aloysius, que forma parte del claustro de un colegio neoyorquino, ve con malos ojos las simpatías de un nuevo sacerdote con aires renovadores. Tanto, que su decimonónico sentido del deber aprovecha las simpatías que el pater tiene con el primer alumno negro de la escuela para montar una campaña de difamación y quitárselo de encima, insinuando que sus favores hacía el chiquillo son de los que años más tarde sacudieron las diócesis estadounidenses amargando los últimos años del Papa Wojtyla.

 

            Y es que La duda parece hablar del choque entre renovación y tradición en el seno de la Iglesia Católica, pero esta impresión es engañosa. El texto –pues a pesar de sus “aireaciones” el film no puede negar que viene de la escena- es de los que es más aparente que bueno, pues buscando la sorpresa se hace la picha un lío. Al principio, parece que el padre Flynn es el héroe de la historia y su enemiga un mal bicho, lleno de prejuicios y resentimiento, pero al final la función cambia de villano. No sé si Shanley se da cuenta –o es su confeso propósito-, pero al final los métodos difamatorios de la hermana Aloysius quedan justificados, lo que no deja de ser chocante. Tampoco parece ser capaz de meterse a fondo en el tema de la pederastia eclesial, incluso casi disculpándola. Ahí está la madre del chico confesando a la inquisitorial monja el pasado de su hijo y mirando por encima del hombro lo que presuntamente hace Flynn. Uno cree que La duda  es la típica historia donde su autor intenta epatar al burgués y se retuerce hacía unos parámetros que atentan contra ella misma. Pero da el cuelo como la clásica obra que espectadores desinformados pueden ver como “fuerte” cuando no es más que una trampa para elefantes.

 

            Shanley, en el que es su segundo film tras realizar en 1990 Joe contra el volcán –que le dejaría tan merecido mal recuerdo que ha tardado dos décadas en repetir experiencia-, sabe que para esta historia necesita actores de raza. La operación le ha salido bien, pues cuatro de sus intérpretes aspiran a Oscar el próximo 22 de febrero. Pero los resultados artísticos son irregulares. Philip Seymour Hoffman vuelve a mostrar su habilidad de darle a sus personajes ese punto taimado que los hace tan inquietantes, pero Meryl Streep nos vuelve a obsequiar con una de sus insoportables interpretaciones, gastando en sus clásicos aspavientos la fuerza de una monja que necesitaría más reconcentración. Mejor paradas quedan la ascendente Amy Adams –nuestra mejor esperanza para evitar el penélopazo en los Oscar- y Viola Davis, la madre del chico cuyas revelaciones dejan fuera de juego a la hermana Aloysius, que pensaba se las sabía todas. Entre todos ellos y ellas, uno se queda con Adams y su hermana James, donde la ambigüedad de que carece en realidad el resto de La duda queda más clara. Es como un campo de batalla moral en el que Dios y el Diablo dirimen sus diferencias e intentan arrastrarla a su causa. Claro que esta joven monjita es de estas santas pavas que tienen las pasmosa habilidad de dejar caer siempre lo más inadecuado en el sitio más adecuado. Un último apunte: La duda no es tan original como pretende. Lilian Hellman ya contó en teatro una historia parecida en La calumnia que fue llevada al cine dos veces por William Wyler. La segunda, en 1962 con Audrey Hepburn y Shirley MacLaine.